2 ~ La Bella y la Bestia

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COMO BONNIE, COMO CLYDE


Rubí Labelle se había hecho toda una señorita en esos años. Ya no vestía buzos con capucha ni zapatillas con lucecitas en la suela, sino que su guardarropa se basaba en tapados largos, boinas francesas y botas con tacón. Eso sí, su color favorito seguía siendo el rojo fuerte, en combinación con el tono en que pintaba sus labios desde niña.

Lo ocurrido con su abuela hacía ocho años era a la vez una sombra en su memoria, y un hito que había definido muy lentamente ciertos aspectos de su personalidad al crecer. Cosas que no podía explicar, o más bien de las que directamente no podía ni hablar. Detalles de su personalidad, o dicho de otro modo, serios problemas psicológicos.

Rubí estaba enamorada de Hati.

Para empezar, no tenía sentido, porque el hombre estaba hacía casi una década varios pies bajo tierra. Y segundo, había sido uno de los peores criminales de la zona. Del país, más exactamente. Algunas de sus fechorías ni siquiera podían pronunciarse por mera vergüenza humana, y Rubí con su abuela hubiesen sido uno de los muchos casos innombrables de no ser porque la suerte estuvo del lado de los débiles esa vez.

Aun así, la muchacha no podía evitarlo. Tampoco se atrevía a buscar ayuda médica porque no podía confesar tales pensamientos. Secreto profesional o no, ella estaba segura de que tarde o temprano todo el pueblo y todo el mundo se enterarían si abría la boca. Lo había buscado en Internet: síndrome de Bonnie y Clyde o, más científicamente, hibristofilia, de la palabra griega, hubrizein, que significa 'atentar contra alguien' (que a su vez deriva de hibris, "desmesura del orgullo y la arrogancia"), y filo, lo cual significa 'tener una afinidad/preferencia por'. Todos los artículos solían enfocarse en una atracción sexual, pero Rubí podía respirar tranquila al respecto, porque lo suyo no llegaba a ese nivel. Más bien se trataba de una simpatía irracional mezclada con atracción física y psicológica hacia quien podría haber sido su asesino.

Tal vez por eso (qué digo, claro que fue por eso) Rubí se enamoró de Skoll.

Skoll y Hati eran mellizos, no gemelos, pero a pesar de eso compartían ciertos rasgos físicos, la misma mirada hambrienta y la misma sonrisa torcida. Y sobre todo, su dedicación a la delincuencia y la criminalidad, que atrajo a Rubí como una planta carnívora atrae a un insecto. Skoll la tuvo sorprendentemente fácil al secuestrar a la muchacha, porque ella no luchó en absoluto, y para cuando quiso entrar en razón ya era tarde.

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De hecho Rubí tardó demasiado tiempo en entrar en razón. Diez meses, para ser exactos, y para ese entonces Skoll la había llevado de una punta de Argentina a la otra, y Rubí sostenía a una niña recién nacida en sus brazos. Hasta a mí me es imposible saber qué había pasado por su cabeza durante todo ese tiempo, sencillamente porque no tenía sentido. Ella, luego lo describiría así, se sentía como sumergida en un sueño, drogada, observando sus acciones pero incapaz de reaccionar correctamente. Su enamoramiento por Skoll a través de su idea de Hati se había tornado en algo enfermizo, que ignoraba todas las leyes de la lógica mientras él dejaba bien en claro por qué lo apodaban "la Bestia".

Skoll llevó a la joven a una casa que tenía en un inmenso campo, muy lejos de donde Rubí había nacido pero aun así dentro del país. El lugar era elegante a pesar de estar rodeado de naturaleza en estado bruto, y los sirvientes que había no pronunciaban palabra. Luego ella se enteró de que todos eran mudos.

No había forma de escapar más que a pie, y la civilización quedaba muy lejos como para recorrer el camino con Persinette en brazos, bajo sol y lluvia. No, eso no era viable. Tampoco había teléfonos, ni Internet, ni forma de comunicarse con nadie fuera de esa estancia. Y de todos modos, Skoll tenía sus ratos buenos, esos en los que podía llamarse humano. Le mostró una biblioteca inmensa y las rosas de su jardín, de un color tan rojo como la ropa que ella aún llevaba.

Él iba y venía, entre fechorías y crímenes que tenía arreglados en otras partes, y dejaba a Rubí sola por largo tiempo. Al volver solía estar un poco demasiado violento, y más de una vez ella se preguntó por qué él no la había matado el primer día como venganza por lo de su hermano, y ya. Pero la mente de Skoll era demasiado retorcida como para hacer algo tan simple. No, él quería hacerla sufrir. Al principio, debo aclarar, Rubí no sufría tanto como él tenía pensado, pero eso fue cambiando con el tiempo.

Pero Skoll también, igual que Hati, subestimó a esa chica menuda de cabellos negros y labios rojos. Así fue como él, cuatro años después, golpeó a su hija Persinette porque andaba de malas y se pasó de bestia con Rubí a la noche, y a la mañana siguiente no despertó para contar el cuento.

Esta vez no fue porque la suerte estuvo de parte de los débiles. No, esta vez fue porque Rubí Labelle terminó de perder la cordura que le quedaba, y le clavó un par de tijeras en la espalda. De esas tan bonitas que él tenía, con grabados de rosas en plata. Ahí quedó Skoll, en la misma posición que había estado durmiendo, pero con los ojos abiertos en el último instante por el horror y la sorpresa.

Dos cosas salieron de ese asunto (además de la demencia de Rubí). Primero, no volvió a tocar un par de tijeras en su vida, ni siquiera para recortarle el cabello a Persinette como lo había hecho antes. Y segundo, desarrolló la idea de que todos, absolutamente todos los hombres eran como Skoll, y se encerró a sí misma y a su hija ese campo perdido en la Patagonia.

Esto es, hasta que Persinette conoció a un cazador que pasó por esa estancia por una casualidad del destino.

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Aquí dejo la lista de quienes participaron o están participando en este desafío, para que disfruten leyendo las historias de los demás (si tú estás participando y no te encuentras aquí, o si has cambiado tu nombre de usuario, déjame un comentario):

— PriscilaGibert

— LeahGaroz

— Blogger6Fowl

— cukibola

— SergioLinde

— WeCallThemMuggles

✱ Pero así no era el cuento... ✱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora