Metí las llaves en la cerradura de la puerta.
-Hola mamá, he vuelto.
-Hola cariño ¿Cómo estás?
-Bien, bien.
Abrazos y besos.
-Te noto rara ¿Pasa algo?
-¿Está papá?- dije quitándome la chaqueta y entrando en el salón.
-No ¿Por qué?
-¿Qué metiste en las lentejas, mamá?- le pregunté cruzada de brazos y mirando al suelo.
-¿Q-qué?
-No te hagas la sueca… Las he visto y las he olido. Las hierbas de ese frasquito, me refiero- señalé el botecito de encima de la mesa.
-Alma, no sé de qué me estás hablando- se dirigió al pasillo.
-¡Lo sabes perfectamente!- fui tras ella- ¿Por qué? Sólo pido una explicación, no me enfadaré mamá, te quiero y sé que tienes una razón para hacer eso.
-Yo no puedo decirte nada… Aunque quiero, de verdad Alma.
-¿Es papá quien no te deja decírmelo o qué?
Abrió la boca para hablar, pero bajó la cabeza y la cerró. Sí, papá no le dejaba decirme nada.
-Hablaré con papá.
-No Alma, no lo hagas, si me crees por favor, aunque no te de ninguna explicación, no lo hagas- más que una petición, eso sonó a orden.
-Vale- al decirlo, directamente me metí en el despacho de mi padre y cerré la puerta.
Cogí un taburete pequeño que había debajo de la mesa y poniéndome de puntitas sobre él, llegué a la estantería, pero para sorpresa mía, el libro ya no estaba allí.
-Oh mierda… ¿Dónde está?
Miré por todo el despacho. Debajo de las mesas, detrás de los armarios, en otras estanterías… Nada. Había desaparecido.
-Hola familia, he llegado- era la voz de mi padre.
-Hola papá- grité desde su despacho y a la velocidad del rayo ya estaba en el pasillo, delante de la puerta de mi habitación, esperándole.
-Hola amor, mira que te he traído- en su mano sostenía Crimen y castigo.
- Gracias papá- lo cogí- ¿Dónde estaba?
-Me lo ha dado tu tío.
-Tío… ¿Roberto? Pero si tu y él ya no os habláis ¿Cómo…?
-Ha venido a Barcelona por unas cosas. Me lo dijo tía Ester y bueno, le pedí que me lo trajera de mi antigua habitación.
-¿Y cómo ha ido, Ezequiel?- preguntó mi madre
-No ha sido muy cómodo nuestro encuentro, pero bueno… Ya le conoces.
-Oye ¿Sabéis que me ha ofrecido una clienta?- nos dijo alegre- Me ha dicho que su marido trabaja en una agencia de viajes y que tenían unos billetes para ir a Burgos- me miró, había algo diferente en su forma de hablar- Y me han dicho de ir tú, la niña y yo la semana que viene.
-Mmmmm… No, no puedo… Tengo que hacer cosas.
-Oh… Pues le diré que no podemos ir- cuando se acercó a mi me dio un beso y me miró de una forma inusual.
Algo de lo que le había dicho antes a mi padre, realmente me lo estaba diciendo a mí.
¿Ir a Burgos? Pero ¿Para qué? Si es que era eso lo que intentaba decir.
Bueno, daba igual, ahora tenía que pensar que hacer sin el libro. Sin ese libro no podía descubrir nada.
Suspiré. Tendría que ir a la biblioteca a intentar descubrir cosas, aunque dudaba mucho que encontrara algo.
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Ojos dorados (EN EDICIÓN)
Teen FictionAlma, un chica de 17 años que vive en Barcelona descubre por pura casualidad un misterioso libro de tapas negras que hará que descubra sus origenes y el porque de la maldición que recae sobre su linaje desde hace miles de años. Ella, junto a su amig...