Chapter eight

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Es una fresca mañana de invierno y en vez de estar durmiendo plácidamente entre mis sábanas, recuperandome de una noche llena de emociones y sensaciones, estoy cumpliendo con una petición hecha por mi madre: traerle un ensayo a Aisha que olvidó en casa y que al parecer es sumamente importante. El autobús se detiene a pocos metros de la universidad y bajo con mi mochila al hombro. Estudiantes vienen y van; unos con tanta prisa que empiezo a pensar que el mundo se acabará al minuto siguiente y otros como si hubiesen hecho un pacto con el mismo creador para que la eternidad les fuese concedida, dada la lentitud de sus pasos. Pero todos, absolutamente todos, en una burbuja que explotará en algún momento dándoles un golpe de realidad que les hará ver que no todo gira alrededor de ellos.

¿Qué tan fuerte será? No tengo la menor idea.

Camino hacia las escaleras que dan entrada al gran edificio, buscando con la mirada la delgada y morena figura de mi hermana, deseando encontrarla entre el vaivén de personas, ya que no me hace mayor gracia tener que adentrarme en un lugar que me recuerda todo lo que pude tener y simplemente perdí por no tomar las decisiones acertadas.

¿Qué habría estudiado si no me hubiese marchado con Blue esa madrugada? Tenía claro que quería ser pianista profesional, pero también soñaba con complementarlo con algo más; la psiquiatría era algo que me había llamado mucho la atención... ¿habría sido de los estudiantes conocedores de la fecha exacta del fin del mundo o de los eternos aliados de Dios?
Lo sé, la fatalidad está en cada una de mis palabras. Soy joven aún -o eso es lo que siempre dice mi madre-, tengo veintiún años y toda una vida por delante -eso lo dice mi padre- sin embargo, si me preguntaran en este instante que quiero ser y a dónde quiero llegar, pues sólo se escucharían a los grillos cantar.

Salgo de mi pequeña introspección al oír la característica risa de Aisha. Trato de encontrarla lo más rápido posible antes de que el sonido se apague y suspiro con alivio al verla cerca de la entrada conversando con un grupo de amigos. Bien, ya la encontré, ahora sólo tengo que prepararme psicológicamente para lidiar con el sentimiento de rechazo que le genero a mi propia hermana.

Voy hacia ella sacando en el camino su ensayo de la mochila y esta no nota mi presencia hasta que prácticamente toco su hombro. La misma mirada llena de rencor que ya me estoy acostumbrando a ver me recorre entera, Aisha está ligeramente -muy- incómoda y molesta con el hecho de que esté en su universidad y no lo disimula ni un poco. Por otro lado, sus amigos me miran con curiosidad.

─Mamá te envía esto, se te quedó en casa ayer. Y dice que cuando salgas del despacho pases por las medicinas de papá a la farmacia, que para más o menos esa hora habrán llega... ─Trato de pasar toda la información que me dio mi madre como una autómata, pero una amiga de mi hermana me interrumpe.

─Disculpen, ¿mamá? ¿Papá?

Por la expresión de confusión en los rostros de los tres desconocidos, supongo que Aisha nunca les había hablado de mí, o siquiera de que existo.

─Soy su hermana. ─Afirmo.

─Adoptiva. ─Aclara Aisha con el rostro muy serio.

─A menos de que sea albina, eso es obvio. ─Su aclaración estaba de más; no creo que sus amigos sean ciegos para no notar que nuestro parecido físico es nulo, predominando el hecho de que soy una chica blanca en una familia de afroamericanos.

─Oye, bonita... ─Esta vez es uno de los chicos intervino, pero inmediatamente fue acallado por mi hermana.

─Ni lo intentes, Marlon. No eres el tipo de mi hermanita. ─Esa última palabra la suelta con claro sarcasmo. ─A ella le gustan las mujeres, que de paso sean criminales y si no la invitan a huir con ellas para volverse una perra malagradecida, no tienen la menor oportunidad.

The Prodigal DaughterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora