Carlos.

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Habíamos llegado ya al aeropuerto. La madre de Dani no paraba de darle besos y de decirle que les visitara más a menudo. Lo que hacía era: le daba un beso, le decía alguna cosa, le ponía bien el cuello del abrigo o sacudí una pelusa invisible de este, le daba otro beso y vuelta empezar.

Cuando nos avisaron de que ya podíamos subir al avión, Laura le dio unos últimos abrazos a su hijo y se despidió de mí con otro abrazo y un beso.

-Alma, espero verte pronto.

-Gracias Laura, eso espero, y gracias por dejarme dormir en vuestra casa.

-Ay mujer, pero si ha sido un placer. Tendrás nuestra casa siempre abierta para ti.

-Mamá, si sigues despistando a Alma no saldremos de aquí nunca y nos darán las uvas- insistió Dani.

-Nunca mejor dicho- reí- Bueno, adiós- le di otro beso a Laura y nos dirigimos al avión.

Cuando estuvimos dentro me senté al lado de la ventana y saqué mi mochila donde tenía los libros.

-Dani ¿Vas a dormir?

-Sí- dijo con los ojos cerrados- ¿Por qué?

-Porque yo no voy a dormir y si te duermes no podré salir al pasillo, cámbiame el sitio va.

Aun no me creo que me saliera tan buena excusa.

-Ah, vale.

Cuando nos cambiamos, me senté con los pies subidos en mi sitio y apoyé uno el libro que me estaba leyendo en una de mis piernas.

Todos, o no decían casi nada del Grimorium Verum o explicaban lo que ya había leído en casa de Dani. Ya estaba a punto de darme por vencida, no encontraría nada.

-Va, el último libro y a dormir- pensé convencida de que no encontraría nada.

Este libro estaba ilustrado y hablaba de diferentes símbolos. Entre ellos encontré el pentagrama invertido y todo referente a él, pero lo más interesante fue encontrar otro símbolo. No era un símbolo, si no parte de un sello. Era exactamente igual a la marca sangrante de mi mano.

Había muy poco escrito sobre este símbolo; sólo decía que era parte de un sello de Lucifer procedente del libro Grimorium Verum  y que algunos satánicos lo utilizaban como su emblema.

Me miré la mano. Volvía a estar normal.

Un ataque de rabia me azotó y guardé el libro bruscamente. ¿Por qué aparecía y desaparecía? ¿Por qué me sangraba y me escocía cuando le daba la gana?

¿Por qué tuvo que aparecer en mi mano y no en la de otra persona?

-Señorita-me llamó una azafata- Baje los pies del sillón, estamos a punto de aterrizar.

Hice lo que me dijo y con una sonrisa artificial, la azafata rubia se despidió de mí para avisar a los otros pasajeros que estábamos a punto de tomar tierra.

Desperté a Dani para que se abrochara el cinturón y supiera que ya estábamos en casa. Sin dificultad alguna el piloto hizo que las ruedas del avión rozaran el suelo como si de una caricia se tratase y sin darnos cuenta, el avión había parado.

Eran las ocho y media de la mañana cuando llegamos al barrio.

-Al fin en casa…-dije suspirando

-Oye, Al, ¿Te apetecería salir a dar una vuelta por el centro mañana?

-Ah, sí, me parece bien.

El taxi que habíamos cogido en el aeropuerto paró frente a mi casa.

Ojos dorados (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora