Un niño y unos cuantos idiotas

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Aleksander frunció el ceño. Estaba espiando por una ventana y eso no le gustaba mucho que digamos. Prefería la cercanía y no tenía dudas de que era uno de los mejores en hacer eso: leer los movimientos de las personas e interpretarlos. Era parecido a leer los labios, solo que el enfoque va hacia el cuerpo en sí y lo que intenta decir. Esto es llamado "lenguaje corporal".
Al sonrió y se acercó un poco más al borde del cristal de la ventana.
"¿Fumando a esta hora de la mañana? Significa que está muy estresado y no quiere aceptarlo. También puede significar que le da igual todo. Yo iría por la 2. Tiene pinta de eso, o no?"
De acuerdo, muy bueno no era en el análisis.
"¿Quizás solo sea porque le guste fumar y no tiene nada más que hacer?"
Demasiado malo.
Aleksander golpeó el cristal con sus nudillos en un tono bajo, para que solo el hombre dentro de la sala pudiera escucharlo.
Y así fue que lo hizo.
Edmund se acercó a la ventana con paso decidido y ladeó la cabeza.
-¿Qué demonios...?
El Niño saludó dramáticamente hacia el hombre del otro lado.
Aleksander tenía unos ojos asombrosamente azules que atraparon a Edmund por sorpresa y le bajaron la guardia.
Sus cabellos eran dorados y tenía, lo que parecía, una parte teñida de negro, justo en la parte de arriba de la cabeza.
-¿Te molestaría abrir la ventana? Tengo que hablar seriamente contigo.
El hombre de cabellos azabaches le observó con sorpresa. ¿Quién demonios era ese chico?
Edmund abrió la ventana sin pensarlo 2 veces y El Niño entró.
-Que casa más guay. Aunque yo le pondría un par de colores en el piso y... ¡¿Dónde está la televisión?! Demonios, esto ya es el colmo. ¿Cómo...?
-¿Quién mierda eres? ¿Qué hacías afuera? ¿Estabas espiándome? ¿Me conoces?
El Niño se limitó a encogerse de hombros y se desplomó sobre uno de los sillones del living.
-Me llamo Aleksander. Te estaba observando. No, no te estaba espiando. Y si, te conozco. ¿O es que no me recuerdas? Me ofendes, hombre. Y yo afuera muriéndome de frío con la esperanza de que me recordaras... Que decepción. ¿Puedo echar un vistazo por aquí? Espero que haya comida. Más les vale que haya comida o me verán enojado.
El chico se levantó tan rápido como se acostó y se dirigió a la cocina. Se agachó un poco y abrió la nevera, en busca de algo para comer. Tomó un sándwich y volvió a su sillón.
Edmund se acercó un poco más e intentó recordar.
-Ahora que lo pienso... Me pareces familiar.
-¡Ahora lo pillas! Tampoco es que haya pasado tanto tiempo, eh? De todas formas, vas a ver que me recuerdas. Alguien como yo no puede ser olvidado tan fácilmente. -le obsequió un mordisco a su sandwich y abrió los ojos de par en par- ¡Uno de los mejores platos que he probado! Y mira que he dado varias vueltas al mundo... Me conozco Europa de memoria y Oceanía... ¡Australia! Uno de los mejores lugares, sin lugar a dudas. He ido a surfear y estuvo asombroso, pero tuve un encuentro desagradable con una viuda negra y pues me arruinó el viaje. Estuve en cama por toda una eternidad y temí por mi vida, hombre. No sabes lo mortales pero hermosas que pueden ser...
Edmund se perdió en la mitad del monólogo y se concentró en la figura.
.Niño de no más de 14 años.
.Rubio con una parte pintada de negro.
.Ojos azules cristalinos.
.Charlatán.
.Impresionante forma de hablar.
Sin duda alguna, conocía a alguien con esa descripción, pero no lograba recordar con exactitud quién.
-Hey, Eddy. ¿Me estás escuchando? No me digas que aún no me recuerdas. ¿Quieres que te de algunas pistas? -se quedó pensando unos segundos y volvió a hablar con rapidez-. Nido. Bocaza. Castigo. Niño-hombre. ¡Con eso ya debes de decir hasta mi color favorito!
-¡Demonios! ¿Eres...?
-¡El mismo! Sabía que me recordarías... ¿Cómo podrías olvidarme? Digo, soy simpático, carismático, rubietón, todo un galán...
Edmund ya había dejado de prestar atención a las enumeraciones de Aleksander. Estaba concentrado en recordar. Demonios, parecía imposible.
Lo único que lograba recordar era un apretón de manos entre él mismo y un hombre gigantesco y fortachón. Si mal no supuso, él tendría no más de 17 años y el otro hombre unos 25.
Pero, exceptuando la juventud del niño, ambos entraban en la misma descripción y, al parecer, eran la misma persona.
-Te recuerdo, pero eras un poco mayor... -El Niño puso cara de ofendido-. ¿A qué te referías con ese castigo?
Aleksander dejó de mordisquear su sándwich, el cual en esos momentos ya estaba a punto de ser terminado.
-Verás, mi joven amigo. Tú me has recordado y seguro habrás pensado que realmente era un buen tipo. Lo sigo siendo, sabes? Pero con este cuerpo, muy hombre no puedo ser. -Al ver la cara de confusión que Edmund le había dedicado, prosiguió luego de un suspiro- Al parecer, he cabreado a algún que otro idiota de por ahí y se fueron lloriqueando con los de alto rango. Se desde ya que también conoces a Samael por experiencia propia. Pues él se encargó de llevarme a La Corte y los otros Arcángeles decidieron que un castigo me iría bien. Así que me trajeron aquí y llamaron a un mago para que me entregara una maldición que consistió en volverme un maldito niño por el resto de la eternidad. ¡Y demonios que lo lograron! Me soltaron en la calle como un condenado perro y tuve que hacer muchos trabajos sucios para llegar a mi puesto ahora. Y luego te encontré, amigo. Y a este sándwich. Juro que podría casarme con él. ¡Le han puesto pavo y todo! ¿Puedes creerlo?
-Ajá -se limitó a responder Edmund. Lo que Aleksander acababa (y aún no había terminado) de contarle era totalmente increíble. Pero, de alguna manera, sus palabras hacían eco dentro de su cabeza y sabía que lo que él decía era la pura verdad-. ¿Puedo preguntar a qué te dedicas, niño? Me he quedado un poco sorprendido, sabes.
El joven se encogió de hombros y respondió, divertido:
-Soy un sicario.
A Edmund le bastó la última palabra para largar una carcajada que duró minutos. Intentó parar pero la verdad era que no lograba controlar la risa y estuvo a punto de hiperventilarse. El Niño se le había quedado mirando con cara molesta y acostado sobre el apoya-brazos.
-Sigue riéndote, Eddy. A ver si te ríes cuando pierdas un dedo...
Se escucharon pasos desde arriba y Al paró las orejas.
-¿Y eso? Pensé que esta era tu casa, Ed. Ahora que lo pienso... Sabía que no era mucho tu estilo. Eres más como de esos que toman cerveza y la dejan tirada en el suelo y tienen toda la ropa sucia y... -al observar a Edmund se calló y frunció el ceño-. Mira que eres. No has cambiado absolutamente nada, eh? Tampoco es que hayas envejecido tanto... Un baño caliente y un buen apoyo moral te pueden ayudar bastante. Deberías probarlo. Aún no me has respondido. Eso es muy maleducado de tu parte, hombre. Y luego me dicen a mí que yo...
-Cállate de una buena vez -murmuró Ed mientras le hacía señas para que se quedara en donde estaba y no se moviera-. Voy a ver qué tal, niño. No me tardo.
Caminó hacia las escaleras y las subió rápidamente pero sin hacer un solo ruido. No despegó su mirada del frente y, de vez en cuando, del techo.
"Eso fue definitivamente un golpe. Estoy seguro de ello."
Edmund se detuvo frente a una de las puertas que estaban en el pasillo del segundo piso y, cuando quiso retroceder, se chocó con alguien.
Se giró rápidamente y El Niño había alzado las manos en modo de rendición.
-¿Es que acaso no me escuchaste, niño? Te dije que te quedaras abajo...
-Técnicamente, soy mayor que tú, así que deberías tratarme con respeto, Eddy. Hey, has escuchado eso? Viene del otro lado de la puerta.
El hombre se volteó y entreabrió la puerta que se encontraba frente a él. Del otro lado solo estaba André en calzoncillos y todo despeinado.
-¿Se ha escuchado tan fuerte? Joder. Estaba durmiendo y de repente estoy en el jodido suelo. Mierda que dolió. -observó detrás de Edmund y apuntó al chico- ¿Y ese quién es? No me digas que has encontrado a alguno de tus bastardos porque ahí sí que se arma problema...
El hombre le interrumpió.
-Se llama Aleksander y viene conmigo. Y no, no es uno de mis "bastardos", André.
-¡¿André?! -exclamó El Niño mientras se acercaba al grandulón-. Yo te conozco. He escuchado rumores sobre ti y tus hazañas y siempre quise probar si eran ciertas, pero... -negó con la cabeza, decepcionado-. Mucho gusto, André. Me llamo Aleksander y me alegró demasiado por haberlo conocido en persona esta noche. La verdad es que me he llevado una gran sorpresa encontrarme con estas leyendas en una sola casa... Solo falta el cerebrito y el grupo se completa!
En ese momento entró Simon a la habitación. Sus ojos estaban brillantes y, aunque su apariencia estuviera desordenada, seguía pareciendo uno de esos come-libros como su padre. Solo le faltaban los anteojos...
-¿Hola...? ¡Esto parece una fiesta! Me han alegrado la noche, compañeros.
Edmund sonrió y le susurró en el oído al niño:
-Seguro has escuchado sobre él. Es el "hijo" de Antwerp. Se llama...
-¡¿ERES EL CLON DE LITTLE MIND?!
Todos se quedaron callados mientras Simon asentía y sonreía apenas.
-Se podría llamar así...
El chico se acercó al adolescente y le tendió la mano mientras sostenía una sonrisa torcida.
-Me llamo Aleksander. He escuchado cosas increíbles sobre ti y tu otro yo. ¿Puedo preguntar por qué le llamas 'padre'? ¿Es que acaso no son la misma persona pero en diferentes cuerpos y con una diferencia de edad?
Simon se rascó la cabeza, observó a Simon extendió su mano y se la estrechó. Luego observó a Edmund y él le asintió, como indicando que el bocazas era de fiar.
-Pura costumbre. Dudo que quedase muy bien decir "Hola, yo. ¿Qué estás cocinando?" o "Voy a comprar gaseosas para casa, yo. ¿Tienes cambio?". Aunque parece bastante divertido, debo admitir.
Aleksander largó una risita y siguió con su interrogatorio.
-¿Es cierto lo que dicen sobre que pueden comunicarse telepáticamente o si uno de ustedes muere el otro también? ¿O que si yo te golpeara (jamás lo haría) tu otro yo es capaz de sentirlo? ¿Cómo funciona todo eso?
-Creo que no sería bueno que revelara esos detalles. No quiero ofender ni nada por el estilo, pero prefiero guardar esas cosas en secreto, si no te importa.
El Niño asintió y replicó:
-Has hecho bien. No deberías revelarme ese tipo de cosas. Nadie debería. ¿Por qué crees que terminé hecho un maldito mocoso? Pues por mi boca, joder. Pero no puedo quejarme, sabes? Me lo veía venir, a decir verdad. Me dio igual y me convertí en un chico por el resto de la eternidad. Menudo castigo, eh? Jamás había escuchado que los ángeles fuesen tan cruel...
Edmund sonrió e interrumpió a Aleksander.
-Pueden volver a dormir, si quieren. No tengo problema en seguir vigilando. Descansen y me llevaré al niño abajo para que no estorbe.
André y Simon asintieron y volvieron a sus camas mientras Edmund y el chico bajaban.
Al llegar al primer piso, se dieron cuenta de la presencia de alguien en el cuarto.
Edmund se limitó a maldecir mientras la figura sonreía plenamente.
~~
-¡¿Aria?! Joder, no has cambiado nada, eh? ¿Qué tal anda Eucariot? ¿Ese anciano no ha muerto aún? Me extraña... -se volteó hacia Edmund y le murmuró-. Es un viejo ermitaño, sabes? No es tan malo... Podría llegar a caerte bien. Tienen más o menos la misma actitud, aunque la tuya es más juvenil que la de él, por supuesto. De todas formas, sigue preservando ese encantado suyo, si sabes a lo que me refiero, Eddy. Además...
-¿Cómo nos encontraste?
El Niño cerró la boca y pareció ofendido por la indirecta que Edmund parecía gritarle. Y con eso se refiere a un "¡Cierra la boca de una maldita vez, joder!". Como ya lo había explicado, sabía interpretar varias cosas. Quizás no muy bien, pero igualmente...
-¿Es que acaso no te alegra que esté aquí? Me ofendes.
-Pues disculpa que te ofenda, pero te he preguntado algo y quiero una respuesta: ¿Cómo demonios nos has encontrado?
La mujer, que estaba sentada sobre uno de los sillones del living, se incorporó y comenzó a acercarse al dúo.
Al observar la mirada fría que Edmund le suscitaba, levantó las manos como demostrando que no significaba una amenaza. Una sonrisa se había creado en su boca y los hoyuelos se le habían formado cerca de las comisuras de la misma.
-Tengo mis contactos, Ed. Por cierto, deberías de cerrar la ventana luego de que la hubieras abierto. Ese detalle, me parece, se te ha escapado.
El hombre la fulminó con la mirada mientras forzaba una sonrisa.
-¿Qué quieres? Estamos ocupados.
-¿Buscando al bibliotecario? Vaya trabajo, Edmund. ¿Hay algo para tomar por aquí? Me estoy muriendo de sed.
Aleksander sonrió y fue hacia la cocina en busca de una bebida para la mujer.
Edmund se quedó tenso mientras observaba a Aria.
-Acércate. No muerdo -le guiñó un ojo-.
El hombre caminó a su dirección y se sentó en uno de los sillones de la sala, a unos centímetros de distancia. Se recostó sobre él y cerró los ojos. Recordó el encuentro anterior entre ellos dos y un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
-¿Cómo sabes sobre Little Mind?
-Vaya pregunta, Ed. Todos conocen a "Little Mind", por si no lo sabías. Y a su clon -señaló con la cabeza hacia el segundo piso-. Pero no vengo por él. Vengo por ti -sonrió y otro escalofrío recorrió a Edmund-. Eucariot me ha comandado ayudarte a encontrar al hombre con vida, y ese es mi deber por el momento.
El Niño reapareció en la sala y le entregó jugo de naranja a la mujer.
-Entonces, Aria... ¿Qué tal te trata la vida? Sigues estando igual de hermosa que siempre... Es impresionante lo que el tiempo le hace a las personas y lo que no. ¡Mírame a mi! Y creer que soy mayor que todos ustedes... Condenados ángeles. Siempre me cabrean, sabes? No hablo de ti, por supuesto. Pero al unos cuantos a quien me gustaría molerlos a golpes...
La mujer asintió y tomó el vaso que Aleksander le estaba ofreciendo. Solo tomó la mitad.
-¿Qué opinas, niño? ¿Quieres que me una a su grupo? Órdenes de Eucariot. Por cierto, te manda saludos.
Los ojos del chico centellearon como faroles.
-¡Y por eso me agrada el viejo! Siempre tan carismático... La próxima vez que lo vea, voy a besarla la frente, joder. No se encuentra gente muy agradable por aquí últimamente. -se dirigió a Edmund, que aguardaba en silencio mientras seguía con la mirada a Aria- No te lo tomes tan a pecho, hombre. Podemos llevarnos todos bien. Vas a ver que Eucariot te va a encantar. -volvió hacia la mujer, sonriente- ¿Has visto al clon de Little Mind? Es todo un personaje. Habla como el original, sabes? Las mismas expresiones verbales y faciales, ahora que lo pienso. Son como un antes y el después.
-No, no lo he visto. Pero me gustaría -respondió Aria mientras recorría con la mirada la sala y se posaba en Edmund-. ¿Qué tal si me llevas a conocerlo? Aleksander puede venir, por supuesto. Él es el alma de la fiesta.
El chico sonrió de oreja a oreja mientras tomaba de la mano a la joven mujer y la llevaba hacia el piso de arriba, seguidos por Edmund, quien seguía atento a las acciones de Aria. Sabía que tramaba algo pero no supo figurarse qué, con exactitud. Por lo tanto, se limitó a pisarle los talones hasta que hiciese algo.
Cruzaron el pasillo y entraron a la habitación de Simon, quien aún no lograba reconciliar el sueño y se encontraba sentado sobre la cama. Parecía demacrado, aunque los colores no dejaron del todo su rostro.
Al entrar el trío dentro de su espacio personal, el adolescente frunció el ceño. Esto hizo reír a Aleksander.
Edmund se apresuró hacia Simon y se sentó a unos centímetros de él. No dejaría que esa mujer que ni siquiera conocía se llevara a una pieza clave. ¿Para qué? La verdad es que ni él tenía idea, pero no podía permitir que todo se arruinara. No en ese momento. Ya habían perdido a BookWorm...
-Ya lo has visto. Vete, Aria.
La mujer se hizo la ofendida e imitó, graciosa, la voz de su atacante.
-Aria, vete de aquí. Soy Edmund y soy el lobo alfa. -El niño largó una carcajada con la imitación y la mujer también largó una risita-. Vengo en son de paz. No voy a golpear a nadie. No esta noche, por lo menos -guiñó un ojo a Ed y se dirigió a Simon-. Vine a ayudarte a encontrar a Little Mind. Fui comandada por Eucariot, seguramente has de haber figurado. Vengo por un bien común, así que no molestaré a nadie.
Simon asintió y forzó una sonrisa.
-El nombre me resulta familiar. Lo conozco y se lo que buscan: Favores. Secretos. No podemos prometer nada, pero si logras ayudarnos, le estaré agradecido a Eucariot y con gusto le ayudaré en futuros conflictos. Siéntete como en casa... ¿Cuál es tu nombre? Perdón por preguntar.
-Aria. -al ver que el adolescente iba a presentarse, le interrumpió- No hace falta. Conozco tu nombre, Simon.
Todos asintieron a sus adentros y simplemente se limitaron a volver a sus asuntos: Aleksander a la cocina con Aria; Edmund con Simon, en la habitación.
-¿Crees que es de fiar?
El hombre se encogió de hombros.
-La realidad es que no tengo la menor idea. Pero lo mejor es tenerla cerca, por si llega la ocasión de usar a alguien como boleto de supervivencia -al notar la expresión de Simon, prosiguió-. No vamos a matarla, de acuerdo? Solo la utilizaremos. Es más que seguro que sabe algo que nosotros ignoramos, así que la necesitamos con nosotros. Por tu padre.
Simon asintió y sonrió:
-Por mi padre.
~~
Aleksander se estaba volviendo bastante pesado.
Aria solo podía limitarse a asentir y forzar una sonrisa. No le gustaba mucho la compañía de un niño, y menos la de alguien que antes había conocido siendo un hombre y que en esos momentos era un condenado pequeño bocazas.
Se imaginó a sí misma en la habitación de arriba. No con André, por supuesto (dedujo que estaba en la casa por el ronquido que se lograba escuchar), sino con Edmund y el clon. ¿Por qué? Pues porque tenían mejor tema que Aleksander y sus comidas favoritas, ciertamente.
Sonrió internamente y decidió que ya les había dejado respirar lo suficiente y subió, llamando la atención del niño, quien le observó y la siguió. Ella no protestó en lo absoluto. La presencia de él no era importante. El problema era su boca, pero ya se encargaría ella misma de eso.
Se apresuró y abrió la puerta de la habitación sin tocar, encontrándose con Edmund apoyado en una de las paredes y a Simon sentado sobre la cama.
Al verla entrar, el hombre de ojos tan oscuros como la noche comenzó:
-¿Qué haces?
Aria se encogió de hombros.
-Quería saber lo que estaban hablando. Se puso bastante aburrido con El Niño abajo, así que decidimos subir. ¿Cómo anda todo por aquí?
Aleksander se abrió paso entre el cuerpo de la mujer y la puerta (en donde se encontraba parada) y entró en la habitación hacia Edmund, posicionándose junto a éste.
-Por ahora no ha pasado mucho. No tenemos información sobre el paradero de Antwerp y es frustrante. ¿Sabes algo acerca de él? ¿Quién pudo haberlo llevado? Suponemos que...
-Idit -interrumpió Aria-. Y no, no lo se. Deberíamos esperar a que me manden información desde arriba y rogar porque logremos encontrarlo. No hay mucho que decir, tampoco.
Simon asintió y comentó:
-Deberían descansar un poco. No tengo mucho que ofrecer en casa por el momento, pero mañana yo mismo me ocuparé. Siéntanse cómodos y duerman. Les hace falta sueño...
-Digo lo mismo para ti -finalizó Edmund-. Tomen todos un lugar y duerman. Cualquier cosa levántenme e iré enseguida.
Caminó en dirección a Aria y se paró frente a ella, observándola de una manera menos fría que antes.
-Andando.
La mujer asintió y comenzó a bajar las escaleras, mientras El Niño los seguía atrás y Simon se echaba sobre los almohadones de su cama.
Cada uno se acostó en lugares diferentes e intentó reconciliar el sueño.
~~
Estaba teniendo una pesadilla cuando algo me despertó. No supe muy bien qué fue lo que era, pero logré recordar que era algo frío.
Observé para todos lados y reconocí una silueta a un costado del colchón en donde me había tirado hacía unas pocas horas para caer dormido.
-¿Aria?
Pude saber que era ella a partir de sus largos cabellos. La figura de acercó hacia mi (que seguía estando boca arriba sobre el colchón) y se posicionó sobre mi.
La mujer extendió su mano y recostó uno de sus dedos sobre mis labios, señal de que hiciera silencio.
-Te ves muy estresado, Ed. Deja que... Te relaje.
De repente sus labios carnosos tocaron los míos mientras una de sus manos se deslizaba bajo mis pantalones.
No pude evitar que un escalofrío pasara por mi cuerpo y Aria logró sentirlo, por lo que sonrió entre el beso.
-Tranquilo. Será nuestro secreto.
Con esas palabras tan dulces y en susurro me sentí tranquilo y le devolví el beso.
Ella gimió al sentir mi lengua sobre la suya y bajó aún más la mano debajo de mis pantalones, haciéndome sentir caliente por su tacto y excitado.
Gruñí bajo y agarré por los hombros a la chica para que yo estuviera arriba y ella abajo.
Aria (quien llevaba un camisón que no había notado por la campera que antes llevaba puesta) comenzó a desabrochársela, pero yo agarré sus manos y las dejé a los costados mientras seguía besándola.
Estábamos tan cerca del uno al otro que estaba totalmente seguro que ella podría escuchar los latidos de mi corazón.
Mis manos bajaron de sus cabellos hacia su cuello y sus hombros, hasta posicionarse en su pecho derecho, que estaba todavía tapado por la seda del camisón.
Bajé mi boca hacia su cuello y tracé una constelación de besos sobre este mientras ella tenía sus manos agarrando mi pelo que lograba camuflarse entre las sombras.
Gimió otra vez, aunque un poco más fuerte que la anterior, y comenzó a mover sus sensuales piernas como si estuviera en una especie de danza.
Extendí mi mano libre (la cual no acariciaba su pecho) y empecé a desabotonar el camisón, que ya parecía parte de Aria, por lo pegada que estaba sobre ella.
Deslicé mis manos sobre su cuerpo desnudo, dibujando círculos y formas que salían de la nada y acariciaban su temblorosa piel.
Mi mano derecha comenzó a bajar hasta llegar a su cintura y a su ropa interior, que era de tacto fino y singular.
No intenté sacárselo, sino que simplemente bajé mi mano y toqué suavemente su delicada piel.
Gimió otra vez y sus piernas se enredaron sobre mi mano, como aprobando para que siguiera con lo que tramaba.
Deslicé un dedo mientras sentía cómo los pezones de Aria sobresalían en la oscuridad y tocando mi pecho desnudo.
Sentí la humedad y calidez y volví a gruñir por lo bajo mientras sonreía.
"Será nuestro pequeño secreto."
Bajé mi boca y besé sus pechos al descubierto. Sus manos temblaban sobre mi espalda y cabello y parecía que iba a desmoronarse.
El dedo afortunado entró aún más y sintió que la humedad comenzaba a desbordarse.
Sus uñas penetraron mi piel y sentí como mi sangre se calentaba abajo y parecía a punto de explotar.
Segundo dedo. Ambos parecieron haber tocaron su clítoris y se sumergieron en un liquido celestial y excitante que no logró quedarse en un solo lugar.
Aria movió sus piernas con más desesperación a la vez que mordía su labio inferior.
Mis dedos volvieron al ruedo y comenzaron a trazar un camino hacia adentro.
-¡Ed...!
Con más fuerza y rapidez entraron y salieron. Las piernas de la mujer parecían implorar a gritos algo al apretar mi mano.
Con mi otra mano comencé a bajarme los pantalones y Aria logró ver algo punzante, como una antena, debajo de mis bóxers.
Deseosa y excitada, removió su cuerpo bajo el mío y suplicó en lenguaje corporal que terminara con lo que había empezado de una vez.
Subí mi cuerpo y enterré mi rostro sobre sus cabellos, oliendo su suave aroma a vainilla.
Corrí mis dedos de la fuente y deslicé mi erección adentro de Aria.
Gruñí más fuerte que las veces anteriores (quizás sumadas incluyo) y confié en que su figura se adaptara a mi erección.
Sus manos se tensaron en mi espalda y sus uñas se clavaron aún más fuerte que antes por el dolor que le confería el ritual.
Acaricié sus pechos que realmente parecían a punto de explotar y gruñí otra vez, indicando que iba a proseguir con el intento de forcejear la entrada a su húmeda cueva.
Aria, como si hubiera entendido el mensaje, gimió temblorosa.
Mordí mi labio inferior al escuchar aquel gritito de ofuscación y medio euforia.
Al entrar, fue recibido por una catarata de húmedo cielo para calentarlo.
Apreciando la acción, la figura debajo de mi cuerpo volvió a removerse, como gritando mi nombre. Al parecer ella no podía. Quizás sea por el hecho de que se estaba desangrando sobre el colchón por haber recibido una apuñalada en el tórax.
Menuda idiota.
Apreté con más fuerza el cuchillo sobre su piel mientras sonreía como un poseso.
Observé sus ojos que ya comenzaban a perder el brillo de la vida.
Yo sería el último que ella viera.
Lástima. Era una buena chica. Al menos por el momento, no?
Por lo menos se fue con un buen recuerdo: la fornicación.
Sonreí con la idea mientras empujaba el cuerpo desnudo de Aria hacia el suelo.
Un golpe seco y un alma perdida.
Un enemigo menos.
"Que mierda de observación, Edmund. ¿No se te ocurre alguna otra frase? Acabas de asesinar a un ángel. Un poco de creatividad no te haría nada mal."
-Ave atque vale.
"¿Feliz?"
"Mucho."
Me vestí nuevamente y subí las escaleras.
Tanta ilusión me dio hambre.
~~
-¡¿Por qué demonios hay un cadáver en mi sótano?!
Edmund despertó por el grito proferido por el joven Simon, que al parecer había encontrado a su amiga Aria.
-¡Edmund! Has sido tú, verdad? ¡Joder! ¿Por qué...? ¡Está desnuda! ¿Tú...?
-Pensé que no lo ibas a notar. Intento fallido, al parecer.
El adolescente pareció explotar:
-Es una jodida broma, no es así? ¡La dejaste sobre uno de MIS sillones! ¡¿Cómo demonios pretendías que no notara que estaba muerta?!
-Tendría que haberle dado unos anteojos de sol y haberla maquillado. Lo de la ropa... Bueno, eso será inevitable.
-¡Pero si no tiene ni ropa! ¿De qué mierda hablas?
Edmund suspiró y se desperezó mientras observaba al chico rojo de la ira. Casi larga una carcajada por eso.
-Heyy... Tranquilo, ok? He encontrado algo que nos va a ayudar encontrar a tu padre, así que en vez de regañarme deberías alabarme. Por cierto, me has despertado en uno de los sueños más gloriosos y...
-¡Al diablo con tu sueño! Has asesinado a un ángel, Edmund. ¿Sabes lo que significa?
"Como para olvidarlo..."
-Si, maldición. Pero la buena parte es que se en donde está tu padre.
El enojo pareció desaparecer y sus ojos resplandecieron con los primeros rayos de luz aparentes.
-¿Es eso verdad? ¿Cómo...?
-Aria. Al parecer mi teoría de que nos estaba echando una broma de mal gusto era verdad. Eucariot nos mandó (al menos intentó) una carta con la dirección del lugar en donde tienen a Little Mind. Creyó demasiado en un ángel y terminó decepcionándose. Yo lo estaría si fuera él...
Simon hizo como si no hubiera escuchado las últimas palabras y siguió con la Inquisición:
-¿Es una nota o qué? ¿Dónde la has hallado?
Edmund se encogió de hombros y sonrió macabramente.
-La encontré entre su ropa. Es una carta dirigida a nosotros. El viejo sabía que íbamos a matarla y escribió algo como "Sabía que terminaría mal, pero no se puede esperar mucho de gente tan perspicaz e inteligente. Pobre chica. Debería haberle dicho. La culpa me la llevaré a la tumba...". Me cae bien, a decir verdad.
André había bajado las escaleras y se encontraba, junto con El Niño, ofuscados por los rayos del joven sol y de los gritos que los había despertado.
-¿Qué demonios ocurre aquí? Me han despertado de uno de los mejores sueños que alguna vez tuve y...
-Eddy ha asesinado a Aria. Simon la enterró como pudo en el patio. No te has perdido de mucho, hombre. Lo de siempre, a decir verdad.
El hombretón abrió los ojos de par en par y observó a Edmund, quien le dedicó otra encogida de hombros, como diciendo "¿Qué pretendías? ¿Que la dejara entrar así como así para joderme un rato?".
-¿La has matado? Hombre... Mira si serás. Me había caído bien.
-Porque te la tiraste a la primera, amigo. Además, era una condenada alborotadora de nervios. Ya me tenía harto de todos sus berrinches.
El hombretón, que apenas llevaba unos bóxers y una remera que cubría gran parte de su cuerpo, pareció tensarse y luego relajarse.
Aleksander vio la escena sin inmutarse. Al parecer, la ausencia de un modelo femenino en el grupo le estaba comenzando a aburrir.
-Al menos podemos ir a buscar al traga-libros, no es así? Antes de que nos hallen. -se dirigió hacia Edmund- Tu cabeza, en estos momentos, debe de tener precio, por lo que no me extraña que encontremos un par de chiflados revoloteando a estas alturas. Malditos chalados.
Simon asintió hacia el resto y se limitó a fruncir el ceño mientras comentaba:
-Debemos prepararnos. Prepararé un par de bolsas con comida para más tarde. Mientras tanto, procuren alimentarse bien y descansar un par de horas más. Al estar el sol a su máximo alcance partiremos. ¿Dónde está mi padre, Edmund? Apuesto a que está en un...
-Bosque -terminó la frase el hombre-. No muy lejos de aquí. Podríamos salir más tarde incluso. Prepararnos mentalmente no le hace daño a nadie.
El joven asintió nuevamente y se dispuso a subir las escaleras. Los demás aún seguían sobre las escaleras, inmóviles, esperando algo que parecía no llegar nunca.
Edmund derritió el hielo:
-Voy a comprar un par de botellas de cerveza. Ya no aguanto un jodido minuto más. ¿Quieren que traiga algo más? Me queda de paso, supongo.
André se encogió de hombros y El Niño saltó del trance y gritó:
-¡GOMITAS!
~~
•Dedicado a Sabrinitas !! Espero que hayas orgasmeado (? Te quieroo•
~~
Solté las bolsas con comida sobre la mesa de mármol de la cocina y me volví hacia los demás, frunciendo el ceño.
-Pongámonos de acuerdo: las cervezas y los cigarrillos son de André, Simon y mías. -me giré hacia El Niño y alcé las cejas- Las golosinas son tuyas, así que nada de ir por ahí robando comida. Compré un poco más de comida para desayunar. Unos emparedados y esas cosas.
El grupo asintió al unísono y añadí, sonriente:
-¿Alguien quiere ayudarme a esconder un cuerpo? ¿Niño? ¿Te anotas?
Aleksander profirió un grito y se lanzó a por la bolsa de caramelos y cosas que lo volvían loco.
-Lo tomaré como un si. Volveremos dentro de unos minutos, así que pueden empezar a comer tranquilos. -al ver la mirada preocupada del adolescente, comenté- Tranquilo. Se lo que hago, Simon. Créeme cuando te digo que jamás van a hallarlo. Apuesto mi alma a eso.
-De acuerdo, Edmund. Procura no ser atrapado por algún poli, ángel o lo que sea, ok? Ya tenemos suficientes problemas.
Asentí y la sonrisa que llevaba se desvaneció al pronunciar las palabras:
-Apenas regresemos nos encaminamos hacia tu padre. Te prometo que lo encontraremos con vida, y los que lo tenían secuestrado van a pagar caro. Si llegamos a encontrarnos a Idit, mejor.
-Si no te apuras con Aria me tomaré todas las cervezas, Edmund. Es una amenaza.
Sonreí al hombretón que parecía más despierto que todos los demás presentes (inclusive yo) y me volteé a Aleksander, quien ya estaba engulléndose la mitad de la bolsa.
-Vamos, niño. ¡Trae tus porquerías y vayamos a enterrar un cadáver!
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Edmund... Y sus demonios internosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora