PREFACIO

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—Atsumu te prometo que como vuelva a ver la suela de tu asquerosa zapatilla a menos de cinco centímetros de la guantera no voy a dudar en empujarte fuera del coche en marcha.

—Omi, ¿tú entrenas para ser desagradable? —Atsumu no necesitaba despegar su vista de la carretera que les rodeaba para saber que su acompañante tenía el ceño fruncido.

—No necesito entrenar, la práctica contigo me ha hecho experto.

    Atsumu bufó y descruzó sus piernas, teniendo sumo cuidado de que sus zapatos no entrasen en contacto con la carrocería del coche.  Tras la acción, desvió su atención del paisaje al conductor del automóvil en el que se encontraba.

Los Black Jackals habían ganado el último partido de la temporada, y eso era sinónimo de vacaciones. O esa era la idea que había fijado Atsumu en su minúsculo cerebro.

—Estás muy callado.

—Joder Omi-omi, me acabas de amenazar de muerte y encima me reprochas que estoy en silencio —Levantó sus brazos exageradamente y los dejó caer en sus piernas—. ¡Hombres, no hay quien os entienda!

—Tienes razón, el viaje en coche es más agradable cuando tienes el pico cerrado.

—Sí. Eres la simpatía hecha persona.

Aparcando cerca  del konbini más cercano, Sakusa Kiyoomi colocó una mascarilla negra en su pálido rostro y una gorra de Nike en la cabeza de Atsumu Miya. Ambos salieron del coche a la vez. Casi por inercia, sus cuerpos se juntaron mientras caminaban. La mano de uno de ellos se estiraba por rozar la piel del otro, que correspondió el gesto uniendo sus dedos meñiques. 

Al entrar en la pequeña tienda, se separaron a buscar la  bebida del otro. Habían quedadoen pedir comida fuera, por lo que simplemente necesitaban algo para saciar su sed.

Atsumu  sabía prácticamente de memoria dónde estaba el vino que le gustaba a Kiyoomi.

Kiyoomi tardó  dos segundos en llegar al frigorífico que guardaba la kombucha favorita de Atsumu.

No tardaron ni 5 minutos en el interior del establecimiento. Llegando al coche estacionado de Sakusa, ambos dejaron caer sus enormes cuerpos en los asientos. 

—¿Necesita su majestad algo más antes de dirigirnos a casa?

—Já, mi apartamento nunca será tu casa, cerdo. Ya me basta con tener que recoger la suciedad que dejas los fines de semana como para tener que aguantar el martirio de vivir contigo.

Atsumu sonrió ante la respuesta mientras observaba cómo Sakusa comenzaba a arrancar el coche. Sujetando el volante con las mangas de la camisa remangadas, las venas de sus brazos quedaban expuestas ante la tenue luz de la luna. El ceño fruncido mirando la carretera,  permitía a Atsumu observar la  oscura profundidad de las orbes de Sakusa. Joder, cómo era posible ser tan guapo y a la vez tan imbécil.

—Omi

—No vamos a vivir juntos. Al menos no hasta que encontremos un piso con habitaciones separadas a buen precio— Atsumu comenzó a reírse ante la respuesta. El corazón de su acompañante dio un vuelco ante el sonido; siempre iba a provocarle el mismo sentimiento de ternura escuchar sus carcajadas.

—No imbécil, eso ya lo iremos hablando—Con la sonrisa postrada en el rostro, una mano acarició el muslo de su pareja—. Quiero que pares el coche.

—Miya...

—¡Mira, un terreno abandonado, párate ahí!

—¿Eres un puñetero adolescente en una película norteamericana o qué?

A pesar de las quejas, Sakusa Kiyoomi aparcó en el descampado.

A pesar de las quejas, Sakusa Kiyoomi se desabrochó el cinturón de seguridad.

A pesar de las quejas, Sakusa Kiyoomi besaba con fervor a Atsumu Miya.

Y, a pesar de todo, Sakusa Kiyoomi amaba a Atsumu con toda su alma.

—Eres. Un. Jodido. Imbécil—Era complicado hablar entre besos, pero el rubio era capaz de entender cada una de sus palabras aunque no llegase a pronunciarlas.

—¿Puedes dejar de insultarme de una vez?—Sus manos, siempre certeras en la cancha, temblaban mientras desabrochaban el cinturón de su amante.

—Nunca—Ahogando un gemido, Sakusa continuó besando a Atsumu, dejando un rastro de memorias rojizas en su cuello y un amarillento trazo de sus dedos en su espalda. Quería recordar cada trozo de él. Para siempre. 

No tardaron mucho en recomponerse de aquella escena. Abrochándose los botones de la camisa, las mejillas sonrojadas del moreno hicieron sonreír a su acompañante, que trataba de recobrar un ritmo respiratorio normal. 

—Para ser un atleta tienes la estamina de un señor de 90 años— Apoyando de nuevo la cabeza en el cristal, el rubio cerró los ojos y esperó a que su pareja arrancase de nuevo el coche.

—Atsumu, espérate a llegar a casa.

Y Atsumu quería contestar a esa afirmación con un comentario sarcástico. 

Quería contestarle y hacerlo enfadar un poco más.

Quería besarle el ceño fruncido mientras ambos cenaban sushi.

Quería hacer muchas cosas, pero el pitido de un coche por detrás y el impacto que prosiguió, le dejaron claro que tendría que esperar.

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La vista de Sakusa Kiyoomi se fundió en negro antes de escuchar el sonido de algo quebrarse. 

No supo distinguir si los cristales se rompieron antes que su corazón.



9 Citas [SakuAtsu]Where stories live. Discover now