Miré, analicé y pensé acerca de lo que acababa de escuchar.
"¡Disparale!"
¿Matar a alguien?
Yo jamas voy tan lejos.
Comence a llorar. Si, a llorar.
Queria estar en mi maldita casa, llorar en los brazos de mamá y pedirle que acariciara mis hombros y mi pelo por unas horas. Por un montón de horas. Como lo hacia antes. Cuando los niños tiraban arena en mis ojos y yo volvía con mis ojos rojos llorando en mi bicicleta directo a casa.
-¡No me pida esto! ¡Jamás podría hacer esto!- Y ahora, es cuando iba a morir.
Pero antes, miré quien iba a hacerlo.
Era...una mujer. Una mujer robusta. Abrí aun mas los ojos. Y todas las sombras negras que sacudían nuestras vidas eran, mujeres. Todas mujeres.
-¡Este es un llamado!- Grito con una voz fuerte y ronca. Sus senos se movieron al sacudirse por el autoritario grito y me distrajo.
Su sudadera. Era igual a las demás. A las que traían las demás mujeres. Llevaban algo escrito en ellas.
-Rise... Rise women?...- Leí a penas, mis ojos se sentían hinchados.- Rise es arroz ¿no?- Su sudadera se desarrugó y pude leer bien, "Rising women". No creo que el arroz calce mucho aquí. Maldita sea debí tomar ese maldito curso de ingles.
En fin, ya era hora de darme cuenta que era un grupo de feministas tomando como rehenes a los hombres.
¿Estaba libre yo del todo entonces?
La mujer se acercó a mi, y besó mi mejilla. Me acarició. Me pareció como aferrarme al monstruo debajo de la cama.
-¿Ves? Observa- Tomó mi barbilla y dirigió mi cara hacia el hermoso muchacho. Junto a él, estaban cuatro hombres más. Cinco. Eran cinco. No debía olvidar el hombre que habían matado.
-Disparales.- Volvió a decir, pero esta vez apretó mis muñecas y sentí su respiración fuerte en mi oído.
- Tú y yo somos iguales. Debemos mostrar fuerza. Si no es ahora, no será nunca... ¡¡Victoria!!- Grito eufórica de la nada. Las demás repitieron.
De repente escuche un grito de dolor intenso.
Oh no.
-¡Basta por favor!- grite, comenzando a llorar otra vez- me tome la cabeza, queriendo desaparecer.
Escuche otra vez el mismo grito y mire. Era él. El muchacho hermoso.
Pensé vagamente, era muy parecido a como lastimarían a un ángel los sucios humanos.
-¡¡Somos mujeres y estamos peleando por nuestra fuerza y derechos!!- grito la mujer robusta.
-¿Ah si? Y lo haces usando un arma que invento un hombre.
Lo haces atando a tu enemigo, en vez de pelear cuerpo a cuerpo en equilibrio. Si vas a pelear ¡Que sea a fuerza desnuda!- Suspiré, me dolió. Y grité- No eres mas que una lunatica...no...¡NO LO TOQUES!-Mis piernas respondieron y corrí hacia el muchacho. Que mierda estaba haciendo y diciendo. En cualquier momento una bala atravesaba mi craneo. Llegué hacia él, y vi el desastre en su rostro.
Encaré por última vez a la mujer seis metros atrás y solo esperé mi nuerte.Pero. Una bala atravesó por la ventana y entraron muchas sombras azules. Volvieron a zumbar en mis oídos las balas. Los hombres a mi lado corrieron, me aplastaron y yo sentí como una bala llego a mi muslo. Fue intenso. Como si una maquina la hubiese aplastado.
-Aaarggghh- Seguí llorando, el muchacho ya no estaba y yo...yo solo me desplomé.
Sintiéndome como un ciervo con su débiles patas cayendo al suave pasto tras el cazador.
"El ciervo jamas puede ir tan lejos"
Yo jamas voy tan lejos.
Caí.
Al fin.
ESTÁS LEYENDO
El penúltimo suicidio
De TodoSurge una ronda de crímenes en la capital, pero aún así la gente continúa su vida. Una mañana de Julio, Helia se involucra dentro de una toma de rehénes en una cafetería. Tras ser brutalmente expuesta, decide poner su último esfuerzo para intentar...