A centímetros del tesoro

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Al principio me pareció pesado. Ya sé que es una persona muerta, pero... ¡Vaya que era pesada!
"Mi primer cadáver". Quedaría lindo para un libro. Y la portada sería Eddy y yo. Vaya libro se armaría. Con cada aventura que tuviéramos...
-Apúrate, niño. No quiero matar a otro más hoy.
Puse los ojos en blanco y le mostré la lengua.
-Tú serás el que termine muerto de esto, Eddy. Acuérdate que soy un sicario y que se como asesinar. Que no se te olvide o...
-¿... Perderé un dedo? Al, realmente eres todo un asesino.
Toño sarcástico. Eso jamás me agradó de Ed. Juro que cuando lo conocí era tan inocente y frágil... ¡Mira en lo que se ha convertido! En un condenado chiflado. Y luego me dicen a mí...
Solté a Aria (si es que puedo llamar así a una bolsa con un muerto dentro) y cayó con un golpe sordo. Edmund me observó molesto.
-¿Es que eres idiota? Ayúdame o te partiré la cara.
-¡No! Ya me harté de que me traten como a un capullo. No importa mucho que me llamen "niño", pero que me hablen como a un maldito bebé... Además de que YO soy mayor que tú, Eddy. ¿Dónde quedó el respeto? Olvidado, supongo. ¡Joder que las cosas han cambiado...!
El chiflado rodó los ojos y gruñó. Agarró la bolsa con Aria dentro y se la llevó al hombro.
-Sigo sin entender por qué la has asesinado, Eddy. Me caía bien. Por supuesto que tú me caes mejor, pero eso no cambia el hecho de que esa chica era una cosa...
-Deja de babear y camina, quieres? ¡Y deja de hablar de una condenada vez! Te estás volviendo todo un pesado.
Me apresuré a seguirle el paso y continué con las preguntas.
-Aún no me has respondido. ¿Es que te ha tratado mal la pobre niña? Por cierto... ¿Era realmente necesario tener que mutilar su cuerpo? Por poco expulso las golosinas. ¡Demonios! Me he acordado de que se me han acabado las golosinas. ¿Tienes por casualidad algún caramelo? Joder, necesito un caramelo, Eddy...
-CIERRA EL PICO, MIERDA. Te quejas de todo, niño. Ya me tienes cansado. Voy a hacerte comer tierra si no te callas, me has oído?
Siempre tan cabreado. Juraría que él no era así. Me acuerdo muy bien lo educado y amable que era. Un retoño. Y ahora... ¡Una bestia que amenaza a un pobre niño hambriento! ¿Cómo es que hemos llegado tan lejos? ¡Cruel mundo!
Nos quedamos callados por un tiempo hasta que llegamos a un río (o lo que parecía uno, porque apestaba como la muerte).
-Eddy... ¿Por qué la has asesinado? Sé sincero conmigo.
Edmund abrió la bolsa y comenzó a botar su contenido (la pobre Aria) entre la basura del "río". Mientras hacía esto, me respondió:
-No lo sé, niño. Simplemente... La maté. Quizás no fue la mejor elección que tomé en mi vida, pero... Recordé a Samael y algo en mí pareció prenderse. No sé cómo, explicarlo. Como si hubiera despertado de una trance -al terminar el contenido de la bolsa, me observó, pálido-. Sentí el dolor en mi alma y cuando pude reaccionar... Ella estaba muerta. Y lo peor fue que lo disfruté. -Al ver mi expresión de espanto, añadió, seco-. No sé por qué demonios te estoy contando esto. Volvamos de una condenada vez. Ya está por amanecer y hay que ir a por BookWorm.
Asentí, asustado. ¡Y miren que jamás me asusté con facilidad! Con excepción de las arañas...
-Ed...
-Vamos.
Dimos la vuelta y comenzamos a andar. Ninguno de los dos habló. Supuse que Eddy quería pensar con claridad y ordenar sus pensamientos.
A ver si terminaba como Aria...
~~
Observé con atención cómo el sándwich de queso y jamón (el último) entraba en la boca de Ed lentamente y como éste se atragantaba con el sabor (o mejor dicho con el queso derretido).
Fruncí el ceño, irritado, y me crucé de brazos.
-¿Qué te ocurre ahora?
-Te has comido el último sándwich hecho. Ahora tendré que hacerme uno yo solo. Y soy un maldito desastre haciendo sándwiches, Eddy. Y todo por tu culpa.
El hombre enarcó las cejas de modo reprochador y siguió comiendo, llenándose la boca con pedazos gigantes de la delicia que tenía entre sus manos...
Caminé hacia la nevera y suspiré. No había pavo.
"Tranquilo, Aleksander. Respira. Uno... Dos. Uno... Dos. Así está bien. Si Ed te llega a ver cabreado va a estar cabreado también y eso significa aguantarlo todo el día quejándose. ¡Compórtate como tal, joder!"
Asentí a mis adentros y comencé a sacar aderezos y comidas afuera. Edmund no pareció inmutarse y siguió comiendo como si nada. Menudo ignorante. Dejando que un pobre chico se ha su propia comida...
-Deja de hacer pucheros, mierda. Dame que te lo hago.
-¡¿Qué?!
Joder, no podía creerlo.
-Que me lo des, niño. ¿O es que quieres arreglártelas con pan? Porque mira que no tengo problema...
Oportunidad.
Deslicé todo lo que se encontraba afuera de la nevera sobre la mesa y frente a Edmund y le sonreí.
-Eres tan bueno, Eddy. Algún día te devolveré el favor.
-Espero que ese día llegue, niño. Porque dudo que tengamos tanto tiempo.
~~
André caminó con paso pesado. No había pegado el ojo en casi toda la noche y, luego de minutos de caminar por el bosque guiado por Aleksander, ya no podía seguir más. Estaba derrotado.
Edmund estaba segundo en la fila que comandaba el joven chico con un mapa. Pero, al contrario del hombretón, estaba alerta y concentrado en el frente. Sabía por experiencia que los ángeles no eran tontos: seguro estaban enterados de la "traición" de Eucariot al enviarles una carta mediante otro de su tipo a los "enemigos".
De todas formas, no estaba igual excitado que El Niño con su maldito mapa. Como el lo llamaba... "El mapa del tesoro". Y a cada paso que daban, él siempre exclamaba un "¡Estamos a tan solo centímetros, joder! Deprisaaaaa."
Simon, por su parte, parecía demacrado. Estaba pálido y parecía que tampoco había reconciliado el sueño; quizás este le había evitado.
Aún soñoliento, André apretó el paso. Por poco se cae al quedar inestable en el camino por una piedra, pero logró recomponerse y siguió caminando. Pensó, de repente e irónicamente:
"Caminando, caminando. En busca de una pieza clave para el rompecabezas: Angel Maker. Y estamos jugando a un puto juego, como si de eso se tratase. NADA ES UN CONDENADO JUEGO, POR EL AMOR DE LOS ARCÁNGELES."
André sonrió internamente y prosiguió con su marcha, satisfecho por como había manejado la situación.
Mierda.
Simon estaba inmerso en sí mismo. No dejaba de pensar en su padre, y las preguntas "¿Por qué?", "¿Cómo estará? o el "¿Qué demonios le han hecho? se agolpaban en su mente como bombas de tiempo. Necesitaba encontrarlo pasase lo que pasase.
El grupo, abstenido a la pesadumbre interna y nostálgica, prosiguió el camino hacia Antwerp, quien en ese momento se encontraba a tan solo 4 kilómetros de distancia y se encontraba con gorilas de guardias y una mujer con una sonrisa tan torcida y macabra como la que Edmund había hecho al asesinar a Aria.
~~
Caminé desprovisto de todo lo que me rodeaba. Simplemente quería mandar todo al diablo...
Ya habíamos caminado como dos horas y nuestras piernas no daban para más; el entusiasmo no puedo contarlo siquiera. Era inexistente.
De todas formas, seguíamos añorando encontrar a Little Mind.
Apretamos el paso y, luego de unos interminables 10 minutos, logramos divisar una especie de edificio que, a simple vista, parecía una de esas casas rústicas que habían sobrevivido la Segunda Guerra Mundial.
El Niño propinaba saltitos mientras nos acercábamos a la fachada. Ciertamente, estaba orgulloso de sí mismo por haber sido lo suficientemente listo de seguir al pie de la letra el mapa que llevaba al tesoro (en este caso a Antwerp).
Sabía que no nos iban a dejar entrar así de fácil al edificio, por lo que comenté al reducido grupo que habríamos que ocultarnos tras arbustos o árboles y esperar a que los guardias del lugar salieran a tomar aire fresco.
Simon estaba callado; no era de extrañarse, ya que se encontraba a menos de 15 metros de su padre, a quien mantenían raptado.
El Niño seguía hablando sin parar (nadie tenía idea de qué cosa, porque a esas alturas nadie le escuchaba) y, en cuanto al hombretón de André, se limitó a tomarse una siesta.
Así que el trabajo era mío.
"Mierda."
Luego de quedarnos recostados sobre la arbolada, decidí acercarme al lugar. Por supuesto, aparecieron las excusas por parte de los miembros, como el "Joder que serás idiota" (Alek), "No deberíamos separarnos" (Simon y su intento fallido de hacer una estrategia), y... Bueno, el dormitar de André.
Lo desperté de un codazo en las costillas y le dije que me iba a entrar y, como siempre, el hombretón me dedicó una sonrisa y se incorporó, claramente indicando que iba a acompañarme.
Suspiré, resignado, y caminamos al encuentro de la fachada.
Las paredes blancas (o lo que habían sido antes de que el moho la corroyera), las ventanas sin ventanas, la puerta de madera gastada y un letrero a nuestros pies que citaba:

Edmund... Y sus demonios internosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora