Capítulo 36: Tú me importas...

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Hermione abrió los ojos suavemente, la noche envolvía el lugar por completo... era la enfermería, un lugar tan recurrente para ella como lo era su propia cama, pero la oscuridad de la noche era total, la pequeña flama que iluminaba su mesa de noche era muy tenue, apenas y podía iluminar algo más allá de la mesa. Su cuerpo estaba tensado, no podía moverse con libertad, era como si estuviera atrapada por el peso de varias personas, y fue entonces cuando reparó en la vela que iluminaba su mesa... era esmeralda, como sus ojos, y conforme los abría, se volvía más y más intensa. Otra vez estaba ahí... y de nuevo, volvía a escuchar aquellos pasos de tacón.

Hermione aquella figura esbelta en las sombras, su cuerpo parecía moverse con mucha más suavidad que antes y su cabello era largo, cayendo por sus hombros y perdiéndose tras ellos. Cuando aquella mujer se sentó sobre la cama, Hermione fue capaz de mover sus brazos, los levantó y sacó fuera de las sábanas de la cama, se sintió libre, como si ahora si pudiera mover todo su cuerpo.

Veo que te sientes mucho mejor. – dijo aquella mujer, ese acento que tanto disfrutaba escuchar y que deseaba haber podido "heredarlo", de alguna forma, sintió que era muy diferente al de Fleur, quien había logrado ocultar su acento francés lo mejor posible.

La niña pudo finalmente sentarse sobre la cama, las almohadas que dejaban descansar su cabeza se colocaron detrás de su espalda para darle un pequeño soporte. La mano de aquella mujer acarició suavemente su rostro. No había frío en ella, era cálida, era como el rose de una pequeña llama que no quemaba, solo daba calor.

Mírate... Sacaste mi belleza, y conforme pasen los años, no va a pasar mucho tiempo para que seas la mujer más hermosa de todo Hogwarts.

Poco a poco, sus lardos dedos subieron por su rostro, las hebras de cabello de Hermione pasaban como una fina seda entre sus dedos.

Y mira tu cabello... poco a poco estás abandonado aquello que tus "padres" biológicos te heredaron... y te estas acercando cada vez más al cabello de tu padre verdadero.

La mano de aquella mujer acarició con ternura su cabello, no estaba tan explosivo como otros días, era casi como se hubiera aplacado, lacio, dócil. Su palma volvió a la mejilla de su pequeña, acariciándola con suavidad, para luego bajar a su mentón, levantándolo suavemente con el dorso de su mano.

Ojalá hubieras sido mi hija de verdad. Así hubieras tenido todo en este mundo... todo lo que te negaron durante esos años en el orfanato.

Hermione se dejó acariciar, sentía el calor que le brindaba la mano de Vinda sobre su rostro.

Ya tengo todo lo que necesito... tengo a mis amigos, tengo un hogar... y conocí a mis padres. Los que sí me aman. – Vinda sonrió suavemente, acercando su rostro a la luz de la vela.

Hermione suspiró. Su "madre" era mucho más hermosa en persona, incluso la estatua de mármol que aguardaba en su hogar y el retrato de aquella mujer no se podía comparar a la real, la que existía en su mente, la que le hablaba cuando se sentía más sola. Hermione podía sentir como su mejilla se humedecía suavemente, y su mirada se volvía borrosa.

Entonces... ¿Por qué estoy llorando? – se preguntó a sí misma en voz alta. Vinda sonrió.

Aún te queda mucho por vivir... No tienes porqué limitarte, Tu eres lo que tu casa representa. Busca la grandeza, como tu padre así lo quiso... Vive tu vida como si tuvieras mil de ellas. Yo estaré en cada una de ellas.

Vinda se acercó suavemente al rostro de la joven, tomando suavemente sus mejillas, dejando que sus dedos se humedecieran por las lágrimas de Hermione. Sus labios besaron suavemente la frente de su hija, para que así... todo fuera rodeado por la oscuridad.

Hermione Granger, La Niña que Vivió (EN REVISIÓN Y RE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora