Capítulo 1

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Con algo de dolor, la señorita Amelia González abrió sus ojos observando poco gracias a la ausencia de luz del lugar. Sólo un corto hilo de luz se distinguía por las rendijas de la puerta frente a ella.

Tratando de moverse, callo por completo al suelo creando un estruendo al golpear una cubeta de metal a su lado. No sentía sus piernas ¿tal vez por la droga que la había dejado inconsciente?. Intentando nuevamente levantarse, quedo sentada sobre un líquido que no lograba distinguir por la ausencia de luz, dejando soltar un suspiro, volvió a intentar colocarse de pie pero sus piernas fallaron haciéndola caer nuevamente.

La puerta se abrió con un chirrido casi sonoro y un sujeto entró con zancadas cortas cerrando la puerta a sus espaldas y encendiendo la luz de la habitación. Sin palabras tomo a la señorita Amelia esposando sus manos a una barra de metal dejándola suspendida del suelo, volviéndose salió del pequeño cuarto.

Con dolor Amelia trato de zafarse usando su propio peso para tumbar la barra de metal. Luego de intentar fallidamente observo su entorno, se hallaba en una clase de sótano, a juzgar por el estado frío de las paredes de concreto. Había un estante vacío, una mesa de metal y varias cajas amontonadas a sus espaldas, las cuales observo por sobre sus hombros. Su mirada se fijo con impresión en una corta mancha de carmesí bajo sus pies. ¿Quien era ese sujeto? Se preguntó ¿porque la habría traído a ese lugar? Se preguntó nuevamente tratando de despejar su mente de la realidad de la situación, tratando de engañarse a sí misma.

El tipo abrió la puerta y se acerco a la mesa mientras el estruendo del cerrar de la metálica puerta provocaba un eco sutil entre aquellas cuatro paredes de concreto. Dejando un estuche sobre la plataforma de metal de la mesa, este lo extendió dejando a la vista una serie distinta de cuchillos y artefactos para cortar carne. Los ojos cafés de la señorita se cristalizaron enseguida y con desesperación, trato de hacer el mismo movimiento de usar su peso para zafarse de la barra de metal. Ya no podía mentirse más así misma, había sido secuestrada y ese sujeto terminaría con su vida en ese instante.

- ¡Ayuda! - Grito - ¡Por favor!, ¡alguien! - con un último intento trato de tumbar la barra y zafarse de aquellas esposas que la mantenían suspendida del suelo y maltrataban sus muñecas - Por favor - Rogó al ver al sujeto acercarse con un cuchillo de 20cm de largo en mano - Tengo hijos... Por favor -

-Tu eres la que tiene hijos... No yo - Aclaro con tono serio e inexpresivo.

***

Un rayo partió el cielo gris y varias gotas descendieron de las nubes callendo por toda la ciudad de Caracas. Las sirenas de las patrullas fuera del parque Miranda hacían su reflejo típico de rojo y azul mientras el oficial a cargo de la escena se cubría de la lluvia con su paraguas y esperaba al detective a cargo del caso.
Tronando sus nudillos, sacó un cigarrillo del bolsillo de su pantalón, encendiéndole con tranquilidad, colocándole en su boca, dio una calada y dejó salir el humo segundos después viendo cómo se dispersaba por el aire, era Patrick Dugnas.
El chevrolet del detective se detuvo frente a la acera y un minuto luego, el detective Alexander Marqués salió del auto extendiendo su paraguas y se acerco a su compañero Patrick.
Sus ojos oscuros e inexpresivos se fijaron en la cara escuálida de su compañero y con un leve movimiento de cabeza le Ordeno que le guiará.

-¿Una más a la lista? - Pregunto Alex caminando junto a Patrick.

-lamentablemente si - Respondió el - Amelia González, mujer de treinta años, cabello rubio, ojos azules... -

-Su tipo - Interrumpió Alex.

-Sí - Continuo - Apuñaladas múltiples en: Pecho, costillas y estómago. Y su firma: un rosario de plata sobre el cadáver -

-¿Hijos? - Pregunto y observo el punto donde estaban los demás oficiales.

-Dos, un niño de nueve años y una niña de doce - Respondió.

-¿Ya sabes los familiares? - Pregunto entrando en la zona acordonada de cinta amarilla.

-Ya se le aviso al esposo y a sus padres -

-Bien -

Tranquilamente se acerco al cadáver, observando la posición en la que se encontraba. Ya se había acostumbrado a observar esta clase de asesinatos, había sido asignado como detective a cargo, cuando la cifra de asesinatos superó los tres por semana.

Estirándose un poco sacudió sutilmente su cabeza, con este era ya el cuarto en la semana, metiendo su mano derecha en el bolsillo de su pantalón y con la otra el mango de su paraguas, por unos minutos detallo el cuerpo  y luego de volvió para regresar a su coche, ¿como era capaz alguien de hacer algo así? Se preguntó.

-Quiero saber todo acerca de la víctima, ¡todo! - Ordeno a Patrick.

-Te lo enviaré por correo cuando lo tenga - Afirmo.

De regreso al coche, soltó un suspiro pesado mientras sacaba un cigarrillo de la caja que estaba en la guantera, después de encenderlo, arrancó el auto sin un rumbo fijo.
La lluvia caía con calma agresiva y todas las personas corrían y se resguardaban de la lluvia en los negocios. Los autos pasaban al lado del suyo con rapidez y el humo del cigarrillo se escapaba por la ventana.

Deteniendo el auto, apago el motor manteniéndose dentro escuchando como las gotas chocaban contra el latón del coche, dando una calada, se sumergió en sus pensamientos. ¿Cuál era el rostro tras aquellos asesinatos? ¿Cual era su razón?.

Una hora luego de pensar, encendió nuevamente su motor y arrancó con dirección al centro comercial de la hoyada

***

Luego de dar un sorbo a su café y morder su pan de arequipe, observo su entorno su entorno con gran tranquilidad en su mirada, esos lugares calmaban su pensar y le relajaban considerablemente. Su teléfono vibro con fuerza en el bolsillo derecho de su pantalón y sin pensarlo lo saco observando en la pantalla, era la información completa sobre la víctima: Amelia González. Sin tapujos comenzó a leer.

***

La puerta del despacho del jefe de residentes del hospital Pérez Carreño se abrió dejando entrar a una de las residentes. Era Pamela Smith, una joven de apenas veinticinco años de edad, tenía cabello rubio, ojos azules, rasgos faciales perfectamente definidos; piernas hermosas y atléticas y de pecho medio. La mujer perfecta para cualquier hombre.

- ¿Me mando a llamar señor? - Pregunto ella.

- Sí, por favor, toma asiento - Indico - Tal vez aún no te has enterado pero... Tu compañera, Amelia fue encontrada esta mañana en el parque Miranda sin vida -

-No... No lo sabía -

Enseguida sus ojos se cristalizaron, ambas tenían historia juntas, habían ido a la misma escuela de medicina, era amigas, casi hermana y también amantes de hospital. Una pequeña aventura que unía más aún sus almas, era su secreto, ambas pasaban más tiempo en el hospital que en sus casas. Ella sabía que estaba comprometida, pero, la llama del placer que la una sentía por la otra hacia que ese pequeño detalle fuera ignorado

- Es verdaderamente una pena - Dijo el jefe de residentes

-Si... Señor... ¿Me puedo retirar? - Pregunto aguantando caer en llantos frente a su jefe.

-Si ya puedes retirarte -

Fingiendo tranquilidad, Pamela se levanto dirigiéndose a la puerta, al salir paso por la recesión, cruzo un pasillo de habitaciones y entró en el cuarto de descanso.
Al estar a solas, sus lágrimas se liberaron cayendo en un llanto silencioso y largo.

El asesino perfecto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora