Capitulo ocho: El joven de la corona

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Abrió con pesadez sus ojos, no quería despertar, pero el frío que había en las calles no le dejaba otra opción, miro a su lado y se percató de tres cosas; estaban usando la sábana en modo de cobija, estaba abrazado de el contrario y qué este seguía cómodamente dormido. ¿Cómo hacia ese niño para dormir con tremendo frío? Si él tenía las manos echas puño porque sentía que en cualquier momento se le podrían caer los dedos.

Pensó en ponerse de pie, dar una vuelta por ahí y ver que podría conseguir para el desayuno. No recordaba bien cuánto dinero les había quedado, pero si tenía suerte, podría regatear por algún pan, lo difícil sería buscarle algo de comer a Mika, eso de dar la pensión alimenticia si que se le complicaba.

—Buenos días —lo saludo el menor, quien justo acababa de despertar. Desvió la mirada varias veces, como buscando algo—. ¿Dónde está Mika?

Reborn miro a la izquierda, después a la derecha, y al no encontrar a la felina, alzó la sábana que los estaba cobijando, ahí ambos se dieron cuenta que no estaban solos. El mismo muchacho con corona de plástico que encontraron en los contenedores el día anterior estaba ahí, cómodamente acostado y tapado por la sábana.

—Baje esa sábana, tío, que hace frío —pidió el intruso, con molestia, mientras abrazaba a la pequeña felina. Parecía no tener ganas de dar una explicación o tan siquiera marcharse.

Tanto Momon como el trajeado guardaron silencio por unos segundos y solo se miraron sorprendidos, con los ojos completamente abiertos. ¿En qué momento ese se había colado? Es que ni cuenta se habían dado, bien pudieron robarles un riñón mientras dormían y no se hubieran enterado hasta la mañana siguiente.

—¡¿Que coño haces aquí?! —le gritó Reborn al recién llegado, poniéndose de pie bruscamente, siendo seguido por Momon, quien le arrebató la sábana al desconocido y la sacudió.

En cuanto aquel chico se puso de pie, Reborn le arrebató a Mika diciéndole «¡dame a mi hija!» mientras lo miraba amenazante. Tenía planeado darle un golpe o al menos empujarlo si se le ocurría hacer algo, pero no parecía estar violento, ni siquiera enojado.

—Si, yo creó que debí pedirles posada, pero estabais dormidos y no quise despertarlos —se explicó el joven, estando de lo más relajado—. Mientras caminaba por la noche, pase por aquí, y los vi tan unidos, tan abrazados, que dije; joder, quiero ser parte de eso.

—Me importa una mierda de que quieras ser parte —contestó el mayor, antes de mirar con cuidado a Mika, para cerciorarse que ese drogadicto bien vestido no le hubiera hecho nada.

—Reborn, creó que lo mejor es irnos ya —pronunció Momon, en voz baja y cerca del oído del trajeado—, no sabemos si sigue drogado, podría alocarse en cualquier momento.

Claramente el recién llegado podía escucharlo perfectamente, y lo único que hizo al escuchar eso, fue echarse a reír, confundiendo en sobremanera a Reborn y asustando a Momon.

—¡¿Que si estoy drogado?! —exclamó entre risas, risa que solo le duró unos segundos, al momento tomo aire y aún de forma risueña, dijo:— ¡Pero, tío! Yo no soy ningún drogadicto, solo soy un alma libre, me gusta ir de aquí para allá siendo feliz.

Rápidamente el joven saco una bolsita de su bolsillo, la misma que le encontró Reborn en día anterior cuando intento robarle, y aún mirándolos risueño la abrió para mostrarles mejor el contenido.

—Esto es azúcar glas que le he cogido de la cocina antes de salir de casa —se explicó, antes de acomodarse bien su corona de plástico para seguir hablando—. Me gustar pasar tiempo con mi colegas los vagabundos, les llevo comida de vez en cuando y paso la tarde con ellos, cuando no, estoy dormido en los contenedores con menos basura, es mi forma de pasar una buena tarde.

Embeces la vida no es como uno quiere | Reborn & Momon ❇️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora