Te miro. Y me sonríes. Y yo también lo hago.
Por inercia.
Cualquiera sonreiría si te tuviese de frente. O detrás. O al lado.
El caso es tenerte.
Y me siento orgullosa de tenerte conmigo, siempre.
Y cuando la gente habla del amor, no puedo evitar imaginar tu mano cogida a la mía.
Por inercia.
Y entonces me doy cuenta de que tengo el cielo ganado, aunque a veces demuestre lo contrario. Y te grito. Y me pongo borde. Y te insulto.
Y te quiero.
Y por inercia vuelvo a sonreír al quererte.
Porque quererte lo hago por inercia.
Y ojalá algún día pueda sentir que todos esos gritos, enfados e insultos eran parte de nuestra historia.
Esa historia que no se puede borrar,
que está escrita en permanente,
tatuada sobre mi piel.
Al igual que en el corazón,
ese que se acelera con cada paso que das hacia mí.
Por inercia.