Club de lectores

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Patricia, una escritora profesional de cuarenta años, había terminado de escribir su décima novela, sentía satisfacción porque era su obra más reciente. Después de un mes de haber publicado Antes de morir deseo decirte, una tarde decide revisar el correo electrónico, se percata que el asunto decía lo siguiente.

De: Club de lectores.

Soy Susana Rivadeneira la dueña y representante de este club. Vi las noticias del periódico «El Nacional» donde mencionan tu última obra. Quiero felicitarte por esa trayectoria y quisiera invitarte a nuestro grupo de lectores.

Estaba acostumbrada a recibir correos de seguidores, felicitándola por su manera de escribir, esto la halagaba. Sin embargo, se mantenía fría con las emociones para que la fama no le haga ilusiones. Nunca le había llegado una invitación a un club. Por un lado, tenía el presentimiento de que no debía ir, pero después de pensarlo confirmó su asistencia.

Apagó el ordenador para irse a trotar. Tenía esta costumbre desde que era joven. Corría para sentirse bien con ella misma, además, las ideas fluían libremente al finalizar un entrenamiento intenso. Patricia llevaba consigo su IPOD para escuchar música. Llegó al hogar cuando terminó de hacer ejercicio, se duchó, se vistió y comió saludable. Volvió a prender el ordenador por si alguna idea nueva se presenta para escribirla en el bloc de notas.

Navegando en internet se da cuenta de que el club de lectores le había enviado su dirección y la fecha en la que se encontrarían.

El fin de semana llegó. Se arregló para dirigirse al club en el centro de la ciudad. El sitio era tenebroso, viejo y descuidado. Le resultaba extraño que se reunieran a leer libros en el sótano de un edificio abandonado. Había cinco personas, Patricia era la sexta. Susana la presenta a los demás miembros. Nunca estaba cómoda hablando en público.

Al comienzo del discurso dio una extraordinaria introducción de la obra  «Antes de morir deseo decirte», y al finalizar los elogios, les pidió leer los primeros cinco capítulos para el próximo fin de semana. La reunión duró dos horas, hubo una pequeña merienda para poder conversar, entonces Jorge un miembro del grupo se le acerca de forma sospechosa.

—Te felicito por tu maravillosa obra, pero si puedes huir de este club, ¡hazlo!—comentó Jorge.

—¿Por qué?—dijo Patricia. 

―No puedo mencionarlo. Me asesinarían―susurró Jorge, volteando para cerciorarse de que nadie lo escuchaba.

No pudo seguir conversando debido que la líder del grupo se aproximaba, pero en una servilleta anotó su número y escribió ¡Llámame apenas puedas! Pensaba que la gente era  paranoica. Trató de esbozar una sonrisa cuando ella le dio un abrazo de agradecimiento por haber asistido. Susana decide invitarla a cenar y ambas fueron a un bar cercano. 

—Cuando leí tu obra me pareció interesante que Max sea un espía, sabía que en cualquier momento iba a morir y aun así se daba tiempo para mandarle cartas a su amada. —comentó Susana.

—Sí, escribí esa parte porque mi madre decía que cuando existe el amor verdadero no importan los obstáculos ―dijo Patricia.

—Me gusta que huyas del cliché, ¿has pensado escribir algo últimamente?—dijo Susana.

—Deseo viajar por el momento—Sonó cortante.

—Es una lástima. Tal vez el club te regrese las ganas de escribir―rió Susana

—Es amable de tu parte. Se está haciendo tarde y tengo que regresar a casa—contestó Patricia.

Salieron del bar y se separaron. Patricia recordó al misterioso hombre que le dijo que huyera. Trató de no tomarle importancia, seguir con su vida y disfrutar del club. Aunque le dio curiosidad saber quién es Susana Rivadeneira. Llegó a su hogar, lo primero que realizó fue indagar en Google sobre esta mujer. Las primeras páginas no daban ninguna información sobre la dueña del grupo, hasta que por fin entró en una noticia amarillista cuyo título despertó su interés.

Lo extraño está cercaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora