CAPITULO XVIII

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*Kid

Luego de entrar, lo senté con cuidado sobre el sofá y fui a buscar todo lo que necesitaba: alcohol, algodón, toallas, ropa y una gran manta. Me demoré porque traté de ocultar el desastre que se había acumulado durante casi una semana, intenté meter todo en un cuarto al que sigo sin encontrar un uso.

Me le acerco con las cosas.

—Sácate la ropa —me avergüenzo luego de oírme escuchar decirlo, ni siquiera en mi cabeza sonaba mejor.

Él asiente y se desviste, seguía sin ánimos, estaba mejor, pero al parecer no lo suficiente para ser pícaro y atrevido.

Lo cubro con las toallas y cuidadosamente lo seco, de rato en rato se oye como su nariz sorbe el moco, cosa que no es extraña, ya que su piel estaba completamente helada por la lluvia y el frío pasillo.

Hecho un poco de alcohol en el algodón y lo acerco a su rostro.

—Esto te irritará —el asiente y cierra los ojos inclinándose hacia mí.

Ahora que lo tengo en frente puedo ver cada uno de los golpes, rasguños y futuros moratones que tiene; instantáneamente me molesto y aprieto el algodón haciendo que chorree el alcohol.

Abre los ojos me toma de la mejilla —caliente —dice suave.

—Tú estás frío —sonrío sin dejar mi molestia de lado.

—Trae hielo —dice y como si fuera una orden hago lo que me pide.

Al volver de la cocina lo encuentro enrollado dentro de la manta, al parecer estaba tan distraído viendo su rostro que olvide que estaba casi desnudo.

Me acerco y despacio le coloco un polo largo para que pueda volver a enrollarse.

—Envuélvelo con una toalla delgada —me señala una pequeña y lo hago.

—¿Qué más, doc.? —sonríe.

—Ponlo en las partes más hinchadas —vuelve a acercar su cabeza.

Me arrodillo y coloco el hielo,

—¿Quién te hizo esto? —pregunto acariciándolo con el hielo.

—Deberías ver como terminó él —sonríe un poco fastidiado y sin abrir los ojos.

—Deberías ver cómo terminará cuando lo encuentre —agrando mi sonrisa insinuando sutilmente mis intenciones.

Me mira y suspira sonriendo —puedo sostenerlo, ¿tienes banditas? —pregunta agarrando la toalla.

Asiento y voy a buscarlas sin dejar de estar atento al silencio de la puerta; temía que se fuera.

Al volver lo encontré en la misma posición y con ganas de dormir.

—Aquí hay...

—Olvidé algo —me interrumpe —debo bañarme primero por lo de la lluvia y eso —ve hacia otro lado.

Parpadeo un par de veces y abro los ojos exageradamente al notar lo que eso significaba; veo a otro lado ocultando mi rubor.

—Tranquilo, supongo que podré controlarme —veo al techo y al piso seguidas veces.

—No tienes que...

—Déjame ser tu enfermera —digo sonriente y un tanto atrevido.

Esboza una sonrisa ante mi comentario y asiente decidido. Me estira los brazos e inmediatamente lo cargo como princesa llevándolo al baño.

A seis pasos (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora