El aroma del pavo asado me arrancó de mi duermevela. Levanté la mirada y vi a cinco doncellas ocupadas organizando una cena digna de un príncipe. Había pavo asado, papas, ensaladas, frutas y una jarra de vino tan grande que por un momento dudé de mi capacidad de acabar con todo eso.
—¡Mi, señor! discúlpenos, no queríamos despertarle —exclamó una de ellas con desesperación. Las cinco se apresuraron a dejar todo lo que tenían en sus manos y se postraron en el suelo en una suerte de reverencia profunda—. No era nuestra intención perturbar su descanso. Por favor, perdónenos.
—Por favor, no hagan eso. —Froté mi rostro y recién me di cuenta que no me había quitado los guanteletes antes de dormir—. Está bien, tenía hambre.
—No señor, no está bien, su descanso, luego de tan terrible desventura, debe ser prioridad —insistió la que a todas luces era la jefa de las otras cuatro—. Por favor, acepte nuestras disculpas, no se volverá a repetir. —Lanzó una mirada acusadora a una de las doncellas más jóvenes, una niña que no tendría más de trece años de edad—. Clarissa no conoce muy bien el oficio, pero aprenderá, señor.
No me gustó el tono con el cual dijo lo último y mucho menos la manera en la cual se encogió la niña dentro de sus amplios ropajes. Era como si deseara que la capucha del escapulario que cubría su amplio vestido se la tragara por completo.
—Está bien, ella no hizo nada malo. Desperté por el delicioso aroma de la cena. Estoy hambriento y por tus absurdas disculpas y ganas de aterrorizar a tu aprendiz estoy perdiendo mi tiempo —sentencié con altivez. La doncella líder se apresuró a esconder la cabeza entre sus brazos en una reverencia aún más pronunciada. La niña, por otra parte, solo me dirigió una sonrisa agradecida.
Pronto dejaron de reverenciarme y continuaron con la preparación de la mesa. Les di la espalda y procedí a quitarme la apestosa y rígida armadura de Ialnar ¿nunca había limpiado esta cosa? Contuve un par de arcadas ante el aroma y sacudí la camisa que llevaba debajo para despegarla de mi piel. Sangre, lodo y sudor actuaban como el más eficaz pegamento.
—¡Mi señor! Permítame. —La joven aprendiz de doncella se acercó a trompicones—. Disculpe mi demora, por mi culpa tuvo que empezar usted mismo con su armadura.
—¿Qué? Oh no, no es problema. —Mis mejillas se encendieron. No iba a permitir que me ayudara con el peto o las escarcelas. Si lo hacía y su mano resbalaba hacia mi cuerpo notaría tres cosas muy reveladoras sobre mí.
—Ese no es su trabajo, mi señor —repuso la joven y por un momento capté un brillo intenso en su mirada. Oh, no. Esto era justamente lo que deseaba evitar ¿tan privadas estaban de un gesto amable que lo tomaban por otra cosa? Sacudí ese pensamiento de mi mente, era la misma filosofía que había dominado mi actitud unas semanas atrás. Cerré los ojos con fuerza y froté mis sienes, semanas, se sentían como meses, había vivido demasiado esos últimos días, había cambiado por completo mi vida, un giro tan brusco que no había tenido tiempo de asimilar.
—Prefiero hacerlo por mí mismo —dije con firmeza al regresar al momento y lugar en el cual me encontraba—. Ya tuve sobre mí demasiadas manos injuriosas.
—¡Por supuesto, mi señor! —La chica se alejó un par de pasos—. Discúlpeme, no pensé en su situación.
A pesar de guardar distancia, noté que no apartaba la mirada. Su expresión era una mezcla de curiosidad, admiración y pena. Genial, había deslumbrado y tocado el corazón de una joven doncella a la que le sacaba mínimo unos siete años.
Cuando por fin pude deshacerme de la armadura la chica estaba allí, lista para tomarla en sus brazos. No me quedó de otra que entregársela. Con rapidez y eficiencia la colocó sobre un soporte junto a la ventana, donde al menos recibiría algo de aire fresco cuando abriera las ventanas.
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Espadas y Rosas
Ficção Geral¿Puede el amor ayudarte a tomar decisiones correctas? Inava, espía de un reino enemigo, está a punto de descubrirlo. ... Inava es perseguida en su reino natal, Calixtho. Al escapar, se verá envuelta en una trama de roma...