Desde pequeño me he caracterizado por tener una imaginación muy activa, lo cual era un campo fértil para ver monstruos y criaturas de espanto entre las sombras de mi habitación en cuanto la luz se apagaba.
A determinada edad mis padres y yo nos mudamos de casa, la primera noche fui incapaz de dormir en mi propia habitación, la puerta de esta estaba rota y no podía cerrarse, mi cuarto daba directo al pasillo y al otro lado de este estaba el baño, desde mi cama se observaba la penumbra de aquel largo pasillo, al otro extremo podía ver como la puerta de nuestro baño se abría lentamente y de esta se colaba la silueta obscura de un ser alto, demasiado delgado y con las extremidades más largas de lo habitual.
Este pesar que me atormentaba me hacía gritar de forma que mis padres se despertaban y corrían a mi lado, los meses pasaron y mis padres me presionaban para dejar su habitación y regresar a la mía, después de todo ya tenía diez años y según ellos era momento de afrontar mis miedos, a pesar de que para ese momento la puerta de mi respectivo cuarto estaba arreglada, en las noches mientras estaba acostado en mi cama, tenía la sensación de que alguien permanecía de pie, frente a mi puerta.
Decidí empezar a ignorar este pensamiento y, con forme pasaron los días, pude lograr dormir bien... Lamentablemente, esto no duro mucho, una noche calurosa de verano, estaba luchando por dormir, el calor me incomodaba y el sudor de mi cuerpo causaba que mi piel se pegara a las sabanas; luego de muchas vueltas y de destapar casi todo mi cuerpo, me quede dormido aproximadamente a las dos de la mañana. Al cabo de un rato sentí en la palma de mi mano derecha un roce helado.
Me desperté de golpe, estaba sobre mi cama, recostado boca abajo con la mano colgando debajo de mi cama; miré el reloj despertador que tenía en mi buro, apenas eran las tres de la mañana. Dentro de mí la arrogancia y la obstinación vencieron a mi miedo, una voz en mi cabeza me decía "ya estás grande, no eres un niño pequeño como para temerle a la obscuridad" así que con ese poco de valor que me brindo mi falsa idea de ser un joven maduro, sin pararme de mi cama asome mi cabeza al hueco debajo de mi cama, encontrándome nada más con penumbra, una obscuridad densa, unos ojos blancos con el iris completamente negro, como si de una mancha de pintura se tratase, y una sonrisa macabra, compuesta de dos hileras de dientes, blancos y sumamente expuestos, pues, estaba casi seguro que podía ver las raíces de los mismos.
El susto ocasionó que cayera de mi cama, al regresar mi mirada a donde estaba esa "aparición" me percaté de que ya no había nadie; sin embargo, al regresar mi mirada al frente, lo que sea que estuviese debajo de mi cama, me estaba mirando, a escasos cinco centímetros de mí. Volví a gritar, tan fuerte como nunca lo había hecho en mi vida. Mis padres corrieron conmigo, pero cuando ellos llegaron ya no había nada, solo estaba yo tirado en el piso lleno de sudor y lágrimas. Ahora... ah, llevo tres meses en este hospital, por lo visto papá y mamá no me creyeron.
............No estoy loco.
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Relatos paranormales
ParanormalUna recopilación de historias y cuentos de terror y suspenso.