Capítulo 6

652 54 10
                                    

Acababa de salir de la habitación donde estaba mi padre cuando me encontré a mi hermana apoyada en la pared del pasillo. Por suerte el plasta de Nick ya se había ido y no tenía que verle la cara.

-Ya puedes pasar a verle. Yo me voy a casa que mamá me ha dicho que se quedará esta noche –le dije sin apenas mirarla para luego empezar a caminar pasando por delante de ella, cuando Sam me cogió del brazo. –¿Qué pasa?

Ella me miró con los ojos empañados en lágrimas. Parecía realmente triste y lo comprendía. Yo también lo estaba. Había estado como veinte minutos llorando abrazada a mi padre.

-Me alegro de que estés aquí, Eva –dijo antes de abrazarme. Sabía que lo hacía porque estaba mal y necesitaba un abrazo, como también sabía que mañana no le interesaría recordar el abrazo de hoy y que seguiría odiándome pero, a pesar de aquello, aquél abrazo me gustó, lo necesitaba y fue por eso que yo también la abracé.

···

-¿Tú que tal, Hugo? ¿Algún amor? –preguntó Flavio dándole un largo sorbo a su segunda cerveza.

-¿Yo? No, ¿para qué? –pregunté antes de darle un sorbo a mi cerveza. También era la segunda.

-No sé. Pensé que a lo mejor te habías enamorado –confesó mi hermano provocando que se me escapara una gran carcajada.

-¿Yo? ¿enamorado? No me hagas reír –contesté con una sonrisa cuando la imagen de Eva Barreiro vino a mi mente. Basta ya, Hugo. Eva y tú solo tenéis sexo.

-¿Sigues dedicándote a eso?

-Si con "eso" te refieres a hacer feliz a las mujeres cobrando pues sí, sigo dedicándome a "eso" –contesté dándole otro sorbo.

-¿Y no hay ninguna clienta "especial"? –me preguntó él y, otra vez, la imagen de Eva vino a mi mente. ¿Por qué viene una y otra vez?

···

Llegué a casa y volví a llorar. Necesitaba hablar con alguien y no encontraba mejor persona que Hugo así que cogí mi móvil del bolsillo y marqué su número.

···

Un ruido me sacó de mis pensamientos y no era otro que el sonido de mi móvil. Miré a mi hermano que no decía nada.

-¿Te importa? –pregunté señalando el móvil.

-No, que va. Cógelo –contestó él sonriéndome. Cogí el teléfono y descolgué sin mirar de quién se trataba.

-¿Diga? –pregunté pero, por respuesta, solo obtuve un profundo sollozo que hizo que mi corazón se encogiera. –¿Quién es?

-Hu-Hugo –susurró una voz al otro lado de la línea sin dejar de llorar. Una voz que yo reconocí enseguida. Se trataba de Eva y otra vez estaba llorando. ¿Qué le pasaba y por qué sentía yo esta angustia?

-Eva, ¿qué pasa? –pregunté preocupado.

-¿Podemos vernos? –preguntó ella con voz entrecortada.

-¿Estás bien?

-No, joder. ¡No! –acabó gritando ella cuando escuché un ruido.

-Eva. Eva ¿estás bien? –pregunté levantándome de la mesa y provocando que mi hermano me mirara con el ceño fruncido.

-Sí, sí –contestó ella susurrando.

-Ahora voy ¿vale? –pregunté esperando un sí por parte de ella.

-Sí, por favor –contestó ella antes de romper a llorar de nuevo y colgar. Se me partía el corazón saber que estaba mal y eso Flavio lo notó.

-Es ella.

-¿Qué? –pregunté mirando a mi hermano que acababa de hablar.

-Esa "clienta" especial. Es ella. Esa tal Eva.

-¿Qué dices? –pregunté en plan "tú estás loco, tío".

-Que estás enamorado de ella.

-Estás loco Flavio. Te dejo el coche y las llaves. Voy a ver a Eva –dije dejándole el llavero con las llaves de casa y las del coche encima de la mesa para luego girarme y empezar a andar. –Adiós Flavio.

-La quieres y ella a ti –fue lo último que escuché antes de salir de aquél bar.

Empecé a correr hacia el hotel de Eva y en menos de 15 minutos ya estaba ahí. Entré dentro encontrándome con la recepcionista que me saludó con una sonrisa. Cogí el ascensor y subí hasta la planta más alta ya que la suite principal, que era donde se hospedaba Eva, estaba allí. Una vez las puertas del ascensor se abrieron llamé a la puerta de la habitación de Eva y esperé a que contestara.

No está permitido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora