Just one night

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𝟏 𝐰𝐞𝐞𝐤 𝐚𝐠𝐨.
𝐍𝐞𝐰 𝐎𝐫𝐥𝐞𝐚𝐧𝐬, 𝐋𝐨𝐮𝐢𝐬𝐢𝐚𝐧𝐚.

Afuera el frío era implacable; mi nariz se puso roja en cuestión de segundos y tuve que meter mis manos en los bolsillos de la chaqueta para buscar un poco de calor. Las calles estaban vacías, la noche particularmente más oscura, cosa que ayudó a que los pensamientos se arremolinaran en mi cabeza tal como la brisa lo hacía en mis cabellos. Traté de pensar en mi futuro y las cosas que quería hacer, también pensé en mi hermana y el odio justificado que sentía por mí; pero como siempre, como a todas horas, mis pensamientos se fueron hacia Blue. Y entonces empecé a recordar sus ojos, su sonrisa, la forma en que me miraba, me protegía y me decía que me amaba. Sentí dolor, porque así como los buenos momentos fueron muchos, también estuvieron los malos; en los cuales no reconocía a la mujer de la que me había enamorado y sólo podía llorar por horas y esperar que al día siguiente ella volviera a ser la de siempre. Pero los suprimí, porque sí, el sentimiento masoquista que me acompañaba desde hacía ya tiempo se empeñaba en recordarme cuán grande era el amor que sentía y que sólo debía centrarme en eso.

De repente una rabia hacia Blue me embargó, pues se suponía que nuestra historia de amor no debió terminar de esa manera. Yo lo había dejado todo por ella, pero al parecer ella más que amarme a mí sólo amó la forma en que yo la adoraba.

─¡Hey, bonita! ─Se escuchó como un eco en la calle por la que caminaba. Mi mirada se paseó por toda esta hasta que en la acera de en frente pude ver a un grupo de mujeres fumando. Detuve mis pasos y sólo me quedé observándolas: dos afroamericanas, una blanca y una latina. ─¿Quieres un cigarrillo? ─Volvió a gritarme una de las afroamericanas mientras mis dedos se abrían y cerraban dentro del bolsillo de la chaqueta; me estaba congelando.

─Déjala en paz, Kyra. ─Le dijo la blanca a su amiga antes de darle una calada a su cigarrillo. ─Seguro va a casa a terminar su tarea. ─Terminó con cierto tono guasón.

─Es para que entre en calor. ─Respondió la mencionada Kyra. ─Además, ¿quién hace tareas a esta hora de la noche? No seas imbécil.

Mis ojos se detuvieron por varios segundos en la chica blanca. Algo en ella me recordaba a Blue: tal vez era su despreocupación, las señales de peligro que tenía su mirar, o simplemente era yo que quería verlo así, pues en ese momento estaba tan molesta que buscaba algo tangible que me la recordara para poderle inflingir alguna clase de dolor por todo lo que sucedió, o... ¿si sólo la extrañaba? No sé exactamente qué, pero en definitiva alguna de esas cosas me hizo cruzar la calle e ir directo hacia la chica blanca, quitarle el cigarrillo de la mano, darle una calada y acercarme lo suficiente para que nuestros labios se rozaran y el humo fuese exhalado en su boca, siendo un beso el sello de tal acto.

[...]

Las manos de aquella desconocida se paseaban por mi silueta como quien busca un tesoro y no lo haya, su lengua recorría cada centímetro de la piel de mi cuello mientras que con su cuerpo me presionaba contra la pared. Todo había sucedido muy rápido: un minuto estábamos besándonos en la calle con sus amigas silbando en señal de aprobación, y al siguiente la chica blanca me tenía fuertemente agarrada de la mano y me empujaba hacia dentro de lo que parecía ser su apartamento. Ni siquiera me detuve a pensar si aquello estaba bien o mal, o si me traería algún tipo de consecuencia, sólo quería sacar la rabia que sentía, hacerle pagar a Blue lo que me hizo, aunque era estúpido, ya que no había forma de que ella supiera que en ese instante otros labios besaban y otras manos tocaban todos esos lugares que ella proclamó una y mil veces como suyos.

Volví al presente cuando las manos de la mujer se detuvieron en mis pantalones, la sentí desabrocharlos y luego colar sus dedos por el borde para bajarlos junto a mis bragas a la altura de mis rodillas; mi sexo había quedado totalmente expuesto y a su merced. Ahogué un gemido cuando se arrodilló y sopló ligeramente mi clítoris. De inmediato cerré los ojos y apoyé la cabeza en la pared mientras que con la mano la tomaba de sus cortos cabellos y la acercaba a mí para que terminara con aquella tortura.

No pude evitarlo: grité, gemí y me retorcí cuando con su ávida lengua me lamió y luego comenzó a penetrarme. Estaba sintiendo un placer increíble, incluso mis caderas parecían tener vida propia puesto que estregaba mi sexo contra su boca sin ningún pudor o vergüenza... pero había algo que simplemente no me dejaba terminar por más que mi cuerpo lo deseara, y fue allí cuando mi mente me jugó sucio y empecé a imaginar que en vez de esa mujer que acababa de conocer, era Blue la que estaba de rodillas ante mí devorándome y llevándome hasta el límite.

─¡Blue! ─Gemí fuerte y claro justo antes de que el orgasmo llegara dejándome con la respiración descompasada y la sensación de que estaba a punto de derrumbarme.

─¿Blue? ─Preguntó la desconocida poniéndose de pie y aproveché para lanzarme hacia ella y besarla; en parte con la intención de devolverle el placer que me había dado y en otra porque no quería responder a su pregunta. Giré nuestros cuerpos para que esta vez fuese ella quien quedara contra la pared y sin pensarlo mucho colé mi mano por sus pantalones hasta llegar a su sexo, que se sentía húmedo bajo mi tacto. Le mordí con fuerza el labio inferior en el mismo segundo en que la penetré con dos dedos, robándole un grito de placer que resonó por el pequeño apartamento y fue como música para mis oídos. Empecé con movimientos lentos y precisos, pero cuando sus caderas comenzaron a moverse en busca de más, aumenté la velocidad tanto como la tela de los pantalones me lo permitía.

La chica blanca cortó nuestro beso para esconder su rostro en el hueco de mi cuello y pude sentir su aliento golpearme en esa parte tan sensible. Luego de un rato agregué otro dedo a las embestidas y la mujer no tardó mucho más en correrse contra mi mano.

La sostuve por un par de minutos hasta que estuve segura que podía sostenerse por sí sola y después simplemente me alejé para subir mis bragas junto a mis pantalones que hasta ese entonces habían permanecido a la altura de mis rodillas. Por el rabillo del ojo pude ver a la ojiclara entrar por una puerta y luego salir con una caja de kleenex en sus manos. Me hizo un gesto para que tomara uno y así lo hice pues en mi derecha aún había un poco de sus fluidos.

─¿Siempre haces esto? ─Me preguntó mientras terminaba de acomodar mis ropas.

─¿Hacer qué?

─Tener sexo rápido con desconocidas.

─A veces. ─Mentí. ─¿Y tú siempre traes chicas a tu casa y les comes el coño a la primera? ─Levanté mi mirada y enarqué una ceja más divertida que otra cosa. La mujer rió y yo con ella.

─Tú ganas... ¿cómo te llamas?

─¿Importa? ─Cuestioné peinando mis cabellos hacia atrás. Ella se encogió de hombros.

─¿Y quién es la tal Blue que se llevó los créditos del trabajo que yo hice?

Respiré profundo y esa vez fui yo quien se encogió de hombros.

─Tampoco importa... ya debo irme.

─¿A hacer tu tarea? ─Esas palabras inevitablemente me hicieron sonreír.

─Adiós. ─Me despedí con la intención de salir por la puerta por la que entré, pero antes de que la cerrara, volví a escuchar su voz.

─Hey... ─Me detuve un segundo para mirarla. ─Sabes dónde vivo.

Asentí y finalmente me marché.

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The Prodigal DaughterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora