Capítulo 1.

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"Si la música no existiese,

la vida no tendría sentido,

la música es lo que mueve a las personas,

hace que vivan cada día como su fuera el último,

la música es mi razón de vivir... "


Esa ama, día común.


Tener que escuchar siempre el mismo discurso del respeto, amabilidad y sobre todo responsabilidad de parte de la señora Hopkins es cansado, ¿por qué lo digo? es simple no soy una de las mejores alumnas de la carrera de derecho que haya tenido la universidad de Nueva York siempre era lo mismo, "señorita Duarte, debería ser más puntual", "tiene que ser amable", "ponga atención" todo era exactamente lo mismo, tanto que ya me sabía sus frases de memoria. Además escucharla decir mi apellido era bastante divertido ya que realmente no soy de nacionalidad estadounidense sino soy mexicana ¿quizá se preguntaran que hace una mexicana en una universidad en Estados Unidos? bien, realmente no elegí la carrera de derecho por propia voluntad ¡claro que no! mis padres me la impusieron ya que era el negocio de la familia y no pude discutir sobre eso ya que todo lo tenían planeado desde hacía mucho tiempo, antes de salir de la preparatoria así que prácticamente no me pidieron mi opinión, lo único que no entiendo ¿cómo es qué aceptaron a una alumna así? no digo que sea una vaga, buena para nada...a lo que me refiero es que sabiendo ya ellos que no me gusta la carrera por qué rayos no me expulsan.

            Una de las razones del por qué no me pidieron mi opinión fue porque sencillamente les diría que quería estudiar algo relacionado con el canto, los instrumentos más bien lo musical, siempre me había desempeñado en esa área porque es lo que me gusta y no lo he dejado de hacer. Sin embargo tengo que permanecer dentro de esta universidad quiera o no, aprender a ser madura fue un poco fácil siempre lo he sido cuando se trata de detener alguna locura de uno de mis amigos pero era raro serlo a la edad de los catorce años pero ahora no, cuento con veinte años de edad y he desperdiciado dos años de mi vida estudiando algo que a mis padres les agrada pero a mí no.

- Señorita Duarte...- me encontraba absorta en mis pensamientos, viendo desde la ventana a un hermoso gato negro, me fascinan los gatos y es algo que no puedo evitar ya que si veo uno mi atención solo va dirigida a él o ella y a nadie más. - ¡Señorita Duarte! – me sobresalté cuando escuché aquel grito tan ensordecedor el cual le pertenecía a mi catedrático.

- ¿Sucede algo, señor Wilde? – respondí despreocupada sin apartar la mirada de la ventana, aquel susto se había desvanecido rápido haciéndome sentir tranquila y volver a admirar a ese hermoso gato hasta que salió corriendo.

- Señorita Duarte, ha estado muy distraída y sabe que eso no está permitido en mi clase así que ¡salga ahora mismo del aula! – gritó, solo tomé los bolígrafos que tenía fuera junto con un cuaderno y mi mochila saliendo de ahí sin absoluta preocupación, sintiendo también la mirada de sorpresa en los demás chicos menos de algunos a los que consideraba mis amigos ya que pensaban lo mismo y les hicieron lo mismo que a mí. Cuando llegué a Nueva York no sabía cómo moverme hasta que conocí a otra chica quien iba en el mismo avión que yo, ya que estudiaría en la misma universidad y como por un tiempo vivió aquí ella me explicó y me sirvió de guía para caminar por las atareadas calles de esta enorme ciudad. Pasar las fiestas decembrinas y de fin de año sin mis familia era muy extraño pero me acostumbré sabiendo que ellos no me recibirían en casa hasta estar titulada como la abogada Valery Duarte Solís, pero no siempre estuve sola sino acompañada por esa chica del avión y que poco a poco se convirtió en una gran amiga.

Melodía demoniaca de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora