|| Cap 9: Strudel con kompot ||

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Los brazos de Alemania apretaban con fuerza la cintura contraria, de rodillas en el suelo y arrastrándose gracias al movimiento de su novio, que intentaba andar directo a su cama entre los tirones del azabache.

—¡Perdón, enserio perdóname Rossija!—El alemán se apegaba con fuerza, barriendo la superficie de madera con sus rodillas; seguramente le iba a salir algún moratón que otro.—¡Lo siento de verdad, no quería actuar así con Ucrania!

—Ya Ale ya...te he dicho que te perdono quinientas veces...déjame—Rusia no lo decía a malas, de verdad que no tenía ningún tipo de enfado con el alemán, pero necesitaba tumbarse y descansar, aunque las súplicas de su novio no le ayudaban.

—¿Estás cabreado? En serio lo siento, no volverá a pasar—Alemania aflojó su agarre, y dirigiendo su mirada desde el suelo hacia el albino, le miró con ojos tristones y arrepentidos.

—Alemania, no estoy enfadado, estoy con resaca, por favor, cállate—No quería sonar como un borde amargado, pero no tenía ánimos como para opacar la molestia de su voz.

El menor cerró por fin la boca, sintiéndose mal por haber fastidiado de nuevo a su pareja. Bajando la mirada hizo un puchero y le soltó la cadera, quedándose de rodillas en el suelo y dejando al fin que Rusia se pudiese tumbar en su cama, el cual reposó en ella con un suspiro cansado.

—De todos modos...¿es que tú no estás mal? Te veo fresquísimo...y mira que ayer tenías pinta de zombie...—Rusia se puso el brazo en la frente, tapándose de paso los ojos de la luz que llegaba gracias a la ventana, entrecerrada con la cortina.

—¿Yo? Qué va, estoy bastante bien, me da que no tengo resacas—ligeramente, Alemania se carcajeó, volviendo a ponerse de pie con la intención de acercarse a su novio y sentarse en la cama con él.—Ayer tenía la cabeza latiéndome, pero realmente hoy me he despertado bastante normal.

El alemán susurraba con suavidad, no queriendo ahora molestar al albino con sonidos fuertes. Ciertamente, ese día la casa estaba la mar que silenciosa, con los dos hermanos reposando y la bielorrusa jugando con el gato en su propia habitación; aparte, URSS había salido de casa por aquel asunto gubernamental que tenía que tratar con los otros dos países, así que estaban solos.

—...Adoro tu genética, menuda suerte—el ruso soltó un suspiro cansado, abriendo los ojos y dirigiendo su vista al azabache que todavía estaba sentado a su lado—Ven, túmbate conmigo.

Tan rápido como lo dijo, Alemania pasó por encima del albino para posicionarse al otro lado de la cama, y con una sonrisa alegre, contrarrestado los remordimientos anteriores, dejó su cuerpo caer en los brazos del ruso, tumbándose a su izquierda y dejando la cabeza en el pecho ajeno. Rusia, con más calma que el contrario, dejó que sus largos dedos se mezclaran con el pelo del alemán, acariciando su cabeza y cabello con suaves mimos.

Ninguno de los dos dijo nada más. El ruso necesitaba descansar e intentar dormir unas horas para que el horripilante dolor de cabeza se le fuese o al menos, aminorase. Aparte, Alemania se había quedado más tranquilo al saber que no había resentimiento alguno y que estaba perdonado, por lo que accedió a acompañar en el sueño a su novio, y darle cariñines.

Ahora, mientras los adolescentes dormían, expliquemos lo que pasó cuando llegaron de la borrachera: Bien, la pandilla de niños más Serbia volvieron a casa con el corazón en la garganta, la ebriedad no pudiendo opacar el miedo que le tenían a enfrentar la furia de su padre, pero grande fue su sorpresa al entrar a la mansión, y ver que no había ni rastro del soviético ni de su voz diciendo "¡¿Qué habéis hecho con Alemania?!" (Que por cierto, lo estaba cargando Serbia a caballito, porque el pobre no se mantenía en pie por si solo).

𝑫𝒊𝒗𝒊𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂𝒔 || Alemania + soviéticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora