Capítulo 2

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Lo de ayer fue un proceso lento. Mentalmente, estuve preparándome durante toda la noche. No dormí porque soy un inodoro y los inodoros no dormimos, estamos siempre atentos a nuestro trabajo.

Así que la noche en vela funcionó para mi preparación. Debo volar.

— Oye, Ino... Espera. ¿Por qué estás tan serio? —preguntó Lavabo.
— ¿Cómo sabes que estoy serio? Ni siquiera tenemos expresiones faciales.
— Bueno, cuando Espejo murió, dejó una parte de él dentro de mí. Es técnicamente como estar embarazado, pero ahora tengo parte de sus conocimientos. Y si alguien sabe de rostros serios y desnudos, es espejo. —explicó.

Mucha razón, Lavabo, hasta me aterró lo acertado que estuviste.

— Hoy es mi cita en el concesionario. Y pensé en que iría volando. —dije seriamente.

Él hizo silencio, y sentí preocupación de su parte.

— ¿Volando? —cuestionó. — Oye... Se que te tomaste en serio eso, pero era una broma. Los inodoros no vuelan, y esa carta no era para ti. Era para Luciano Brandsen, el vecino de tres calles abajo.
— ¿Cómo sabes quién es él?
— Mi sobrino es el de las tuberías de su casa. Y mi hijo es el de nuestras tuberías, él me lo contó. Deberías relajarte, quizás la muerte de espejo te perturbó.

La muerte de espejo me sabe a culo. Y yo se perfectamente a qué sabe un culo. Quizás Lavabo tiene sus razones, pero yo sigo convencido de que me llamaron Luciano por cortesía y fue un chiste por sus últimas tres letras y nuestra relación cercana.

Debo volar. Así que eso haré.

— Oye... ¿Es un sismo? O es mi idea... Espera, Ino, ¿QUÉ HACES?

El baño empezó a temblar como si de un terremoto se tratara, mientras el agua interior de Ino empezó a derramarse. Se escuchaban los gemidos de Ino tras su esfuerzo, y procedieron a agrietarse los soportes de cerámica que lo mantenían unido al suelo. De repente, humo salía debajo de él. Pensaron que podía ser contaminación de las alcantarillas, pero no.

— AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAa.

Ino despegó, volando como el primer inodoro que habla que era (y vuela). Su última 'a' escuchada se cortó bruscamente ya que al subir con tanta fuerza, su tapa se cerró violentamente.

Ino lo logró, estaba volando.

— No puedo creerlo. —dijo Lavabo. — ¡OYE, TUBICINCO!
— ¿SI? —se escuchó un grito desde el interior de Lavabo.
— MI INODORO SALIÓ VOLANDO, NO VAS A CREERLO.

Mientras tanto, en el cielo, con mucho viento fuerte sonando de fondo.

No puedo creer que estoy volando. Jamás lo habría imaginado pero aún así, lo logré. ¡LO LOGRÉ!

Bien, ahora toca saber en cuál concesionario estará mi cita. No debe ser fácil, aunque quizás lo sea si sigo a mi instinto.

Y... Mi instinto dice que ese donde la reluciente pintura y carrocería de un flamante rojo con un logo amarillo a la mitad de su complexión que me está guiñando el ojo, ha de ser mi sitio. Así que allá iré.

Aunque no tengo brazos, ni alas, puedo planear. Como un alma libre, como el alma libre que soy, mejor dicho. Mi voluntad es quien me hace volar a plenitud.

Aunque... No pensé que no llevo ropa interior, e hice mucho pipí cuando me desconecté de las tuberías y ahora tengo mucha sed... Tanta que... Estoy mareado... Pero... Debo aterrizar...

Ino quedó inconsciente.

El inodoro que habla (y vuela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora