En días como hoy en que ni yo misma sé por donde empezar a ordenar mi vida, es cuando más te necesito.
Te fuiste de mi vida sin tan siquiera avisarme, de la noche a la mañana dijiste adiós a este mundo sin desperte de mí. No te culpo, yo habría echo lo mismo, aunque tus motivos eran muy diferentes: tu si querías vivir, pero no lo lograste.
Recuerdo cada tarde de agosto sentados en el banco, nuestro banco, hablando de mi cosas y contándonos mil historias. Noches de locura total, carreras a contra reloj y besos robados.
Hoy solo me queda el recuerdo de todo eso, de tu lucha por vivir, por seguir luchando sobre todo por mí. Sabes que sin ti, no soy nadie.
Las palabras que me despertaron esa noche de septiembre fueron detonantes en todo mi ser: "Juan nos acaba de dejar".
Ni siquiera fui capaz a despedirme de ti, no podía creer que en poco menos de un mes, te habías ido y habías dejado de luchar.
¿Cómo podré salir nuevamente cada tarde de agosto sin ti? ¿Cómo imaginar un verano sin ti y tus abrazos? Sencillamente, no puedo. No puedo imaginarlo ni mucho menos quiero vivirlo.
Solo sé que por mucho tiempo que pase, siempre recordaré a aquel pequeño no tan pequeño que compartió conmigo los mejores veranos y que, lamentablemente, no podrá compartir como habíamos planeado, los mejores años de nuestra vida.