Mire a mi madre con los ojos bien abiertos buscando que me defendiera, que saliera gritando que yo era un ángel, una muchachita inocente y estúpida que no sabía manejarse sola. Como la hacía antes.
Pero solo se quedó mirando sus rodillas.
Yo era una mujer. No era mas una niña.Comenzó a acalambrarse mi garganta, mis manos y unos de mis muslos. Entonces comencé a gritar.
Desperté otra vez. Ya no había nadie. Había sido sedada. Pero aun así sentía calambres en mis recuerdos.
¡Jamás en mi vida podría matar a alguien!
¿Ve-Verdad...?
Luego de unos diez minutos, alguien entro a la sala.
Tenia sus manos vendadas. El rostro lleno de parches y ropa vieja. O tal vez era nueva, y era estilo vintage. Estúpidos hipsters.
-¡Ah!- Me incorporé rápidamente en la cama. Sentía un cosquilleo en mi pierna horrible. Un insecto tal vez. Tire las sábanas hacia atrás sin importar quien estuviese mirando y revisé por todos lados.
Insectos... Insectos...
Sentí entonces como un polilla albina se posaba en mis muslos.Parpadeé y note como dos manos vendadas estaban allí, acariciando mi piel palida, morada y rojiza. Noté como uno de mis muslos estaba vendado. Y como me había salido vellos en las piernas.
¿Cuanto tiempo había pasado?Levante la mirada.
Su frente y sus ojos expresaban dolor.
-Ho-hol-Hola...- Tartamudeó.
-....-
-Soy...-
-....--...el penúltimo rehén.-
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El penúltimo suicidio
AléatoireSurge una ronda de crímenes en la capital, pero aún así la gente continúa su vida. Una mañana de Julio, Helia se involucra dentro de una toma de rehénes en una cafetería. Tras ser brutalmente expuesta, decide poner su último esfuerzo para intentar...