Agresividad y secretos.

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Cogí mi mechero y lo encendí. Caminé por el túnel con una velocidad casi inhumana viniendo de mí, ya que yo siempre caminaba muy lento. Pero esta vez estaba enfadada, tanto que ni había esperado a Dani cuando me puse a caminar.

¿Qué hacía mi tío con este libro? ¿Por qué lo ha robado?

Sin darme cuenta me puse a subir unas escaleras. Las cuales cada vez que subia un escalón el techo estaba más cercano.

Cuando llegué a lo más alto de las escaleras el techo estaba tan bajo que me tuve que agachar y caminar de cuclillas. No había ninguna puerta ni ningún objeto para poder abrir una puerta o algo. Pero yo sabía cómo salir.

Entonces noté que una mano me coge del hombre y sin saber porque ni como estampé contra la pared a esa persona y la inmovilicé completamente con un movimiento rápido quedando a pocos centímetros del rostro de esa persona.

-Alma ¿Qué pasa?- era Dani. Vi en sus ojos un destello de temor.

En seguida le solté y le pedí perdón. Me había olvidado completamente de él.

Sin hacer caso a su pregunta volví a girarme y puse mis manos en el techo de piedra y empujo hacia arriba. La piedra cede y la luz empieza a inundar el pasadizo.

Otra vez la mano de Dani me cogió del hombro, pero esta vez me giró e hizo que soltara la piedra  y esta volviera a su sitio ruidosamente.

-Alma, contéstame ¿Qué te pasa?

-¿Qué me pasa? Pues estoy cabreada… Cabreada y confusa, porque noto como si todo el mundo supiera lo que pasa menos yo. Porque tengo demasiadas preguntas a las que no le encuentro respuesta, y si por algún casual a alguna de esas preguntas le encuentro una explicación siempre pasa algo que hace que mi hipótesis se desmorone.

Paré y miré a Dani. Tenía la boca entre abierta y me miraba sin parpadear. Al cabo de unos segundos mi voz volvió a resonar en el silencioso túnel de piedra.

-No encuentro explicación a porque sé todas estas cosas, como lo del cuadro, lo de los pasadizos… ¿Por qué soy yo la que ve cosas? ¿Qué soy? ¿Soy Alma Castro Baena una chica de 17 años que está acabando el instituto o soy una cosa rara que ve cosas raras?… La gente no se equivocaba al llamarme rara hace años…- eso último lo dije en un susurro.

-¿Y por qué justo ahora te pones así?

-Por esto- alcé el libro negro delante de él y lo cogió.

-¿Es…?

-Sí, el libro que desapareció de mi casa. Lo tenía mi tío.

Dicho esto volví a empujar la piedra de antes hacia arriba con la ayuda de Dani. Salimos por el suelo de la cocina.

-Pero ¿Cómo puede tener tu tío el libro? Estaba en Barcelona y no ha podido volar hasta aquí solito- dijo devolviéndome el libro.

-Ahora mismo lo vamos a descubrir- dije seca y saliendo de la cocina.

-¿Qué vas a hacer, Alma?-dijo cuando yo ya estaba en el pasillo.

Fui hacia el comedor, quizás allí estaba él. Y no me equivoqué.

Abrí las grandes puertas de madera con algo de brusquedad. El comedor era enorme y los techos bastante altos. En las paredes había ventanales tan altos como las paredes con unas cortillas de terciopelo granate. Se parecían a la alfombra que había en el ala este, lo único que las cortinas estaban limpias y se veía su color claramente. En el centro del comedor había una mesa de madera oscura muy larga, casi tan larga como lo era el comedor, y en el extremo más alejado de la puerta se encontraba mi tío desayunando.

Ojos dorados (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora