El penultimo rehen I

70 8 0
                                    

Llegué a la cafetería y levanté mi vista para mirar el cartel principal. Un muchacho de cabello cobre sosteniendo una cafetera mostraba una sonrisa mas grande de lo normal. Vaya estúpida sonrisa.
-Anthony. Anthony...Antho...nio...- Susurré.
Entré rápido, sentí un dolor en el cuerpo y si me desplomaba prefería caer en un lugar repleto de buenos aromas. Mire la vitrina y pedí los estúpidos pasteles. Luego me acerqué a la fila para pagar.

-Es extraño que sea una fila tan grande. Yo siempre vengo aquí y suele estar despejado...- Comentó un muchacho cualquiera con gafas hipster sonriéndome.
Obviamente no quería contestarle, solo mire mi cartera y limpie suciedad imaginaria en mi vestido.

¿Por qué estaba enojada de repente?

Sentía la respiración de alguien detrás mío. Una respiración subida de volumen. O era un obeso, ó estaba enojado igual que yo. Podría haberme dado la vuelta y haberlo apartado pero no voy tan lejos.
Mire hacia al lado, y me quedé mirando a una pareja en una mesa. El muchacho llevaba quna mascarilla en el rostro, en cuanto a la chica, tenía el cabello teñido de un color crema. Como si un tarro de chocolate blanco derretido se les hubiese caído encima. Para ser sincera, la muchacha era de lo mas hermosa que podría haber visto en los últimos tiempos. De repente el de la mascarilla miró hacia mi dirección con los ojos bien abiertos.

Entonces sucedió en una fracción de segundos, solté la billetera automáticamente para llevar mis manos a la cabeza mientras caía al suelo.
Un disparo había soltado gritos de la cajera mientras yo trataba de llegar a la puerta de entrada. Pero antes de llegar, caí al piso otra vez para protegerme ante el sonido de otro disparo.
Sentí la presión de algo fuerte en mis hombros y por un segundo creí que podía ser la policía tomándome en brazos, pero entonces recibí un golpe en el rostro tan fuerte como jamás había recibido. Sentí otro golpe y otro más. Por alguna razón, no podía cubrirme el rostro.
De lado, con la cara en el piso, mi nariz comenzaba a humedecerse, como esos días de invierno en los que el resfriado me golpeaba.
Entonces me di cuenta. La cafetería estaba siendo algo mas que asaltada.
Antes de levantarme otra vez, sentí una patada en el rostro.
Cayendo al suelo por última vez, fotografié con mi vista al muchacho de antes siendo atado en el suelo.

¿Donde estaba toda la gente que había visto hasta hace unos minutos atrás?

"Hermano"
"Hermano"
"Hermano"
"Hermano"
"¡Hermano!"

El penúltimo suicidioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora