One Shot #4

1.3K 122 184
                                    

Primera Sesión de admiradoras amorosas anónimas no tan anonimas de HermioneGranger

8 de Enero de 1994

Hermione permanecía en cama, y Delphini encima de ella, como si abrazara a un gran y suave oso de peluche sobre el cual dormía, un peluche que le daba calor y paz durante sus sueños. Mientras tanto, Luna se encontraba plenamente despierta, no había dormido mucho, no desde que en año nuevo, habían obtenido sus formas animagas, y eso era porque no podía olvidar la forma en aquello que Hermione se había convertido. La Serpiente del mundo, Jörmundgander. Nunca la había visto tan de cerca y en movimiento, las había visto por supuesto, pero solo en un libro y había sido un retrato que apenas y alcanzaba a dibujar su cabeza y un poco de su cuello, y no eran más que trazos incompletos. Su madre nunca tuvo tiempo de terminarlos.

Su madre, Pandora Lovegood, había dedicado muchos de sus años como bruja egresada de Hogwarts en descubrir el mundo, había viajado por muchos lugares y conocido muchos de sus misterios, misterios que en Gran Bretaña nunca se hubieran imaginado, o hubieran querido imaginar, mejor dicho, siempre reservándose a sí mismos. El basilisco era una de las serpientes más temibles, si no la que más, por su mirada mortal, pero entre las más majestuosas, no alcanzaría más allá del tercer o quizás, cuarto puesto, pues la raza de Jörmundgander, conocidas por su madre como Los Anillos del Mundo, eran sumamente hermosas, de todos los tamaños y colores.

Luna había estado pensando en ello todo el tiempo, Hermione tenía un color especial cuando se transformaba, sobre su largo lomo había rastros del espléndido cabello platinado de Hermione, como si fueran las espinas de un dragón pero muchas veces más suaves que la seda, y su escamas esmeraldas son casi tan hermosas como sus ojos, que con el brillo de la luna, parecía que cada esmeralda brillaba por cuenta propia, era como ver una hermosa nebulosa esmeralda brillante en la tierra misma, en palabras de la Propia Luna.

Su madre no se había olvidado de comentarle ningún detalle, sobre que cada serpiente del mundo era única en su tipo, y lo sabía bien, pues había sido la última alumna de Newt Scamander antes de retirarse de la magizoología de campo, y cuando ella misma nació, su madre dedicó toda la infancia de Luna no solo a criarla como la niña dulce y curiosa que era, si no a hablarle de todas las aventuras que tuvo con los muchos animales fantásticos que había encontrado... quizás de ahí venía la idea de su padre de que en algún lugar, existiría ese Snorkak de cuerno arrugado.

Sus pensamientos divagaron durante todo un rato hasta que escuchó movimiento a su alrededor, siempre mantenía las persianas de su cama cerradas, pero en esta ocasión había desistido, solo para tener la oportunidad de ver, cada vez que se volteaba, el precioso cabello platinado de Hermione, que se diferenciaba demasiado del plateado de Delphini, era como comparar el brillo de la plata más reluciente contra un rayo de luz puro. Cuando se sentó sobre su cama, vio como Astoria, Daphne, Hestia y Flora salían de la habitación lentamente, como si no quisieran despertarlas, y no tenían por qué por supuesto, era muy de temprano, y aunque Hermione acostumbraba a madrugar, habían adelantado tantos deberes de clases que Delphini ni se acordaba que tenía que ambas quedaron exhaustas.

Cuando las chicas hubieron salido de la habitación, Luna notó como una de ellas, posiblemente Hestia, ya que ninguna llevaba en ese momento sus broches, llevaba un cambio de ropa y una toalla debajo de su brazo, por lo que en cuanto abandonaron la habitación, Luna bajó suavemente sus pies de la cama y los puso en el helado piso, tomando su toalla y disponiéndose a bajar con ellos, hasta que una voz maternal, reprendedora y autoritaria de Hermione surgió en su cabeza diciéndole "No andes por el colegio semi desnuda con una toalla".

Parecía lógico, pero entonces otra voz, su propia voz, le respondía "Pero no estaría semi desnuda si me pongo la toalla, estaría vestida solo con ella, pero estaría vestida" Luna se asintió a sí misma, pero entonces la voz maternal de Luna le replicó "Si, pero sería muy fácil que se te cayera o que cualquier descuido te dejara expuesta". Inmediatamente, el tono de aquella vocecita autoritaria y maternal se cambió por una más suave, susurrante, pero que Luna podía escuchar perfectamente, y era a la que más caso le hacía. "Además... Yo no voy a ir, y nadie más debería de tener el privilegio de verte de esa forma." Luna, asintió determinada, incluso apretó el puño en señal de ello, y entonces buscó en su baúl lo más discretamente posible un cambio de ropa.

Hermione Granger, La Niña que Vivió (EN REVISIÓN Y RE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora