VI

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¡Sorpresa!

Al abrir la puerta nos encontramos con una alargada plataforma de rejilla que daba a unas escaleras similares a las de escape que tenían los hospitales.

  Bajo nuestros pies se abría paso un gran sala rodeadas por paredes cemento, como si ni siquiera se hubieran tomado la molestia de dar una capa de pintura, mientras que del techo colgaban grandes lámparas que se encargaban de dar luz a la estancia subterránea que carecía de ventanas.

A ambos lados de la plataforma en la que nos encontrábamos, esta se extendía hasta llegar a unas puertas de metal que se veía oxidado. Sea lo que fuera que estuviera ahí dentro no tenía buena pinta, pero ahí fuimos a investigar; así que nos armamos de valor —o al menos yo, porque mi acompañante parecía haber nacido para esto.— y comenzamos a caminar agachados hasta la puerta que se encontraba a nuestra derecha.

  En el corto trayecto se escuchaban varias voces hablando unas por encima de otras, así que no pude distinguir nada de lo que decían por mucho que intenté centrar mi audición en una sola.

  Más rápido de lo esperado llegamos a la puerta y nos paramos frente a ella. Mi mirada pasó lentamente de la puerta al pelinegro que se encontraba a escasos centímetros delante de mí.

  Ambos asentimos una vez nuestras miradas se cruzaron en señal de a por todas.

  En aquel momento sentía el corazón desbocado bajo mi pecho, con la adrenalina recorriendo cada poro. Sentía que estaba viviendo una película de acción en primera persona, sólo que en esta película quizá no había final feliz.

  Antes de que la mano del joven tocara el pomo de la puerta toqué su hombro sutilmente para captar su atención.

  — ¿Cómo te llamas? —si íbamos a morir juntos qué menos que saber su nombre, ¿no?

  — Hero —y dicho eso nos adentramos en la nueva sala.

  Una vez dentro, nos erguimos y comenzamos a explorar la habitación con cautela, habían dos puertas de las cuales en cualquier momento podría salir una persona, y por ello no bajamos la guardia ni un segundo.

  A primera vista, el lugar parecía una especie de laboratorio. Paredes blancas, mesas de metal con artilugios científicos —los cuáles no comprendía su función y prefería no hacerlo—, un ordenador...

  Avancé hasta el escritorio donde se situaba el ordenador para echar un vistazo.

  "El sujeto 2 ha dado resultados favorables a la dosis b del compuesto de prueba.
  Dos horas más tarde ha reaccionado según lo previsto y debemos continuar con el tratamiento."

  — Tienes que leer esto —dije sin apartar la mirada de la pantalla.

  Hero se situó a mi lado y acercó su cara al monitor para leer las anotaciones.

  — ¿Qué cojones? —fue lo primero que soltó por su boca

  — Aquí está pasando algo muy turbio.

  — Tenemos que irnos —dijo serio tras mirar el reloj que colgaba en la pared; las tres de la madrugada.

  — Primero hay que ver que hay en esas puertas —sentencié con dureza, dándole a entender que no admitiría un no por respuesta.

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