Cállese viejo lesbiano

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Alargaste el brazo y dejaste el pedacito de papel en la mesilla de noche, junto a la lámpara. Tu pecho dio una leve sacudida y comenzaste a reír en silencio.

Te despertaste al día siguiente, vestida con la ropa del día anterior y sobre las sábanas. Te levantaste y fuiste al baño a lavarte la cara con agua fría, como siempre habías hecho. De vuelta a tu habitación, miraste por la ventana, desde la que se veía la ciudad, o mejor dicho, los tejados. Tu habitación se encontraba en un undécimo piso, y la mayor parte de los edificios quedaban varias plantas por debajo. Las tejas rojas y los áticos con sillas y barbacoas te recordaron a tu ciudad de origen. Eran similares, y te viste a ti misma sentada en alguna de aquellas pendientes de tonos rojizos, observando el atardecer con alguien a tu lado... rodeando tus hombros con su brazo... Raúl.

Tenías que encontrar una manera de distraerte de su recuerdo, y del hecho de que se había marchado sin despedirse. Tu tormenta interior se calmó cuando recordaste la sonrisa de Sara al mirarte en el bar. Te estremeciste imperceptiblemente mientras continuabas paseando tu mirada por los edificios más lejanos. A unos cientos de metros había un conjunto de pisos que tenían una altura similar a la del hotel en el que te encontrabas. La mayoría de las ventanas de estos estaban cerradas, ocultas tras persianas, pero había una... estaba abierta, y en contraste con la negrura del interior, había alguien asomado, al que el sol daba de lleno.

Imposible, pensaste. No puede ser.

Incluso desde tal distancia reconociste el pelo como peinado con un cepillo de dientes... los brazos, fuertes y cubiertos de tatuajes... la boquita sonriente... Cerraste la ventana de inmediato, cohibida. Miraste de nuevo, y allí seguía, mirándote también desde la distancia. No te lo habías imaginado. Corriste las cortinas y te sentaste en la cama, entre asustada y excitada. Él había estado buscándote. Te buscaba a ti. Pero... de algún modo sabía dónde te alojabas, y en qué habitación exacta, y había encontrado la manera de observarte desde lejos. ¿Cuánto llevaría observándote? Dios mío. Recordaste que en los días anteriores te habías paseado por la habitación prácticamente desnuda, pensando que nadie podría verte, dada la escasa altura de los edificios colindantes.

Necesitabas hablar con alguien. Contarle a alguien lo que te ocurría. No querías asustar a tu abuela, así que descartaste aquella opción rápidamente, y mientras dabas vueltas, agitada, por la habitación, tu mirada reposó un instante sobre el papelito de la mesilla. Te detuviste y continuaste observándolo, debatiéndote en el interior. Finalmente lo tomaste y releíste el número;

+34 *** *** ***

Suspirando te llevaste una mano al móvil y marcaste. Dio tres tonos y alguien descolgó. Como no respondían, hablaste tú:

-Esto... ¿Sara?

-Hola. ¿Eres...?

-Sí.

Abduzcan - Fanfic AuronplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora