Luego de varios minutos tras el estallido de nuestros héroes.
— Pensé que jamás lo vería de nuevo. —dijo Espejo mientras a quien se refería terminaba de armarme.
Un instante después él se echó para atrás. Era un tipo un poco alto, con mucha barba y el cabello hasta la espalda. Llevaba ropa sucia y no tenía zapatos, además de que sonreía sin preocupaciones.
— ¿Quién es él? —le pregunté a Espejo.
— Preguntáselo.Eh... La última vez que hablé con humanos me dispararon. Y antes de eso, ya saben, perdí a mi buen amigo. No quería.
— Hazlo. —insistió con seguridad.
Bueno...
— ¿Cómo te llamas? —pregunté a él.
Él abrió bastante sus ojos con asombro, y luego sonrió.
— ¿Cómo aprendiste a hablar nuestro idioma? Eso es increíble. —respondió, con total serenidad.
Yo era quien tenía miedo ahora.
— Mi nombre es Jesús Cristopher.
Miré a Espejo con un poco de fastidio.
— ¿Jesús Cristopher? —susurré mi queja.
— Sí. Sólo conversa con él. —pidió Espejo.No estaba nada convencido pero...
— ¿No tienes miedo de que un inodoro pueda conversar contigo? —pregunté.
— Para nada. Vengan, caminen hacia acá.Él se dio la vuelta y caminó con naturalidad a sus espaldas, donde había un callejón con lo que parecía ser su hogar. Varios colchones y un techo improvisado. El hogar de alguien en situación de calle. Me pareció curioso.
Nos pusimos en movimiento y nos sentamos junto a él, dentro. Entonces él dijo algo inesperado.
— Yo era como tú.
Espejo se veía alegre, y eso me parecía raro.
— ¿Disculpa?
— Sí, era así. Un alma dentro de algo inmóvil y desalmado ante los ojos del resto del mundo. En mi caso fui un lavadero, en una cocina. —contó.Pensé que estaba balbuceando y que la sonrisa de Espejo trataba de una burla de su parte.
— ¿Quieres saber cómo obtuviste tu poder de habla, no? —preguntó.
— Sí... Y pienso que estoy equivocado de propósito. Pensé que debía ir a un lugar pero ahora me cuestiono de sí ese era mi lugar.
— Yo puedo ayudarte con eso. Pero debes darme tu palabra, tú me creerás.Cuando dijo esa frase final, un bombillo viejo se encendió detrás de él. Eso fue turbio.
— Te doy mi palabra.