Capítulo 11

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Se encontraba en esa zona intermedia entre sueño y realidad. Donde sabes que estas soñando pero, tampoco estas despierto del todo. El agua se sentía agradable en las piernas, corría el río y Mara se bañaba solo con polera y ropa interior. El sol le calentaba la cabeza mientras estaba metida en el agua. Se aburrió y se sentó en la superficie como si fuera algo que hacemos a diario. Y ahí, se recostó a mirar el cielo. Con tranquilidad las nubes pasaban con formas y colores llamativos. Se preguntó si a Lía le gustarían esas nubes. De pronto, como un eco en la lejanía, escuchó una melodía. Seguía mirando las nubes mientras la música sonaba cada vez más fuerte. << ¿Por qué siento que conozco esta melodía? >> Se preguntaba cada vez más molesta. De pronto lo supo. Era la alarma de su celular. Fue consciente de que debía despertar pero, estaba tan a gusto recostada sobre el río. << Bueno, nada que hacer. >> Comenzó a oír los ruidos que provenían de su ventana. El mundo allá afuera había comenzado hace rato a funcionar, sin embargo se negaba a abrir aún los ojos. Se tapó la cabeza con la sábana acurrucándose lo que más pudo en el colchón. Se giró hacia la pared para alejarse de la luz que venía de afuera. Y comenzó a respirar más y más profundo hasta que sintió que volvía a quedarse dormida. De pronto sintió que entre uno de sus exhalaciones alguien frente a ella respondía resoplando de vuelta. Se sobresaltó, abrió los ojos y vio la mirada cósmica, contenida en lo que parecía la silueta de una mujer.

Saltó hacia atrás y cayó de espalda sobre el piso mirando fijamente hacia su cama pero, donde había estado la visión, ahora no había nada más que sabanas revueltas.

Se frotó los ojos y respiró profundamente para calmar su corazón alterado. << No sé cómo voy a aprender a vivir con esto. >> Miró hacia su pecho y ahí estaba. La llama violeta flameaba tenuemente. No como el día que apareció mientras peleaba, sino, más bien como una sombra que al parecer nadie veía. Decidió que se levantaría, prefería salir de la habitación. De todas formas ya había perdido todo lo que le quedaba de sueño.

Cuando estuvo abajo, en la cocina, se preparó el desayuno. Se echaba bocados en la boca sin saborearlos en verdad, casi no podía evitar perder la mirada en el infinito y divagar en sus pensamientos. Fue así que no notó cuando su padre entraba en la cocina y le llamaba.

— ¡Mara!

— ¿Eh? ¿Cómo? Oh, papá, perdón, no te sentí entrar estaba... no importa. ¿Qué necesitas?

— Tienes una llamada — su padre le extendió el teléfono con una preocupación en la mirada—. Es el Gran Maestro.

Lo miró con extrañeza, tomó el aparato y contestó:

— ¿Aló? ¿Gran Maestro?

— Hola querida niña. Siento mucho molestarte, sé que te di la semana libre pero, me temo que hay algo por lo que debo pedirte que vengas pronto a la Gran Casa de los Caballeros.

Le pareció que el anciano estaba más preocupado de lo que aparentaba su calmada voz.

— Si claro, estaré ahí en una media hora.

— Yo te llevaré —le indicó su padre.

— Perdón, en 15 minutos.

— Muy bien, Mara. Nos vemos acá.

Colgó, le devolvió el teléfono a su padre y lo miró con el ceño fruncido.

— ¿Te dijo algo? ¿El Gran Maestro?

— Hija, lo que se te viene es algo importante. No necesita decirme nada para que yo lo sepa. Ahora vas a sucederle y si te llama con urgencia, es por algo.

— Me lavo los dientes y vengo.

— Apúrate, yo enciendo el auto.

En 15 minutos exactos estuvieron fuera de la puerta de la casona. Tocaron a la puerta y fueron recibidos por uno de los guardias de turno. Caminaron hasta el patio central donde los esperaba el anciano.

La heroína de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora