La Cegua

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Haru se encontraba galopando en su caballo, después de su asqueroso y largo día se dijo a sí mismo que unas copas en el bar que se encontraba en el pueblo no le harían daño pero como siempre había terminado tan ebrio al punto de la intoxicación, gracias al cielo su caballo conocía el camino a casa, si no el hombre terminaría perdido entre la montaña. El trecho del pueblo hacia su casa era largo y solitario, el único que pasaba por ahí era su vecino más cercano que vivía por lo menos 4 kilómetros antes de llegar a la entrada de su casa y el hombre siempre llegaba temprano después de trabajar, ejemplo que el joven Haru debía seguir pero Haru a comparación de su vecino no tenía a nadie que lo esperase en casa y eso era lo que más le amargaba la vida, tener gustos diferentes en ese momento no era un lujo que Haru se podía dar, le decía lujo ya que era algo demasiado costoso de tener para él, si alguien de su trabajo se diera cuenta que prefería la compañía de su mismo sexo antes que a una suave señorita, seguramente lo despedirían, correrían la voz y nunca más podría volver a trabajar en ese pueblo, así que el joven Haru prefería mantener sus gustos guardados en el fondo de sus cajones antes de perder su trabajo en la herrería.

Haru se tambaleaba de un lado hacia otro en su caballo, por ratos sonreía mientras su mente volaba imaginándose al hermoso comisario de su pueblo, si el pequeño hombre se diera cuenta lo que Haru pensaba en las noches sobre él quizás lo enviaría a encerrar en sus celdas mínimo para la eternidad.

El viento soplaba azotando las copas de los árboles con fuerza, el silbido de este y la obscura calle hacia que todo se sintiera tenso, la niebla empezó rodear el caballo de Haru y el animal se empezó a poner inquieto, los cascos de otro caballo se podían escuchar a lo lejos, exactamente a espaldas de Haru pero este no se percataba de ello gracias a su embriaguez, el caballo empezó a jalar hacia un lado, el animal quería dar media vuelta y no seguir avanzando pero Haru pateo sus costillas obligándolo a avanzar. La luna ilumina en medio de la calle de tierra pero no era lo suficiente para ver todo con claridad, una silueta se podía divisar a lo lejos y Haru intento cerrar y abrir los ojos para lograr mirar bien pero se le hacía imposible. Llegó a la silueta y se dio cuenta que era un lindo jovencito, era el hombre más hermoso que Haru había visto, sus labios eran delgados, sus fracciones eran fuertes, tenía pestañas largas y su rostro estaba bañado de pecas, este lo miró con ojos tristes y le sonrió, Haru completamente ebrio sonrió de lado y se tambaleó en su caballo.

Oye ¿Que haces aquí tan solo?.-le preguntó Haru atropelladamente.-

Me perdí, no tengo donde dormir esta noche.-el chico le sonrió.-

Puedes venir con migo.-Le sonrió pícaramente y en su mente intoxicada eso le parecía una genial idea.-

¿Estas seguro?-el chico acarició la pierna de Haru y un escalofrío extraño pasó por su cuerpo.-

Claro súbete.-A pesar de la extraña sensación que el chico le dada, no se retractaría de sus palabras.-

El joven se subió en el caballo, abrazándose de la cintura de Haru, apoyando su cabeza en la espalda... Haru se sentía extraño pero estaba tan ebrio que no le importaba. Su caballo se encontraba inquieto y no dejaba de mover su cola agresivamente pero Haru lo ignoró. En un punto antes de llegar a su casa el chico empezó a bajar sus manos y sin vergüenza alguna empezó a acariciar el pene de Haru sobre la tela del pantalón, el hombre se sobresaltó pero se dejó llevar por las caricias.

Niño, ¿estás seguro de esto?-dijo Haru con un jadeo ahogado, tenía años de que un hombre no lo tocaba y se sentía realizado.-

El alcohol después del largo camino empezaba a disiparse del cuerpo de Haru, este le volvió a preguntar que si estaba seguro de lo que hacía pero el chico no le hablo, después de preguntarle varias veces y ver que el niño no le respondía se dio la vuelta y al ver lo que tenía atrás hizo que se cayera del caballo.

El rostro del chico se había vuelto la cara de un caballo, empezó a relinchar y a bufar como un animal, también se tiró del caballo, en busca del cuerpo de Haru, el viento azotaba con fuerza, la neblina no lo dejaba ver bien, Haru empezó a arrastrarse en el suelo dirección a los árboles al rededor de la calle, podía escuchar el relinchar del animal muy cerca de él, golpeó su espalda con el tronco de un árbol. Su corazón iba a explotar, todo el licor se salió de su cuerpo y lo único que atinó a hacer fue empezar a rezar, colocó su cabeza entre sus rodillas mientras lloraba y pedía perdón por haber tomado tanto licor.

Alguien lo sostuvo de las rodillas y Haru gritó.

Un disparo se escuchó y la cabeza del animal se giró hacia atrás notando la silueta de alguien con una escopeta en la mano.

Lárgate maldito animal.-El hombre volvió a disparar al cielo, el caballo bufó sobre las piernas de Haru y salió corriendo entre los árboles.-

¿Estas bien?-preguntó el hombre acercándose a Haru.-

¿Jean?-preguntó confundido, aún con lágrimas en los ojos.-

Si soy yo, ¿te hizo algo?-Volvió a preguntar, se notaba que estaba completamente preocupado por Haru y lo sucedido.-

Estoy bien pero, ¿Como sabias que estaba aquí?-le preguntó mientras se ponía de pie.-

Hemos recibido denuncias por ese animalejo del demonio y cuando te vi beber en el bar hasta la intoxicación me dio miedo que te fueras solo a casa, así que te seguí para asegurarme que llegarás bien.-Jean le sonrió y le entregó la rienda de su caballo.-

Que vergüenza doy.-Haru se tapó el rostro y suspiro.-

Todo está bien, no digas eso.-Jean le quitó la manos del rostro y le sonrió.-

Eres hermoso.-Haru no pudo evitar decirlo, llevaba años pensándolo y el simplemente necesitaba decirlo.- Lo siento mucho.-Las mejillas se le pusieron rojas.-

Solo es el licor, no soy hermoso.-Jean no se molestó, solo lo miró divertido.-

Esa cosa a hecho que se me bajará el licor, lo digo en serio.-Haru miró la rienda entre sus dedos y después miró a Jean.-

Jean no le respondió nada, sin más tomó el rostro de Haru entre sus manos y lo besó, tantos años deseando en secreto besarlo y ahora que Haru había abierto su mente no dejaría que la oportunidad se le escapara, entre suspiros y caricias Haru y Jean abrieron sus corazones, simplemente con rozar sus labios se sentían completamente llenos. De ahora en adelante Haru no tendría la necesidad de beber y Jean no volvería a estar solo.

La cegua aparece a aquellos hombres mujeriegos y borrachos que andan a altas horas de la noche en la calle, el se les aparece y con su dulzura le hace creer que es una nueva conquista pero en un momento dado muestra su rostro de caballo.

One shots Donde viven las historias. Descúbrelo ahora