Capítulo 7

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Estaba llorando apoyada en la pared de al lado de mi habitación cuando alguien llamó a la puerta. Al principio no lo escuché pero llamó más fuerte y pronunció mi nombre.

-Eva. Eva, ábreme –me decía una voz masculina desde el otro lado de la puerta. Sonreí interiormente al reconocer la voz de Hugo así que, con pocas ganas, me levanté y me dirigí a la puerta.

Una vez llegué, abrí y miré al chico de cabello rubio que tenía delante a los ojos para luego abrazarlo fuerte.

···

Eva abrió la puerta y yo me la quedé mirando, al igual que ella. Tenía los ojos hinchados, todavía llevaba la ropa que tenía puesta cuando la había visto esta tarde, llevaba un moño mal hecho y le temblaba todo el cuerpo.

De pronto sentí como se abrazaba a mí para luego empezar a llorar con fuerza. Yo llevé mis manos a su espalda apretándola contra mí y noté como ella hacía lo mismo. Acaricié su cuello con mis dedos haciendo que un escalofrío le recorriera y haciéndome sonreír a mí.

-Siento haberte llamado ahora –empezó a hablar lo que hizo que se separara un poco de mí. –Segurame... -puse mi dedo índice en sus labios y automáticamente calló.

-Tranquila. No pasa nada, ¿me oyes? –pregunté cogiéndole su rostro y haciendo que me mirara a lo que ella asintió levemente mientras sorbía su nariz. –No pasa nada –añadí y, sin venir a cuento, le di un pico.

Me separé sorprendido y ella me miraba con los ojos como platos. Pensaba que me diría que me fuera pero lo que hizo fue cogerme de la mano suavemente e invitarme a pasar dentro. Cerró la puerta y ambos nos dirigimos a su sofá, en el cual nos acomodamos y ahí ella me volvió a abrazar.

···

-Eh, Eva ¿qué te pasa? Va, cuéntamelo –me susurró él con una voz demasiado tierna a mi parecer pero que agradecía que utilizara en este momento.

-Es... Es mi padre –susurré refugiándome en su pecho.

-¿Qué le ha pasado a tu padre, bebé? –me preguntó acariciando mi pelo pero, ¿desde cuándo era tan tierno conmigo?

-Ha tenido un... –me costaba pronunciarlo –un... accidente.

-¿Está bien? –preguntó preocupado. Qué mono...

-Sí, está fuera de peligro pero tú no sabes el susto que me ha dado –confesé llorando otra vez.

Él me abrazó con más fuerza quedando mi cabeza, de nuevo, apoyada en su pecho. Me sentía bien así, protegida, y fue en aquel momento que levanté mi cabeza y le miré a los ojos.

Ambos nos miramos fijamente a los ojos hasta que sentí su mano en mi mejilla. Cerré los ojos al sentir sus dedos rozar en mi mejilla. Noté como su respiración, poco a poco, se iba acercando a mis labios. No sé en qué momento sus labios volvieron a chocar con los míos pero, a diferencia de antes, pasé mis manos alrededor de su cuello y lo atraje más hacia mí, profundizando aquél beso. Sin saber por qué aquél beso me estaba gustando más de costumbre y encima parecía que ninguno de los dos quería parar cuando, de pronto, él se separó.

-Dios, Eva, lo siento, yo... -dijo Hugo levantándose del sofá y separándose completamente de mí. –Yo... lo siento. No sé qué me ha pasado, de verdad –intentó excusarse él pero yo no pude evitar desear besarlo de nuevo por lo que, sin decir nada, me fui acercando a él y le di un suave beso en los labios. –Eva, no sé si esto –puse mi dedo índice en sus labios y él calló automáticamente lo que me hizo desearlo todavía más.

Me acerqué todavía más a él y roce mis labios con los suyos y me fijé en como él cerraba los ojos al sentir el roce. Acerqué mi boca otra vez a la suya y puse mis labios sobre los suyos. Empecé a moverlos y él no tardó en hacer lo mismo. Nuestras bocas encajaban a la perfección y eso me encantaba y me volvía loca. Nos separamos por falta de oxígeno en nuestros pulmones y ambos nos miramos con las respiraciones agitadas. –Esto... ¿estás segura? –me preguntó mirándome con un deseo notable en sus ojos.

-Te deseo Hugo ¿te lo tengo que decir más claro? –pregunté mirándolo a los ojos y su respuesta no se hizo esperar ya que me volvió a besar pero cuando empezaba a disfrutar del beso, él se separó y me susurró en el oído:

-Yo también te deseo, Eva.

Una vez dijo eso nos miramos a la cara, nos sonreímos y nos volvimos a besar dirigiéndonos a mi dormitorio. No le hizo falta preguntar ya que conocía perfectamente el camino hasta ahí. Llevaba tres meses recorriéndolo prácticamente cada día pero sin embargo, hoy era distinto. Me trataba distinto. Ahora mismo no sabría explicarlo. Era más tierno conmigo, más pasional pero no parecía tener prisa, parecía querer disfrutar del momento y yo deseaba que así fuera. Disfrutar del momento y de él así como en estos últimos tres meses que habíamos estado juntos.

···

Aquella noche, como las de los últimos tres meses estuvieron juntos, pero algo había distinto y es que aquella noche no solo tuvieron sexo sino que, sin ellos ser conscientes, hacían el amor. Lento y dulce al principio para después pasar a un ritmo elevado y pasional.

No está permitido enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora