|| Cap 1: Nuevo comienzo ||

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—¿y dónde planeamos vivir, Sowjet?—emocionado jugaba el alemán con sus propios pantalones, tirando de la tela y apretando su tejido con los puños, intentando equilibrar ese sentimiento excitante que crecía en él.

URSS, a su lado, conducía mirando al frente, pensando en la cuestión contraria. Tras haber dejado al estadounidense en tierra firme, ellos habían seguido su camino en coche a...a alguna parte, porque ni el soviético mismo sabía a dónde conducía.

—Pues buena pregunta—el mayor hizo una mueca con sus labios, habían estado dando vueltas sin rumbo fijo por Berlín, viendo a la gente pasar y a los edificios derrumbados sin ton ni son, sin ir realmente a ningún sitio.—Si tienes algo en mente estaría bien.

—De hecho sí—sonrió el adolescente, captando la atención del soviético, que dejó de mirar a la carretera por un nanosegundo para mirar a su copiloto.—La casa en donde yo vivía está en la región oriental, y como está algo alejada de la civilización, no creo que le hayan caído demasiadas bombas, podemos ir a ver.

URSS meditó la propuesta, en realidad nunca había ido a la casa de Reich, siempre que habían tenido reuniones era en sitios más formales o incluso en su propia casa, pero no en la del alemán, así que, más por curiosidad que por otra cosa, aceptó.

—Entonces sé mi guía, por favor—URSS sonrió a la par que Alemania, que se puso de rodillas en el asiento del coche, porque aún no existían los cinturones de seguridad que le prohíbesen aquello, para ver mejor al frente y estar más atento.

—mmm vale, realmente ya no me guío muy bien porque está todo destrozado y no reconozco las calles...—empezó Alemania, ganándose una mueca del soviético que no supo interpretar—Pero yo te diría que salieses del centro y fueses por alguna calle que diese a las afueras.

Y exactamente como dijo, el mayor condujo hasta llegar a un punto de intersección de carreteras, con caminos que seguían para más adentro y otros que llevaban fuera de la capital, camino que tomó.

—¿todo recto?—preguntó el comunista, intercalando su mirada con la carretera y con el niño que tenía a su derecha.

—¡Ja!—con la afirmación del chiquillo, URSS siguió conduciendo por las magulladas carreteras, socavones decorando el asfalto.

Cuando llegaron a una determinada parte del trayecto, Alemania paró al contrario con sus palabras.

—¡Bien! Ya sé dónde estamos, espera que me ubico—URSS frenó, quedándose a la deriva, aunque fuese en tierra, esperando a que el alemán terminase de inspeccionar la carretera y se hiciese un pequeño mapa en la cabeza, tenía que ser un buen GPS para el mayor.

—Vale, si sigues por esa carretera llegas a un cruce, ahí vas a la izquierda y sigues todo recto, después hay otra intersección y vas hacia la derecha, de ahí ya es todo cuesta arriba directamente a mi casa.—Alemania sonrió mirando al mayor, que le devolvía la mirada igual de sonriente, volviendo a repetir las indicaciones del pequeño en su cabeza, grabandose las instrucciones para no perderse.

Y así, sin más tiempo que perder, el soviético pisó a fondo y cogió el volante de nuevo, yendo justo por donde había dicho el azabache.

Iban tranquilos, el silencio de las palabras rodeando el ambiente, el único sonido que se escuchaba siendo el del coche y sus motores, y algún pajarillo que otro sobrevolando el cielo. Como tenían las ventanillas bajadas, Alemania disfrutaba del aire que le daba en la cara, apoyando sus brazos y consecuentemente su cabeza en ellos, entre cerrando los ojos por la luz del sol, que le daba de frente.

No pasó mucho tiempo hasta que el alemán la divisó, una mansión entre los árboles, grande e imponente ante el bosque, presidiendo la pequeña colina.

𝑫𝒊𝒗𝒊𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂𝒔 || Alemania + soviéticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora