El espejo

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¿Han pasado al lado de un espejo durante la noche? ¿Han sentido un escalofrío recorre su cuerpo al mirar su reflejo por el rabillo del ojo?...

Mi abuela era una mujer dulce y muy amable, raro entre la familia pues según se sus hermanas tenían una personalidad más bien uraña. Mi abuela vivía conmigo y mis padres, o más bien nosotros vivíamos con ella, la casa que teníamos era de mis bisabuelos y paso a ser de ella.

Yo, desde que tengo memoria se me permite ir por toda la casa, menos a una habitación del último piso de la casa, una habitación de puerta color vino que se encuentra al final del pasillo.

Y yo siempre obedecía a lo que me pedían, hasta un día que me encontraba con mis primos, en esa entonces teníamos unos doce o trece años, mi primo Lucas me reto a entrar a ver lo que había ahí y por qué no nos dejaban entrar a esta. Al yo negarme mis demás primos me tacharon de cobarde y como era de esperarse en niños empezaron a molestar haciendo sonidos de cacareo que me terminaron hartando.

Camine a paso rápido, pero con forme me acercaba a la puerta mis pasos se hacían lentos, lentamente abrí la puerta, que al parecer no estaba cerrada con seguro, mi abuela y padres sabían que yo me portaba bien, supuse que sería por eso, al entrar encontré un cuarto normal, con algo de polvo, pero no era muy distinto a mi cuarto en realidad, camine al rededor de este y me encontré con un espejo que llamo mi atención.

Me quedé unos minutos mirando mi reflejo, directamente a mis ojos, mientras más veía mi reflejo más parecía que la habitación se desvanecía, las cosas al rededor de mi se llenaban de sombras y perdían detalle de a poco. De pronto sentí un tirón en mi mano y al apartar la mirada vi a mi abuela jalandome hacia afuera de la habitación.

- Te había dicho que no quiera que entraras ahí - me regaño, nunca antes me había regañado, por lo menos ella ya que mis padres si llegaron a regañarme e incluso castigarme al hacer alguna travesura, pero me resultaba extraño que mi abuela me regañara -

Luego de eso nos hizo bajar a mis primos y a mi ya que se supone que estábamos en una reunión familiar así que nos dijo que convivieramos con mis otros primos. La tarde paso y mis tíos se tuvieron que ir, de nuevo éramos mis padres, mi abuela y yo, ya cuando nos fuimos a dormir, sentía una especie de paranoia como si alguien me observará, decidí no tomarle importancia por qué siempre tenía sensaciones raras cuando estaba obscura la casa, nunca me agrado la obscuridad.

Me fui a acostar pero en la madrugada desperté debido a una parálisis del sueño, que aquí en el pueblo de mi abuela se refieren a el diciendo "se me subió el muerto". Había oído a mi mamá decir cómo se sentía cuando a ella le llegaba a pasar, sin embargo no supe cuán horrible se siente hasta que me pasó a mi.

Sería feliz si les dijera que me dejaron de pasar cosas raras después de esa noche, pero el día siguiente empecé a sentir cosas aún más extrañas. Me encontraba bajando las escaleras, mi mamá me había hablado para que bajara a comer, deje mis cosas de la escuela en mi cuarto y baje lo más rápido que pude, pero en mitad de las escaleras escuché de nuevo que alguien decía mi nombre, pero esta vez casi como en un susurro.

- ¿Me hablaste? - le pregunté a mi papá en cuanto llegue a la sala y lo vi sentado en el sillón grande al centro de está -

- No - me respondió muy neutral -

- Es que escuche que me hablaron -

- No, tu mamá te hablo hace un rato para que bajarás a comer, nada más - comento poniéndose de pie y llendo al comedor -

No le tome mucha importancia así que fui a comer. En ese día no me volvió a pasar nada parecido, al día siguiente en la escuela le conté a mi amiga Julia lo que me había pasado, y lo que ella me contó me dejó más inquieta de lo que estaba.

- Pues dicen que cuando escuchas tu nombre y nadie está ahí es por qué estás a punto de morir y la muerte es la que te llama - ambas estábamos comiendo en una jardinera de la escuela -

- Ay no inventes - exclame tragando pesado el bocado que tenía -

- No manches, Ximena... Son creencias nada más, como si la muerte avisará que ya te toca - se burló -

Aún que había tratado de convencerme de que todo tenía una explicación seguía con pánico por que algún fantasma o espíritu estuviera en la casa. No sabía si sería prudente o no preguntarle a mi abuela por qué no quería que entrara, después de todo es su casa y ella pone las reglas, no debería de darme explicaciones de nada. .

- Oye abue - la llamé, las dos estábamos solas, mis papás trabajaban y yo al regresar de la escuela me quedaba sola con mi abuela, le ayudaba en algunas cosas que no podía hacer y también me encargaba de que no estuviera sucia o tirada la casa -

- ¿Que paso Xime? - me respondió pero yo dude en preguntar -

- Pues es que... Quería saber por qué no puedo entrar al cuarto de arriba - en ese momento la cara de mi abuela cambio a una muy seria y evito mirarme -

- No quiero que entres - fue lo único que me respondió y seguido de eso se fue a cerrar la puerta del cuarto con llave -

Siguieron pasando los días y el susurro con mi nombre dejo de ser un susurro y se volvió una voz normal, que fue escalando hasta que me parecía que era un grito.

Una noche, de nuevo desperté a las 3 am, pensé que sería una parálisis de sueño de nuevo, pero sentí que mis piernas y brazos se movían, me levanté de la cama pero no tenía control de mis movimientos, salí de mi habitación, descalza y aunque trate de gritar no podía emitir palabra alguna, las lágrimas corrían por mis mejillas, estaba desesperada, quería dejar de caminar pero mi cuerpo no me obedecía.

Lentamente subí las escaleras del tercer piso, con cada escalón que subía sentía un escalofrío subir por mi espalda, y el ambiente pesado y frío.

Al llegar a la puerta roja mi mano se extendió y giro ligeramente la manilla, por un momento sentí alivio al recordar que mi abuela había cerrado la puerta con llave, pero ese alivio duro solo un segundo pues la perilla giro a la perfección y la puerta se abrió. Camine hasta al frente del espejo y me quedé parada, quería cerrar los ojos pero no podía, mi mirada quedaba fija en los ojos de mi reflejo, pero este se empezó a mover.

Pude ver con horror la mano de lo que se supone que debía ser mi reflejo, moviéndose al frente, poco a poco vi como su mano atravesaba el cristal del espejo y tomaba mi mano, de un movimiento brusco me adentro al espejo y mi reflejo salió a su vez de este.

- ... Debiste obvedecer - susurro lo que sea que estuviera fuera del espejo y luego se marchó cerrando lentamente la puerta del cuarto -

Yo me quedé ahí, inmóvil, no entendía lo que acababa de pasar y no sabía si era un sueño nada más. Me quedé sentada en lo que podría decir que era el piso del interior del espejo, podía ver por el cristal como si fuese una ventana, solo veía los pies de la cama y la pared de tapiz amarillo, la puerta y nada más.

La noche pasó y con esas horas que estuve ahí me di cuenta que no era un sueño, que esto realmente estaba pasando, golpee con mis puños con desesperación el cristal del espejo, con todas las fuerzas que tenía pero no se rompía, no pasaba nada, intenté gritar pero pareciera que mi voz se quedaba atrapada dentro, solo yo podía escucharme.

Cuando finalmente me cansé gire al otro lado, solo se veía obscuridad, la única luz que entraba era de la habitación, realmente era muy poca la que podía iluminar escasamente dos pasos desde el cristal del espejo. Lo peor paso al llegar la noches ese pequeño rato de luz que me apartaba de una obscuridad profunda se desvanecía, y yo quedaba sumergida en la penumbra.

Nunca más he visto a mi familia. Nunca más sentí la luz del sol. Nunca más jugué con mis amigas.

Nunca salí del espejo...

Relatos paranormalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora