Una segunda oportunidad

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Marian era una mujer muy bonita: cabello rubio sedoso, ojos verdes brillantes como faroles, facciones agradables y una silueta mordaz.
El único problema era que ella iba a morir.
~~
Marian se apresuró a llegar al estacionamiento.
Sentía cómo las pisadas detrás de ella se aceleraban.
"No mires atrás, no mires atrás, no mires atrás. Concéntrate en la meta: el auto. ¡Que jodan a ese desgraciado!"
Un momento de rebeldía no le iba para nada mal; ignoraba el hecho de que se estaba congelando del miedo.
"¿Por qué me están persiguiendo? Diablos. Ha sido así por más de 10 minutos. ¿Qué hago? ¿Lo ignoro? ¡Va a terminar atrapándome!"
Dobló hacia una esquina.
"Mierda!"
Callejón sin salida.
Marian se volteó instintivamente.
¡Estaba frente a ella!
-Hola. Te he estado viendo desde cerca.
Ella ahogo un "¡No me digas!" irónico.
La persona pareció sonreír, sabiendo lo que pensaba.
-¿Quién demonios eres y qué quieres?
Fue directo al grano, seria, aunque dentro de ella... Ese hombre podía ser capaz de cualquier cosa.
Era un tipo como cualquier otro: sonrisa perfecta, ojos celestes y cabello negro azabache...
-Solo quería charlar. Ya sabes... Hablar un poco. Me gustaría conocerte. Empecemos de nuevo, te parece? Me llamo Adam y...
La figura se abalanzó sobre Marian, como un depredador sobre su presa, y la golpeo con algo que ella no logró identificar.
La mujer no pudo siquiera reaccionar; se desmayó con el golpe rotundo que el hombre le dio.
En un momento de consciencia, que duró apenas segundos, pudo identificar algo: el olor nauseabundo de la muerte tocando la puerta.
~~
La Inquisidora entró. Al ver a Edmund (después de tanto tiempo) no le cabía duda alguna de que no había cambiado mucho.
Sus ojos negros centelleaban, casi como con indiferencia; Además de su cabello, también negro, que él se había dejado corto, nada mas había cambiado. Supuso que su actitud era la misma de siempre: fastidiosa y con un tono de inteligencia semejante a un abogado, como los mundanos solían describir a ese tipo de persona.
Le dio igual. Ella no estaba allí para comentar sobre su aspecto.
Edmund cerró la puerta a sus espaldas y la saludó con un tono que parecía reflejar un poco de intolerancia:
-Inquisidora.
-Edmund. Veo que estás bien instalado en esta pocilg... Habitación.
-Eso es un comentario que deberíamos callarnos, no cree? Vaya al grano.
La Inquisidora no se mostró afectada en lo absoluto. Estaba acostumbrado a la empatía de Ed. Más bien resignada, si esa palabra era la indicada.
-Tranquilo, Edmund. No vine a regañarte, si eso es lo que crees. Vengo, mas bien, con una oferta considerable. André te lo ha mencionado anteriormente, si bien tengo entendido.
Ed la miró fijo, tal y como muchas otras veces lo había hecho. No era sorpresa que esa figura femenina significara la ira de él. Al fin y al cabo, fue ella quien lo acusó y fue ella quien lo botó a la maldita Tierra.
-Si, ese bastardo me lo mencionó. Cuando me estaba golpeando la otra noche. Gracias, por cierto. Siempre aprecio que me golpeen en el rostro.
La Inquisidora se encogió de hombros.
-¿Qué quieres que te diga, Edmund? Me agrada que la gente te golpee. Lo merecías. Desataste una pelea en el bar.
-¿Cómo...?
-André estaba en el bar. Yo lo envié... No creas que después de tantos años no te estaría vigilando. Eres escoria y la escoria tiene que ser eliminada a veces. - Sonrió casi como si hubiera escuchado un chiste - Pero dejemos de hablar sobre eso. Te estaba por hablar acerca del trato. Verás, Edmund. No nos gusta que los de "tu clase" estén sueltos por todas partes como ratas, sabes? Así que hemos decidido que lo mejor sería que se encargaran del trabajo sucio que a nosotros nos incumbe, me explico?
Edmund cerró los puños con la intención de estampárselos a esa mujer en el rostro. Al cabo de un rato decidió asentir, aunque la verdad era que no entendía a dónde quería llegar la Inquisidora con todo ese rollo.
Ella pareció leer su mente, porque añadió con tono serio:
-Queremos que mates a alguien por nosotros, Edmund. Sabemos que eres bueno para las peleas y que tienes buen carácter para ese tipo de cosas. Y con eso me refiero a que no te intimida el hecho de sacarle los intestinos a una persona mientras ésta sigue viva. ¿Ves a donde quiero llegar?
Ed largo una carcajada que duró un tiempo demasiado largo; A la Inquisidora no le pareció en lo mínimo preocupante. Sabía que él estaba lo bastante desquiciado como para aceptar. Eso era fruto de haberlo espiado en los últimos años.
El hombre pareció calmarse un poco, y añadió:
-¿Es enserio? ¡Demonios! Me quedé sin palabras, Inquisidora. -Largó una risa y luego intentó contenerse- Está bien. Acepto de buena gana. Gracias por la consideración... Ahora me siento especial.
La mujer asintió y luego agregó:
-Perfecto. Se te entregará un maletín con la información que necesitarás; Éste se te entregará, a su vez, por un aliado. Sabrás como arreglártelas después.
-¿Hay algo más que debería saber?
La Inquisidora volvió a asentir.
-Vas a asesinar a los rebeldes de tu clase, Edmund. No hay nada más que agregar, además del hecho de que se te estará vigilando para que cumplas con lo pactado. O de lo contrario...
Edmund la interrumpió.
-Ya. Entiendo su punto. Ahora discutamos lo que me interesa. ¿Qué recibo yo a cambio?
-Tu vida garantizada, Edmund. No creas que eres el único al que le ofrecimos este trabajo. Podríamos borrarte del mapa si lo quisiéramos. Así que procura seguir con lo dicho, de acuerdo? Ahora debo irme. Nos veremos.
Y luego de eso salió por la puerta.
Él sonrió con las ideas que comenzaban a agolparse en su mente.
"Demonios! No sé quién está mas loco: Los malditos ángeles por reclutar a gente para esa mierda o yo por aceptar hacerla."
~~

Edmund... Y sus demonios internosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora