Capitulo XXIII

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Jane

Londres amaneció teñida de blanco. Y Jane observaba a su madre haciendo trabajo en el jardín aun en la nieve. La rubia suspira colocándose su ropa de abrigo antes de salir afuera para verla, con las manos en sus bolsillos, pisando la nieve debajo de sus botas, va acercándose.

-¿Qué haces?-pregunta la chica a su mamá.

-Bueno, intento ver si alguna de mis rosas quedaron vivas-dice su madre moviendo la nieve.-Esta nieve nos cayo desprevenidos a todos, y me niego a creer que mis rosas murieron.

La chica se arrodilla a su lado, la nieve haciendo un golpe sordo cuando sus rodillas impactan en el suelo. Con sus manos ayudándola, sonríe al ver una rosa blanca intacta, tal vez la única que estaba presente en ese momento. Intenta arrancarla con su mano, provocando que sus dedos se pinchen con la espina y una pequeña gota de sangre salga de la yema aterrizando en la nieve.

Un pequeño grito se escucha, pero era un grito demasiado oculto. Como si perteneciera al pasado, sus recuerdos se mesclaron entre la sangre, la nieve y el grito fantasma que creyó oír.

-No debes arrancarla con la mano-dice su madre sacándola de sus pensamientos.

Ella asiente, mientras sigue ayudando con las rosas ignorando la sangre ahora seca de su dedo, juntan las pocas rosas que permanecieron con vida mientras ingresan al interior del hogar. En el comedor, se encontraba su padre quien leía el diario con desinterés, la chica pone el agua a calentar mientras se busca una taza de té.

Con su madre no había vuelto a tocar el tema de Aspen, pero se notaba que Edith Tatcher estaba inquieta mientras ponía sus rosas blancas en un florero.

-Mamá-dice la chica.-¿Te acuerdas cuando fuimos a la casa de la tía Ginny antes de que fuera a trabajar a Escocia?.

-Si, claro-dice la mujer.-Tenia una gran cantidad de conejos y llorabas porque querías uno.

-¿Cómo fueron esos días?.

Edith suspira acomodándose el cabello.

-Normal hija, Ginny amaba consentirlos, les daba todos los gustos, no nos dabas tanta atención a nosotros. Solo querías jugar con los conejos.

-Y estaba...¿feliz?.

Su madre la observa, mientras que Jane acaricia el pétalo de la rosa mirando a su madre. Cuando el agua indica que estaba lista para ser servida, ella la coloca en una taza con el saco del té para comenzar a tomarla.

-Claro que estabas feliz-dice su madre y Jane la mira.-Solo te pusiste demasiado caprichosa cuando te dijimos que no podías llevarte el conejo. Te pasaste todo el viaje llorando.

*

-¿Es posible no recordar algunas cosas de tu niñez?-pregunta Jane recostada en el sillón en casa de Aspen. El chico castaño la mira dándole el bol con palomitas, ella agarra unas cuantas llevándoselas a la boca.

-Hay recuerdos que no son importantes entonces simplemente lo olvidamos, por ejemplo, ¿recuerdas que hacías el tres de octubre cuando tenias nueve años?.

-Ya entendí tu punto-dice ella provocando que Aspen ría.-Pero hay ciertas cosas, claves, que me cuestan asimilar del todo. ¿Entiendes?.

Aspen suspira entrelazando sus dedos con ella y la acerca a su cuerpo, Jane se deja abrazar mientras rodea el cuerpo del chico con sus brazos apoyándose en su pecho. Aspen besa su frente jugando con el cabello rubio de ella.

-A veces, el cerebro quiere protegernos de algunas cosas-dice tocando su cabello.-Entonces crea una especie...de pared, ¿entiendes? Eso bloquea ciertos recuerdos que no quiere mostrar porque te harán daño.

Die for Secrets| [Secrets #1] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora