Oasis

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En un mundo desértico, la raza humana estaba al borde de la extinción. Obligados a vivir bajo tierra en un mundo totalmente destruido, solo los más viejos soñaban lo que antes había sido su hogar mientras que a los más jóvenes les prohibían su niñez.

Solo quedaban cuatro ciudades en pie, comunicadas por túneles lo suficientemente grandes como para que más de cincuenta personas puedan correr sin tropezarse. Ciudades que tienen reglas de supervivencia. Si un explorador en la superficie llegaba a encontrar comida o agua debía llevar todo a la arena. Lugar donde las cuatro ciudades se reunían enteramente para disfrutar una batalla en la cual una persona de cada ciudad era elegida para representarlos. Una guerra montada por los líderes donde sobrevivir era la respuesta definitiva para la supervivencia de su ciudad.

Los ciudadanos de dichas ciudades miran aterrados mientras los líderes piensan y juzgan, pues son ellos los que al final deciden el justo destino de su pueblo. A todos ellos les parecía un sistema justo y creían firmemente en que ese sistema les daría la vida que añoran tener. Y sé lo que se preguntan, pero no, el ser humano no devastó el mundo, la misma madre naturaleza decidió que nosotros, la plaga, debía extinguirse.

Es extraño sí, es raro que en lugar de prosperar la madre naturaleza decayera, pero supongo que la naturaleza también puede equivocarse. Seremos un virus que la destruye sí, pero a veces mantenemos un control inter-especies necesario para la evolución. De la noche a la mañana los animales crecieron, demasiado, un punto en el que un perro de la raza más pequeña llegaba a medir incluso más que un edificio de nueve pisos. No todos los animales crecieron tanto, algunos se encogieron pero sus habilidades incrementaron. Las muertes masivas no tardaron nada en hacerse presentes, miles y miles de personas morían diariamente, ciudades destruidas en segundos por mariposas enormes que con el aleteo de sus alas sacaban volando a la gente a kilómetros de distancia. Finalmente se decidió que era imposible vivir fuera.

El mundo ya no pertenecía a los humanos donde hace décadas, ningún humano pensaba en la remota posibilidad de luchar, excepto Lina.

Lina había nacido y crecido en la ciudad del sur junto a su hermano menor Tim y su mejor amigo Nate. Ella siempre tenía la cabeza metida entre las páginas de los pocos libros que aún quedaban y soñaba con esos lugares tan fantásticos que describían. Nate no la detenía pues quería que ella fuera feliz. Pero su hermano Tim era todo lo contrario, siempre le recordaba a Lina que lo que leía no eran más que inventos de algún anciano alcohólico y que jamás existieron o existirían nuevamente. Sin embargo los comentarios de Tim no tenían efecto en ella. Lina salía a la superficie muy seguida, hacía mapas con el poco papel restante de su propia ciudad y de cada centímetro que recorría en la superficie. No era todo desierto y ella lo sabía bien. Encontrando vestigios de lo que antes era el mundo que siempre leía en libros y cosas que jamás había siquiera imaginado.

En un rutinario día de exploración decidió ir a otra de las ciudades para retratarla en uno de sus mapas, recorrió el túnel hacia la ciudad del norte con una sonrisa pero a la mitad de su camino logró ver una pequeña fisura en el túnel. Le pareció muy extraño ver esa grieta, intentó ampliarla más y no tardó en caer un pedazo de una de las paredes. Se dio cuenta de que había un túnel más pero estaba bloqueado por una mísera pared tan frágil que logró tumbarla sin esfuerzo. Se sentía tan grande y capaz, sin pensarlo dos veces corrió por el túnel ahora descubierto contando los pasos que daba para saber la distancia. No tardó en darse cuenta que llevaba directamente a la superficie, tuvo que detenerse para no caer a un vacío enorme y descomunal. Lo que antes era el gran cañón del colorado yacía frente a ella, le causó una gran impresión que casi se le fue el aire. Se puso de pie en la orilla, apoyada en la pared del túnel veía con una sonrisa dibujada en el rostro el imponente cañón ante ella.

Todo era feliz hasta que un extraño sonido se acercaba, era como un zumbido, lo que llevó a Lina a alejarse un poco de la orilla para evitar ser vista pensando que sería un animal. Un gusano de tamaño estratosférico se arrastró a una velocidad descomunal por una de las paredes del cañón, se movía en dirección a un oasis que estaba lejos de ahí pero igual no era difícil de ver para Lina.

En ese momento, su corazón se llenó de esperanzay corrió para informarle a Nate sobre su hallazgo, luego juntos corrieron haciael túnel para ver el oasis de lejos siendo rodeado por el gusano. Luego de una largacharla decidieron partir hacia el oasis, bajaron por una de las paredes del cañóny emprendieron su viaje.


No fue tan difícil como esperaban que fuera y el oasis no estaba custodiado por el gusano aunque igual no bajaron la guardia. En el agua se veían pequeños hilos azules que se movían libremente por ahí, claro que Lina y Nate se cuestionaron la calidad del agua pero estaban tan sedientos que no dudaron en bebérsela. No pasó mucho del primer trago cuando un mareo se hizo presente en ellos, se sentían desorientados y con una falta de aire tremenda. Cuando se recuperaron se sentían muy distintos, como si no fueran ellos y se sentían ligeros.

Sus ojos ahora eran azules y muy hipnotizantes,se cuestionaron si algo más habría cambiado y sí. Su velocidad era mayor, sucapacidad de resistencia era enorme, y su inteligencia era mayor. Felicesregresaron corriendo a su ciudad, sin tardar tanto ahora y sin la necesidad deuna cuerda subieron la pared del cañón hacia el túnel, descubriendo así unamanera para ganar una guerra contra las bestias por su antiguo hogar

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