Prólogo

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Era un frío día de invierno aquella tarde, la ciudad estaba cubierta por un fino manto blanco en cada extremo. Los niños disfrutaban tirarse bolas de nieves, las calles estaban cerradas y para algunas personas no había escuela o trabajo. Un día perfecto, menos para aquella familia. Donde todos los familiares, y amigos cercanos estaban vestidos con sus ropas mas elegantes, todos de color negro y limpiándose las lagrimas con un pañuelo. 

Todos querían lucir bien. 

La niña opinaba que era estúpido verse bien cuando se trataba de un funeral, cuando todo lo que querías hacer era seguir llorando.

Las personas lloraban alrededor de la lápida de color del ébano, en ella descansaba el joven cuerpo de un niño de once años, con cabello negro como el carbón, y la piel tan pálida como la nieve que estaba cayendo de afuera. Opinaba que era estúpido que los muertos vistieran de gala, pero ahí estaba él, con un traje negro, y una rosa blanca entre sus manos sin vida. El lugar olía a flores marchitas y la flameantes llamas de las velas se movían suavemente. 

"Tan joven", lloraban algunas, la madre de la familia se aferraba con fuerza a algunos de sus parientes mientras con su mano derecha arrugaba el pañuelo blanco. "Tan joven, y se ah ido", "tenía mucho que vivir". Todos se lamentaban, soltando gemidos mientras lagrimas gruesas caían por su rostro.

El padre de la familia aceptaba las manos que sus colegas estrechaban, hablaba, afligido por todo lo que sucedía. Recibiendo abrazos, fingiendo que se mantiene fuerte, ocultando sus secretos, como oculta sus lágrimas.

Las reuniones en general, tenían algo en común, todos aportaban una mascara. Ahora tocaba la máscara de la tristeza, había algunas personas que si lloraban realmente por la perdida de aquel joven, pero otras personas solamente estaban ahí para contenerlas, ya que realmente no conocían a la persona, ni tenían comunicación con la familia. 

Ni se concentraron en los otros dos pequeños niños sentados en la banca, que observaban atentamente el ataúd con su hermano mayor dentro de él, daba aspecto de estar durmiendo, esperando a que pronto abriera los ojos azules donde se asomaría una cruel sonrisa. El menor miraba a su hermana, y la niña solo atina en abrazarlo mientras deja un beso en su coronilla rubia para calmarlo. 

Mas tarde, en el cementerio, todos estaban reunidos en el agujero de al menos dos metros, y veían como la caja marrón iba bajando, mientras que el cura daba sus plegarias y todos se ponían a rezar. El viento no hacía mas que sacudir el cabello de la gente, mientras que estaban parados encima de la fría nieve, daba un aire demasiado tétrico al lugar estando con todas aquellas lápidas de su alrededor.

En ese pequeño grupo de personas, se encontraban miles de secretos por descubrirse. Los secretos también era algo que se podía hablar, pues hay muchos tipos, lo que destruyen, los que ocultan cosas terribles, los secretos que es mejor evitar que salga a la luz.

Y, en el fondo del cementerio, oculto entre frondosos árboles, se encontraba alguien, quien era capaz de saber todos esos secretos. Uno de esos secretos, era que sabía quien mato realmente al joven, y no lo sentía. No sentía en absoluto haberlo matado. Y de la forma mas sínica, una sonrisa escapa de sus labios, el tipo de sonrisas que no lamentaba nada. 


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Die for Secrets| [Secrets #1] [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora