|| Prólogo ||

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—¡Señor, hemos encontrado al niño!—su propia respiración agitada, gritos, el sonido de las ametralladoras y el fuerte agarre alrededor de su antebrazo era lo único que podía sentir Alemania, aterrado y preso del pánico, ni siquiera se había dado cuenta de que le habían llevado hasta la presencia del líder.

—Bien hecho camaradas, soltadle.—La mano que apretaba la piel del alemán desapareció, dejándole mover libremente.

Los soldados soviéticos que le escoltaban no tardaron en volver al campo de batalla, aunque ya no quedaba mucha guerra que pelear, estaba claro quién había ganado.

Германия, ты в порядке? (¿Alemania, estás bien?)—URSS, con alguna venda que otra rodeándole las heridas repartidas por su cuerpo, se arrodilló ante él.

El aludido no respondió, tenía la cabeza hecha un lío. Su corazón estaba latiendo a mil por hora, sus manos sudaban, sus ojos estaban dilatados de adrenalina y su cerebro demasiado aturdido para saber lo que pasaba en torno a él.

En su cabeza pasaban imágenes corriendo: el cómo su padre le anunciaba que la guerra había llegado a Berlin, el cómo le decía que por favor se pusiese a salvo, el cómo él no hizo caso y lo primero con lo que se encontró fue con los cadáveres despedazados por los suelos de la ciudad, soldados de todas las nacionalidades corriendo mientras disparaban, tanques enfrentándose entre sí, los edificios derrumbándose y los gritos desgarradores de la gente mientras moría.

Lo último que recordaba era ir en busca de su padre. Llevaban ya dos semanas de batalla, la Victoria soviética era más que esperada, pero aun así, los soldados alemanes no se rendían por nada del mundo, incluso con el país en llamas y lleno de escombros, los muertos descomponiéndose y el ruido de las sirenas de defensa civil sonando día y noche, ni siquiera eso paraba a los militares en defender su patria.

Alemania corría entre las calles destrozadas, esquivando estadounidenses, británicos, y todos los soldados de distintos países aliados que habían llegado desde occidente. No sabia a donde iba, ni si quiera reconocía los caminos por los que estaba yendo, pero estaba determinado en encontrar a su padre.

Tarea que no le fue posible. Los gritos de un par de soldados con acento ucraniano le pararon los pies. No pudo hacer más que obedecer a lo que decían, tenían una pistola apuntándole a los sesos, y si no quería que estos volaran, era mejor ir con ellos.

Después de eso todo estaba en negro, el camino hacia allí lo pasó ensimismado, no queriendo presenciar la realidad.

—¡Hey, Alemania, despierta!—sus ojos volvieron a cobrar vida, asustándose por el repentino grito, el mencionado saltó en su sitio, mirando a todos lados mientras giraba la cabeza, como si acabese de despertar de un pesado sueño.

Miró al frente, encontrándose con los ojos del soviético observándole atentamente, no tenía el parche puesto, así que intimidaba incluso más.

—S-sí yo- yo estoy bien—aunque a duras penas, Alemania pudo contestar a la pregunta mencionada anteriormente.—y-yo So-Sowjet...¿qué me va a pasar?

URSS le quitó la mano que había puesto antes en su hombro, levantándose de nuevo y mirando a otra parte que no fuese él. Por el momento estaban en una pequeña base improvisada en el centro de la capital, una parte barricada ya tomada por las fuerzas aliadas, donde guardias patrullaban en busca de más nazis y donde se comunicaban por una radio en la mesa con otras bases repartidas, informándoles sobre la situación de la guerra.

—Por ahora piensa que eres un prisionero de guerra, Alemania.—El azabache jadeó con sorpresa, asumiendo su nueva postura.

Bueno, era mejor ser un prsionero a tener tu cabeza en la mira.

𝑫𝒊𝒗𝒊𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂𝒔 || Alemania + soviéticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora