Fría nieve.

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-Va Al, no te embobes que te vas a congelar.

-¡Es que tú vas muy rápido!- dije excusándome mientras volvía a la realidad.

En seguida le alcancé y caminamos lentamente.

Silencio. La nieve crujía bajo nuestros pies a cada paso que dábamos.

-Bueno… ¿Qué haremos ahora?- preguntó.

-Iremos a casa de mi tío. Quizá sabe algo que pueda ayudarnos de alguna manera.

Silencio.

-¿Por qué aceptaste empezar esta búsqueda conmigo, Dani? Hay veces que pienso que esto es una locura, que estaríamos mejor en casa… ¿Tú no?

-Constantemente.

-¿Entonces por qué?

-Por ti. Hacer cosas como esta siempre ha sido tu sueño… Y yo quiero vivir ese sueño contigo.

Pausa.

-Que cursi a quedado eso ¿No?- preguntó riéndose.

-Sí, un poco- contesté riéndome también- Pero ya sabes que me encanta lo cursi.

-Cierto, no te negaré esa gran verdad.

-Oye ¿Te has fijado bien en las tumbas?

-Hombre, lo he intentado ¿Por qué lo preguntas?

-Ese cementerio lleva ahí cientos de años. La tumba más antigua es la de un hombre que murió en 1302 y todas las demás no superan el año 1850. Ninguna menos una…

-La de Raül, que está fechada de 1980.

-Exacto. ¿Y eso por qué? Además ¿Por qué poner las tumbas las dos juntas si representa que Florencia es una asesina? Ella seguro que representaba una deshonra para la familia, sino ¿Por qué crees que está enterrada en la parte más alejada del cementerio y sin ninguna otra tumba que la de mi primo alrededor?

-Son demasiadas preguntas.

-Y no tenemos ninguna respuesta- me paré- Mi tío parece saber algo, se lo he visto en la cara cuando me ha dicho que aquí no encontraría nada, o al menos me ha parecido que sabía algo.

-¿Y crees que nos lo dirá? Si tu madre no puede decirte nada será por algo… Algo gordo.

-No sé…- resoplé- Pero por intentar ¿Qué nos queda?

Pausa.

-Buuuff… Va corre, que me estoy congelando las manos y no llevo guantes- le dije comenzado a correr.

Cuando llegamos a casa de Maximus estábamos cansados. Habíamos tenido que subir un montón de cuesta desde el cementerio hasta la casa.

Picamos a la puerta.

-Ah, hola Alma y… amiguito.

-Daniel, me llamo Daniel- dijo educadamente.

-Ah sí, sí… Pasad, tengo chocolate caliente. Siempre lo hago por estas fechas… entramos en la casa- A mi Raül le encantaba el chocolate. En Navidades siempre hacíamos. Un día me sorprendió una mañana, cuando me desperté. Me había preparado un desayuno de rey…- su mirada se entristeció- Fue el último día que vi su sonrisa mientras me decía “Buenos días papá”

Suspiró.

-¿Cómo están tus padres Alma?

-Oh, muy bien, en Barcelona...

Cogimos las dos tazas llenas de humeante chocolate que nos tendió.

-Bueno… Habréis venido aquí por algo ¿No?

Ojos dorados (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora