Pero qué me dices

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Sus ojos eran... Como chocolate caliente derramándose por tus labios. Te miró fijamente, entre sorprendido y pícaro. Tu intentaste -no te salió muy bien- sonreír de vuelta. Pero lo que sucedió realmente fue que tus rodillas empezaron a temblar bastante. Tragaste saliva mientras veías cómo él se incorporaba y apagaba el cigarrillo de manera irresistible contra la pared. Deja de pensar cosas raras -te dijiste. Comenzó a cruzar la carretera sin mirar a sus lados, y con cada paso parecía derribar una barrera dentro de ti. Cuando se encontraba a menos de tres metros, no pudiste sino correr en dirección opuesta, lo que implicaba entrar en la tienda que se encontraba a tus espaldas.

Era una tienda de ropa, y no lograste tener ningún pensamiento coherente hasta que alcanzaste uno de los vestuarios. Era bastante estrecho y no te ayudó precisamente a calmarte, pero la música pop machacona te indujo un estado de trance y conseguiste relajarte. Te miraste en el gran espejo. Estabas tan pálida que tus ojeras resaltaban ya demasiado, y tu cuerpo entero vibraba con las sacudidas de tu propio corazón, desbocado. 

Me ha mirado. Me ha mirado. A mí. Sabe que existo. Sabe que existo y... ¿quería hablarme? Seguramente solo quería cruzar la calle... No. Iba hacia mí. Andaba directo hacia mi, y por la manera de humedecerse los labios al mirarme... Oh venga. Deja de pensar estupideces. Y deja de ser tan estúpida, podrías haberte quedado, y haber descubierto qué quería, o sí quería algo...

Te pasaste las manos por el pelo, angustiada ante tal conflicto interno. Tenías razón, habías sido estúpida, y ahora tendrías que esperar un tiempo prudencial hasta que él se hubiera ido. Suspiraste.

Fuera del cambiador el ajetreo era considerable. Todas las voces, mayormente de adolescentes diciendo "tía", se entremezclaban con las madres diciendo "eso no" y con las dependientas preguntando "¿necesitas algo?". A tu alrededor oías a la gente moviéndose, entrando y saliendo de los cubículos. Tu te habías metido en el más alejado, con un jersey marrón y un pantalón hortera de esos que estaban de moda.

Para tu estupefacción, oíste cómo alguien se dirigía hasta el final del pasillo de los cambiadores y se detenía delante del tuyo. Quizás fuera una dependienta que iba a recriminarte estar demasiado tiempo con solo dos prendas. Cuando ibas a decir en alto que ya salías, la cortina se abrió.

Abduzcan - Fanfic AuronplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora