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Entre amigos
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Una rafaga de viento había entrado al local luego de que Collete cerró la puerta de entrada una vez más, acercándose a la mesa más cercana y luego anotar en un cuaderno la última venta que se hizo.

-El jefe no estará contento...si ve estos números probablemente nos despida...odio estos días, no se vende nada, ¿donde está la gente?-habló con Collete con cierta tristeza en su voz. Todo el tiempo que había trabajado ahí, apesar de haber sido poco, le había tomado cariño al lugar, a ver y hablar con las personas, algo que extrañaba de forma crusial.

-Resguardandose del frío, seguramente. Oye, tranquila, Griff no va a despedirnos, eso tenlo por seguro.-Debido al poco dinero que ganaban ya no era posible ni siquiera cambiar el tipo de negocio que ahora mantenían, algo de lo que Edgar estaba conciente, pero no le preocupaba mucho. No todos los días les iba tan mal, podían vender lo mínimo que les alcance para mantenerse.

-¿Como estás tan seguro?

-Aparte de que nadie querría trabajar aquí, no creo que pueda comprar otra cosa, digo... todo lo que vendemos es lo único que le queda.- se cruzó de brazos dando un leve suspiro.

-Que positivo que eres, enserio.-respondió Collete algo sarcástica cruzándose de brazos.

-¿Acaso quieres irte?-Dudoso, no titubeó al hacerle la pregunta, sabía que ella amaba el lugar, pero en ciertas épocas, obviamente a uno se le iba el espíritu.

-Para serte sincera... si, me gustaría irme de este lugar, ¿a ti no?- lo miraba con neutralidad, entendía cualquiera la que sería su posición, después de todo no era un tema aislado para ninguno.

-Supongo que no esta tan mal, gano lo suficiente y con esto mantendo la mente ocupada, dudo mucho que consiga trabajo en otro lugar, así que estoy bien aquí... -quizá esa era una gran diferencia entre ambos, no tenían la misma fuerza de voluntad para el trabajo.

-Genial.-esa sola palabra indicó su respuesta, no habia nada más que decir, ella tenía sus planes y él los suyos, era entendible la situación. La albina agacho la cabeza un tanto deprimida, hasta que Edgar, repentinamente, decidió tomar la palabra.

-Y claro, te tengo a ti de compañera... digo, ¿que más se puede pedir? Estoy feliz acá.

¿Podría ser? ¿Estaba diciendo que le agradaba su compañía? Es decir, eran vecinos y todo pero, a veces parecían ser diferentes personas estando en el trabajo, eran un poco distantes, pero amigos y compañeros de trabajo al fin y al cabo.

-¿No te cansa verme la cara todos los días?

-Creo que uno se puede acostumbrar en poco tiempo.

Se sonrieron mutuamente, para luego volver a ese tranquilo silencio en el que siempre se habían entendido mejor. Una vez más, se demostraba su amistad, que no era tan profunda, pero que si decía más de mil palabras.

[...]

El restaurante de Bull resultaba ser el punto de encuentro para muchos, puesto que se había hecho muy popular, sobee todo estas ultimas semanas en las que las noches deslumbran por la cantidad de estrellas que se podían observar, una de las actividades favoritas de Emz, quien justamente se dirigía para allá, no solo para tomarse un café, si no para saludar a una amiga.

El lugar estaba lleno, como ya era costumbre desde hacía unos cuantos días atrás, se dirigió a la barra y se sentó en una de las sillas al frente de esta. La música que provenía de una pequeña radio era relajante y dejaba un ambiente tranquilo y retro.

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