SECRETARIA KIM

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Pasar por la recepción sin ser visto por aquella secretaria no fue difícil, bastó con sus gafas de sol, un pañuelo alrededor de su cabeza que además tapara su boca y nariz, más pasar discretamente evitando la mirada de la chica, para poder lograr ...

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Pasar por la recepción sin ser visto por aquella secretaria no fue difícil, bastó con sus gafas de sol, un pañuelo alrededor de su cabeza que además tapara su boca y nariz, más pasar discretamente evitando la mirada de la chica, para poder lograr su cometido.

El verdadero reto era encontrar la bendita oficina, pues el edificio era enorme, lo suficiente para que uno se perdiera con cada paso.

Perdió alrededor de diez minutos en encontrar la ruta, su conciencia se sentía mal pues le dijo a Taesung que no tardaría, alta mentira que le dijo, pero es que no era su culpa el que no encontrara la oficina del padre de sus hijos.

Cuando ya estaba subiendo por el elevador al penúltimo piso del edificio, se acordó de un pequeño detalle ¿Cómo rayos lograría distraer a su secretaria?

Pues no tenia idea.

Una gota de sudor frío se deslizo por su cara.

Pero definitivamente no se rendiría, ya había llegado lo suficientemente lejos que un pequeño obstáculo como ese no le seria impedimento.

"ya se me ocurrirá algo" se repetía en forma de consuelo.

Finalmente las puertas de metal se abrieron con el típico sonido de una campanilla.

Seungkwan dio una gran calada de aire, y con lo más decidido que alguna vez pudo estar en una situación similar, se abrió paso dentro del penúltimo piso de la infraestructura.

Por un instante casi cayó al suelo al no pisar bien, pero ese es un pequeño detalle el cual no tiene relevancia.

Lo que si tiene relevancia es la mirada de la secretaria que además le regalaba una mueca y un ceño levemente fruncido a Seungkwan.

—Buenas, tardes señorita...—leyó su gafete —Kim, ¿esta el señor  Chwe?

Dijo seguro con una sonrisa amigable.

—Si— hablo algo dudosa —¿tiene cita?

"Oh, esa maldita frase" se dijo Seungkwan, prometiéndose interiormente que la próxima vez que escuche eso se lanzaría contra la persona.

Pero no sabía si reír o llorar, pues nuevamente se veía ante aquel reto de "¿tiene cita?"

Uno creería que aprendería la lección y se prepararía si volvía a pasar algo semejante (lo cual era lo más probable) pero ese no era el caso.

Si su cerebro fuera como una rueda de hámster, con este animalito corriendo en ella, definitivamente en vez de que aquel roedor corriera impulsando al aparato, su hámster estaría rodando dentro de este en unas vueltas que parecieran no tener fin, asemejándose a una lavadora.

—Si, soy Boo Seungkwan, debo estar en la agenda— dijo lo primero que pensó, tan seguro que no parecería mentira.

La señorita Kim puso su vista en el computador, quitando su ceño fruncido, verificando lo que aquel joven de abultadas mejillas y un gran estilo le había dicho.

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