"Bibamus, moriendum est!"

82 1 0
                                    

-Bibamus, moriendum est! -dijo Edmund, alzando su copa-.
Los demás hicieron lo mismo y brindaron. Nadie sabía muy bien por qué.
-"Bibamus, moriendum est" es una palabra en latín, por si no la conocías, André. Significa "Bebamos, la muerte es inevitable".
El hombretón puso cara de pocos amigos.
-Ya se lo que significa eso, Eddy. Solo porque sea mayor que tu no significa que no haya tenido una educación diferente a la tuya.
Edmund extendió su mano y golpeó en el hombro a André.
-Vamos. No te me enojes. No quise decir que...
El hombre largó una carcajada que duró una eternidad y se limitó a decir:
-¡Fue una broma, amigo! ¿Te piensas que soy de esos que se enfadan por cualquier estupideces? -se quedó pensando un rato y largó una risita- Quizás lo sea, pero no cuando estoy ebrio. La sobriedad es fastidioso, no crees?
Little Mind tosió y se inclinó en la mesa frente a los dos hombres.
-Hay alguien observándonos, a mi izquierda. ¿La conocen?
Edmund disimuló tomar su bebida mientras veía de reojo a la posición donde BookWorm había apuntado. André no procuró siquiera aparentar ver a otro lado, sino que se giró de golpe para encontrase con...
-¡Aria! Cariño. ¿Quieres acompañarnos?
La mujer, que se encontraba en la barra observándolos, se incorporó y caminó a su encuentro.
Se sentó al lado de Edmund.
-¿Qué estaban festejando?
-Ese es nuestro dilema. ¿Qué estamos festejando? ¿Qué deberíamos festejar? -respondió el hombre a su lado- La pregunta real es... ¿Por qué estás aquí, Aria? Pensé que habías vuelto a tu colmena.
La mujer largó una risita que hizo que Little Mind se volviera tenso y que André se babeara. Edmund no reaccionó y la observó fijamente a los ojos.
-¿Está prohibido tomar algo? Solo porque sea un ángel no significa que no pueda estar en una taberna y celebrar lo que sea que quieran festejar los mundanos.
-Mientes. Nos has estado observando toda la noche. No moviste un solo músculo hasta que este idiota te llamó. Porque sabías que lo haría.
Aria se encogió de hombros y fue André quien saltó.
-¡Eh! Eddy, tú siempre tan enojado. Deja respirar a nuestra amiga, quieres? -se dirigió a la mujer- Discúlpalo, cariño. No ha tomado suficiente cerveza. Ya se le pasará...
Edmund le interrumpió.
-Seguro has traído a algún sabueso dispuesto a molernos a golpes si levantamos un dedo en tu contra. Yo diría que está mucho más cerca de lo que todos creerían.
Aria apoyó sus manos sobre la mesa y le dedicó una sonrisa a su atacante verbal.
-¿Sabes? No eres tan estúpido como creen todos. Tienes tu propio encanto. De todas formas, mi "sabueso" no se encuentra en este momento aquí. Lo mandé a hacer una actividad recreativa. El pobre se me aburría y como no habían juguetes... Tuvo que conseguirse uno él mismo.
Todos guardaron silencio al entender lo que Aria acababa de decir.
Edmund fue el primero en romper el hielo:
-Vete de aquí. Ahora.
La mujer aparentó sentirse herida y se levantó de su asiento al lado de Ed. Le sonrió y se encogió de hombros.
-Disfruten de su "festejo", muchachos. Quizás sea el último. -se dirigió a Edmund y lo miró con ojos gélidos- Nos veremos. Pronto, espero. Tú tienes el control ahora y lo sabes muy bien. -Hizo una reverencia al grupo y salió caminando tranquilamente hacia la puerta. Edmund la vio salir con los dientes chirriando. Los demás se quedaron callados.
~~
La seguí con la mirada y decidí, sin previo aviso, perseguirla con mis pies.
Ya sabía de anticipo que ella me estaba esperando.
André y Little Mind se quedaron sentados, mudos por la acción que estaba manifestando, la cual era o patética o muy inteligente por mi parte.
Supuse que la correcta era "patética".
Salí por la puerta, detrás de ella a tan solo 1 metro de distancia. Sentí el frío y humedad de la noche sobre mi rostro a cada paso que daba.
Aria estaba apoyándose en una de las paredes del bar.
-Buena deducción, Edmund. ¿Cómo supiste que quería que me siguieras?
Me encogí de hombros y respondí:
-No lo sabía. Fue pura intuición.
-Entonces tu intuición es muy astuta. Muchos me hubieran dejado parada aquí, esperando a la nada. Al menos tú tienes un poco de inteligencia, como bien se puede apreciar.
Me acerqué y apoyé junto a ella sobre la pared.
-Pensé que me tenías más fe en mi...
-La fe no existe y lo sabes muy bien, Edmund. Son tan solo pretensiones y justificaciones para acciones sin sentido y para usarlos como método de evitar la culpa, poder dormir por las noches y esas estupideces. Lo sabes demasiado bien y no quieres admitirlo, como los mundanos.
Le dediqué una sonrisa de oreja a oreja y me limité a decir, justificante:
-Nosotros creamos la fe, querida niña. Solo porque no la veas no significa que no esté allí. Y, para serte sincero, tienes toda la razón. -suspiré- Al grano con todo esto. Tienes algo que decirme y eso sí que lo se. Por eso quisiste que yo viniera, no es así? Para hablar a solas.
Aria asintió.
-Todos siempre subestimándote. Deberían tener cuidado contigo... Yo debería y es lo que siempre hago. -apuntó con la cabeza hacia uno de los rincones del edificio, a una distancia bastante considerada, tapada por las sombras de la noche. - Ahí está uno de los perros. Sabes que con un solo movimiento de mis labios aparecerán y te romperán el cráneo. Yo tampoco debería ser subestimada, Edmund. Tira las armas al suelo.
Sonreí y levanté las manos hacia el aire, en modo de sometimiento.
-No tengo nada que perder, cariño. ¿Crees que salgo con una Ruger 9 mm escondida en alguna parte de mi cuerpo?
Aria se encogió de hombros y me observó fijamente a los ojos.
-¿Lo haces?
-Buena pregunta, pero me temo que no vas a obtener respuesta alguna. Sabes desde ya que soy muy cuidadoso con mis enemigos.
Sonrió y se acercó un poco más a mí.
-¿Lo soy? ¿Una enemiga, a tus ojos? Vaya afirmación, Edmund. Pensé que teníamos una especie de amistad. La clásica. Ya sabes, la que últimamente no se ve muy seguida que digamos.
-No somos amigos o tenemos una "amistad clásica". No confío en ti y nadie debería. No se para quién trabajas ni lo que buscan de mi, por lo que tan solo me limito a escuchar y a asentir. ¿No te parece poco ético pero diplomático?
La mujer se acomodó su cabello, que en las sombras parecía negro como la noche. A partir de ese gesto, pude observar que tenía una cicatriz del tamaño del dedo índice sobre la clavícula, que se había encontrado al descubierto.
Ella se percató de mi mirada y me ofreció una sonrisa melancólica.
-Ignora la cicatriz. Eso no fue lo único que quedó marcado en mi luego de... Del encuentro que tuve con Mikael. Ya lo conoces y sabes su "método".
Por supuesto que lo sabía. Un método de aplicar obediencia y domesticar a los Ángeles liberales. Menuda idiotez, pero le funcionaba condenadamente bien.
-Y aún así harías lo imposible por complacerlo, o me equivoco? Eres como su pequeña mascota, que lame sus botas para lustrarlas y que queden impecables. He conocido gente así. No entras mucho en el perfil, debo admitir, pero como has estado con él...
-¿Me culpas por eso, Edmund? ¿Por tenerle miedo a un arcángel reconocido que me mutilo e hirió psicológicamente para volverme "su pequeña mascota"? Yo no me lo busqué y, aunque tuviera la oportunidad de matarlo, no lo haría. Me arrepentiría en el proceso, si es que lograra llegar a tales extremos.
-Yo también tuve mi propia experiencia con un arcángel. Así es como ganan su fama, sabes? Desquiciando a todo aquel que vean.
Aria volvió a asentir y se recostó aún más sobre la pared.
-He oído ciertos rumores sobre tu "encuentro". Si mal no recuerdo, fue Samael quien te quitó las alas personalmente mientras huías del Consejo. Ha pasado tan poco tiempo desde ese día...
-Le has dado en la tecla, querida. Aunque yo no usaría la palabra "quitar". Creo que suena mucho mejor y más descriptiva el verbo "mutilar". Como has dicho antes... "Las cicatrices sobre la piel no son las únicas existentes. También están las internas".
Aria largó una risita y se acercó un poco más a mí, por entre las sombras.
-¿Te has vuelto un poeta ya? Asombroso, Edmund -podía sentir su aliento sobre mi piel, por la distancia corta que nos separaba-. Eso me gusta.
La mujer extendió su mano y acarició uno de mis brazos desnudos. Un escalofrío me recorrió de arriba hacia abajo.
-¿Qué crees que estás haciendo, ángel? -escupí las palabras y ella retiró su mano de mi brazo- No vuelvas a hacerlo, me has oído?
-¿Por qué? ¿Te incomoda que lo haga? -sonrió- Eres demasiado solitario, Edmund. Un poco de compañía no te haría daño, sabes?
Cerré los ojos e intenté despejar mi mente. Sabía que los ojos de Aria me estaban observando del otro lado y simplemente no quería cruzármelos. No en ese momento.
-Limítate a tu trabajo. Habla o te haré hablar. Ya estoy lo suficientemente cansado como para que una mujer me sofoque con sus extorsiones.
Escuché un resoplido a mi lado y unos pasos al acercarse. Abrí los ojos rápidamente y me encontré con que la mujer estaba pegada a mi. Podía escuchar, incluso, sus latidos del corazón y su respiración entrecortada.
-Ta te lo he dicho, Edmund. Eucariot te quiere a ti y solo a ti, y mi deber es entregarte ante él. Completo o no -observó hacia abajo y sonrió-. Se honesto, quieres? "Quid pro Quo". Yo te doy lo que necesitas a cambio de que vengas conmigo...
-Apártate. Haz llegado al límite.
Aria sonrió nuevamente y negó con la cabeza. Su melena moviéndose sobre sus hombros y su aroma volando a mis fosas nasales.
-No me has respondido aún, Edmund.
-ARIA.
La mujer se apretó mucho más contra mi, creando una especie de deseo que parecía imposible retener.
Sus pechos subían y bajaban sobre mi, haciendo que mi respiración se volviera entrecortada.
-Eres una condenada...
-No tienes mucho que perder, o sí? -preguntó, observando mis ojos con esos ojos que ella tenía que me causaban escalofríos y me hacía poner incomodo- Al fin y al cabo, has perdido todo. Es tu alma la que está condenada, Edmund.
Apreté los puños y dientes con fuerza y me salí del agarre de Aria, quien pareció sorprendida por tal acción.
-Deberías irte. Ya. Dile a tu maldito esclavista que no me interesa sus contraofertas y esa mierda. Y, la próxima vez que vuelva a verte, vas a terminar enterrada y sin cabeza, me has escuchado?
Me volteé y caminé hacia el lado contrario de donde nos encontramos, dejando atrás a esa atractiva mujer, a su guardia, a André, a BookWorm y a todo el maldito mundo.
Porque, de todas formas, el condenado siempre era yo.
~~
Siempre era yo el que tenía que ir buscando al idiota de Edmund. Enojándose por todo y con todos como si fuera el fin del mundo. Menudo cascarrabias! Y pensar que él era mejor que yo...
Lo encontré a kilómetros de distancia. Para ser exacto, 6 kilómetros. Se darán cuenta que realmente estaba tocado.
Edmund estaba acostado bajo de un árbol como si no hubiera pasado nada, ajeno a todo el exterior.
Y luego me llaman a mí el histérico e idiota...
-Quiero estar solo, si no te importa, André.
¡Qué condenado oído tiene!
-Heyyy. ¿Cómo supiste que estaba...?
-Eres demasiado predecible.
¡Y otra vez conmigo! Jamás se cansa de agredirme verbalmente, si es físico mejor, y esa estupidez de ironía y gracia cuando habla. Siempre molesto y cansador.
-¡Vamos, hombre! No puedes estar todo el condenado tiempo afligiéndote por estupideces y escapándote en la primera oportunidad que se te da, sabes?
-No vuelvas a repetir la palabra "condenado" frente a mi, André, porque vas a arrepentirte.
Largué una risita para quebrar el hielo.
-Guau. Estás hecho toda una fiera, pequeño. ¿La mujer mala te ha cabreado? Cuéntale a tu amiguito qué te ha dicho. Soy todo oídos.
Edmund cerró los ojos y se recostó sobre el tronco. El pobre chico estaba demacrado. Menuda vida llevaba...
-Quizo seducirme, hombre. Fue molesto.
Largué una carcajada que asustó a todos los sin techos y los levantó de sus sueños.
¡Ni que hubiera sido un dragón!
-Entonces eso es un no.
-¿A cuál pregunta?
-A si te la has tirado. Tardaste bastante y el hombrecillo casi se me duerme en el bar.
Esbozó una sonrisa, aún con los ojos cerrados.
-Por cierto... ¿Dónde ha quedado BookWorm? Lo he dejado en el bar y me he olvidado por completo. Su hijo va a matarme.
Me acerqué a él y me senté a su lado. A él no pareció importarle.
-Se lo he confiado a una mesera. Ya sabes, para despertarlo un poco. ¿Qué no era que los ángeles caídos no podían engendrar? Esto se ha vuelto un loquero, amigo.
Edmund abrió los ojos y los clavó en mi, como si hubiera asesinado a alguien.
-¿Lo has dejado solo con una ramera? Estás loco de remate. Es de vital importancia que...
-¿Me has creído? -largué una risita y el chico pareció tranquilizarse- ¡Que no se te olvide que estoy borracho! Le he dejado al cuidado de uno de mis amigos. No te preocupes. De todas formas... Sigues sin responder mi pregunta.
-¿Qué pregunta?
Suspiré y me recosté sobre el maldito árbol.
-¡Mira que eres todo un sordo! -el idiota siguió sin inmutarse. Al parecer no le encontró la gracia. A eso me refiero cuando no tengo tantos amigos. Todos son aburridos y sarcásticos. Y una vez que lo soy todos se me quedan mirando como si hubiera destripado a un gato. Demonios.- Te he preguntado si los malditos ángeles caídos podían tener hijos, hombre.
Edmund se encogió de hombros.
-¿Y yo que demonios voy a saber? No he tenido la oportunidad de interrogar a Little Mind porque caí en la inconsciencia y luego la idiota de Idit apareció. De todas formas, un ángel, arcángel, ángel caído o demonio pueden engendrar. Todo lo que se viene diciendo sobre que es algo inexistente e imposible es una chorreada. Seguramente has conocido a algún bastardo de los arcángeles por aquí, aunque no te hayas dado cuenta. Yo he tenido el placer de encontrarme con unos cuantos cuando... Caí -sonrió de una manera melancólica, por los recuerdos-. Quizás tú mismo tengas algún bastardo o bastarda caminando por estas calles. Uno nunca sabe.
Me quedé pensando por un momento y asentí.
-¿Qué tal tu? ¿Logras imaginarte a algún pequeño Edmund o a una pequeña parecidos a ti, caminando por estas calles desoladas?
Él largó una carcajada y se limitó a responder, gracioso:
-Me he encargado de eso. Nunca quedan mujeres que haya tocado caminando por las calles. Quizás enterradas o en algún basural. Y sin respirar. Hay que tomar sus precauciones, no crees?
~~
Little Mind se encontraba apretujado contra la pared, bloqueado o, mejor dicho, aplastado por 2 inmensos hombres flanqueando sus costados.
Sin duda alguna, eran amigos de André.
El enanillo no era de maldecir, pero en esas circunstancias, lo único que se le ocurrió fue un "Mierda diplomática" interno y un suspiro que no alarmó en lo absoluto a sus guardias borrachos, que estaban tomando de más y charlando con otros más hombres de su muslo tamaño. Dudaba que fueran ángeles o unos de los caídos. De todas formas, jamás lo sabría.
Pensó en su hijo y comprendió que no debería estar solo a esas altas horas de la noche.
BookWorm se decidió a levantarse e irse, por lo que intentó, exitosamente pero con un gran esfuerzo, incorporarse y liberarse de las garras de sus guardias.
Nadie le observó al irse tras los demás hombres quienes le habían dejado con esos salvajes y nadie vio cuando una de las sombras de la noche lo tomó por detrás y lo volvió inconsciente.
~~
André había enmudecido por completo y lo único que se limitaba a hacer era a respirar y doblar sus dedos. Una y otra vez. Comenzaba a ser cansador.
-¿Puedes detenerte, hombre? No seas infantil. Eres un cond... Maldito ángel, mierda.
El hombretón se volvió hacia mi y escupió en mi cara un:
-Los Ángeles te tengan piedad, joven amigo, por lo que has hecho. "Aut concilio, aut ense", Edmund.
-"Por la razón o la espada". Mierda que eres todo un sabelotodo, amigo. No me lo esperaba de ti.
-Preserva tu cordura. La estás perdiendo y la sabes. Quizás te estés perdiendo a ti mismo en este momento.
Ladeé mi cabeza hacia un lado y puse los ojos en blanco.
-¿Te gusta de esta manera?
-Esto no es un maldito juego de niños. Lo sabes ya, Edmund. Lo sabes condenadamente bien.
Apreté los puños y los dientes con ferocidad.
-Te dije que no dijeras esa palabra. Te lo dije y...
-¿A quién demonios le importa una maldita palabra? Acabas de confesar haber matado a mujeres para no dejar cabos sueltos. ¡Eso es una locura, maldición! ¿Cómo puedes dormir por las noches sabiendo que ellas...?
-¿Piensas que puedo dormir siquiera? Me halagas, amigo. A menos que caiga en la inconsciencia, no puedo hacerlo. De todas formas, han sido muy pocas las "elegidas". Verás, no soy mucho de fornicar con mujeres. No es mucho mi estilo, sabes?
-¿Y cuál es tu condenado estilo, Edmund?
Guardé silencio y me encogí de hombros.
-¿Cuál crees tu?
André estaba rojo de la furia. Incluso llegué a imaginármelo explotando y mi rostro cubierto por su sangre. Un festín, sin lugar a dudas.
-Estás enfermo.
-¿Recién te acabas de dar cuenta, compañero? Y fue solamente por su culpa. La de los malditos ángeles. De no haber sido por ellos...
El hombre me interrumpió, cortante.
-Tú hiciste matar a uno de los ancianos del Consejo.
Palidecí y, en un segundo, me había lanzado con toda la velocidad posible sobre André, quien no se la vio venir.
Golpeé su cabeza sobre el suelo 2 veces con mucha fuerza y luego me acerqué hacia su oreja, para susurrarle:
-Yo.No.Maté.Al.Viejo. Vuelve a decirlo y te corto la lengua. ¿Me has oído? No me interesa lo que hayan dicho sobre mi en el Nido, Panal o como quieras llamarlo. YO NO ASESINÉ A BLACK ONION.
André escupió sangre al suelo y exclamó, enfurecido:
-¿Es eso lo que te repites todas las noches? "Yo no maté a Blacky. Yo no lo maté." -su voz chillona que me hacía burla caló muy dentro de mí, por lo que decidí golpearlo para que se callase. Escupió un diente y más sangre. El idiota no ocultó su sonrisa- Podrías haberlo evitado, por lo menos. Pero no hiciste nada, Edmund. Dejaste que se desangrara en un maldito suelo mientras tú lo mirabas morir. Que buena forma de despedirse de esta vida, no crees?
Levanté una mano para abofetearlo pero él la tomó con una de sus manos y la apretó. Despacio, pero el agarre era impresionante. No podía safarme, simplemente.
-Era tan solo un chico...
-Estabas en el Consejo, o no te acuerdas? Por algo estabas ahí, Edmund.
-Me eligieron y yo me dediqué a ser uno de sus miembros con todo el orgullo que me fue posible. Asesinaron a mi mejor amigo, Icariot, y yo no fui capaz de hacer algo. Asesinaron al anciano Casterly y tampoco fui capaz de hacer algo. Podría haberlo hecho pero... No pude, André. Demonios, no pude. Fui y sigo siendo un idiota impotente. Lo se demasiado bien.
El hombretón soltó el agarre y me alejé unos centímetros de él.
Observé al suelo.
-Vuelve a repetir que asesiné al viejo y voy a destriparte vivo. Di que dejé que Icariot muriera y voy a mutilar tu cadáver. Habla sobre ellos una vez más y habrás deseado no haberlo hecho.
André sonrió y se acercó a mi con los brazos extendidos.
-Ven aquí, pequeño incrédulo.
Y me abrazó. Aunque hubiese querido soltarme de sus brazos, jamás podría haber llegado a hacerlo. Así que nos quedamos en esa posición durante minutos. Nadie hablaba. Los árboles se limitaban a danzar al compás del viento y los pájaros no cantaban porque estaban dormidos.
-No quise que murieran -le dije-.
-Lo sé -respondió-. Por eso voy a ayudarte a tomar tu venganza. Has sufrido demasiado. Sigues siendo todo un niño, después de todo. Vamos, vayamos a ver a cuatro ojos. Quiero ver cómo se pone colorado mientras nos regaña por haberlo dejado con las bestias de mis compañeros de bebida.
~~
-¿Y mi recompensa?
-Uh trato es un trato, no es así? -se dirigió a los guardias- Denle su recompensa.
El hombre sonrió a los hombretones mientras ellos sacaban algo de sus bolsillos.
La Inquisidora ya estaba comenzando a marcharse para cuando los disparos atronaron en el aire y el golpe seco de un cadáver caía al suelo.
-El muy ignorante creía que podía estafarme. Menuda idiotez. Ya los humanos no son hechos como antes.
Sonrió a sus adentros y siguió caminando, hasta la habitación en donde Little Mind se encontraba.
-Antwerp -empezó la mujer-. Tanto tiempo sin vernos. ¿Qué tal te va? No has cambiado nada, según veo.
El hombrecillo estaba sentado en una silla de madera en el centro de una habitación apartada y hecha casi escombros. La humedad brotaba de todas partes, pero nadie se percataba de ello. Habían cosas mucho más importantes que hongos en las paredes.
El pequeño hombre se encogió de hombros. Los anteojos que solía llevar a muchas partes colgaban, casi partidos a la mitad y con los vidrios destruidos. El hombre tampoco es que se viera muy bien... Los gorilas que lo escoltaron hacia ese lugar no les gustaba mucho aparentar su verdura naturaleza violenta. Al parecer la exhibían como un condenado premio.
-No puedo quejarme, Idit. Ya ves... He estado tanto en mejores como en peores situaciones.
-¿Y cuál crees que sea esta, Angel Maker? ¿Una buena o... Una dramática, con callejones sin salida y perros del otro lado del muro?
Volvió a encogerse de hombros.
-Sería muy precipitado hablar ahora, sabes? Primero se debe analizar. Por cierto... ¿De dónde sabes ese sobrenombre mío? Hace tiempo que no lo escuchaba...
-Hará más de 15 años, no es así? Cuando concebiste a tu hijo, si es que se le puede llamar así.
El hombrecillo palideció.
-¿Él...?
-Está bien -respondió Idit-. Por ahora.
BookWorm asintió, resignado.
-¿Qué es lo que quieres?
-Lo que queremos -le corrigió la Inquisidora-. Hay más que buscan respuestas, no solo yo. Nos gustaría... Saber cómo demonios lograste clonarte.
Little Mind tragó saliva y negó con la cabeza.
-Ese secreto prefiero llevarlo a la tumba, si no te importa, Idit. Tengo mis principios.
Ella soltó una carcajada que hizo temblar al hombre sobre la silla.
-¿Crees que te lo estoy pidiendo amablemente, Antwerp? Tu cabeza tiene recompensa. Hay miles buscándote, por todo el mundo. Fue una maldita suerte haberte encontrado. Borraste todas las señales y te limitaste a escapar por 25 años de los ojos de los Ángeles. Tus razones tendrás y fueron más que obvias al correr la voz. ¿Por qué...?
-¿Por qué no? -Little Mind se había puesto tan colorado como un tomate. Parecía a punto de explotar-. No lograran tocar a mi hijo. No importa cuantos dementes anden por la calle preguntando al primero que ven. Jamás van a toparse con él. No es estúpido.
Idit negó con la cabeza.
-Lo sé. Al fin y al cabo eres tú mismo. El famoso Antwerp, científico que escapó del Nido antes de que lo descubrieran con la formula para acabar con nuestra clase. Tú tampoco deberías creernos estúpidos, Angel Maker. Muchos te conocían desde antes y no dudarán en utilizar a tu chico como conejillo de indias y extraerle toda la información que le plantaste.
Little Mind le fulminó con la mirada y comprendió que Simon realmente estaba en peligro y, aunque el no quisiera creerlo, su propio hijo podría morir y ser torturado por locos dementes capaces de desmembrar a un niño solo para saber lo que lleva en su interior.
"Vete y escóndete, Simon. Me tienen bajo sus garras, pero no te tienen a ti. Ve con Edmund y con el otro hombre. Ellos saben lo que hay que hacer."
~~
Nos quedamos en silencio hasta que recibí un mensaje.
"Edmund, soy Simon. Han capturado a mi padre. Vengan enseguida. Trae al grandote."
-Demonios.
André me observó y preguntó qué es lo que había ocurrido.
-Tienen a Little Mind. Estamos jodidos, amigo.
Me incorporé rápidamente y el hombre a mi lado me imitó.
Apresuré el paso y André procuró seguirme de cerca.
Llegamos con Simon y, como si nos hubiese visto venir, abrió la puerta antes de que siquiera pudiésemos tocar.
-Entren -murmuró, observando hacia los alrededores-. Está despejado.
-Por ahora -susurré. El adolescente empalideció-. Entremos de una vez.
Cruzamos el porsche y nos instalamos dentro de la casa. Nadie se dignó a hablar.
Me dirigí hacia la cocina y me limité a fisgonear en la nevera.
-¿No hay cerveza? Demonios. ¿Qué es esto, una maldita Iglesia? Al menos puedo fumar, verdad?
Simon se encogió de hombros y siguió a André mientras éste se sentaba en uno de los sillones; el hombretón parecía estar perdiendo la ebriedad y estaba quedándose dormido.
"Lo tomaré como un sí. A menos que quieran que enloquezca nuevamente y terminé cabreado y en el piso."
-Puedes ir arriba si quieres -insistió el chico-. No hay problema. Puedes ir a la habitación de mi padre. Nosotros te llamaremos si hace falta.
André asintió y, tambaleante, subió las escaleras. Se escuchó el sonido de una puerta cerrándose y un golpe que hizo temblar el techo donde el adolescente se encontraba.
-No deberías haberle dicho eso -comenté-. Va a terminar mudándose aquí.
-Lo sé -contestó-. Me parece bien, mientras no estorbe. Unos músculos más nos sirven y sobran.
Realmente, Simon no aparentaba su edad. Hablaba como BookWorm y hasta utilizaba las mismas frases.
"Tal para cual", pensé.
-Buen razonamiento. Unos músculos más te sirven y con eso ya basta.
-"Audere Sapere", Edmund.
-No sabía que conocías el latín. Lo hablas bastante bien para ser un chico.
Simon guardó silencio y se encogió de hombros. Sus ojos estaban demasiado agotados y él parecía que iba a explotar.
-Hey. Si quieres yo puedo quedarme a vigilar. Ve y descansa. Haremos turnos, si te parece bien. Llamaré al imbécil de André para que siga con el turno mientras tú duermes. No te preocupas por nada.
El adolescente sonrió y asintió. Estaba tan cansado que no podía pronunciar palabra alguna.
Subió con dificultad las escaleras y logré escuchar el ruido de una puerta al intentar cerrarse sigilosamente. Supuse que era para no molestar al hombretón que dormía como una bestia en la habitación contigua.
-"Atrévete a saber". Sí que eres todo un condenado traga-libros, Little Mind. Pero para que yo haga eso, tendría que hacerlo "A fortiori".
Sonreí y encendí un cigarrillo. La noche iba a ser muy larga.
~~
*Hola! Se habrán dado cuenta que AMO el latín por cómo lo uso desenfrenadamente... Jajajajjaja.
"A fortiori" significa "A la fuerza". Ya deben de conocer a Edmund. Él y su "condenado" humor negro...
¡Muchas gracias por haberme hecho llegar a los 300 leídos! Estoy realmente impresionada. Jamás creí llegar hasta aquí (?.
Cualquier cosa que quieran que corrija o alguna idea para la historia son muy bien agradecidas y recibidas!*

~~
"Así que no hay nada más que hacer. Mierda que estoy aburrido..."
Los condenados traga-libros no tenían un televisor. ¡Un maldito televisor!
Ni siquiera piensen que podría haberme puesto a leer, porque no soy tan paciente con las palabras.
La realidad es que solían gustarme las palabras y todo eso. Podría... Considerarme haber sido uno de esos traga-libros como BookWorm y su hijo, incluso.
Pero eso fue en momentos de mi juventud, así que olvidémonos de eso.
"Olvídate tu, Edmund. Mira en lo que te has convertido... ¡Fumando en un sillón tapizado de la casa de un hombre al que recién raptaron y que ni siquiera conocías! Debería preferir quedarme en el pasado."
Y el pasado otra vez. Ya me estaba cansando de toda esa mierda filosófica.
¿Dónde había un buen vaso de cerveza cuando se le necesitaba?
Negué a mi adentros y golpeé el cigarrillo con uno de mis dedos para que la colilla de ésta cayera. No al piso, sino a un cenicero. Tan idiota no era...
Ya había perdido la cuenta de cuantos cigarrillos había logrado fumar en esa noche y no quería contarlos siquiera. Con solo ver la pila que se había formado de los cadáveres de éstos ya me estaba asustando. La suma acabaría conmigo (ironía nivel Edmund, ladies).
"Sigo cabreado, joder. Mira que seré todo un chiflado."
Sonreí y expulsé una gran cantidad de humo por mi boca de manera violenta.
Para cuando había fumado 4 más (contando los posteriores del cigarrillo que había golpeado para que caiga la colilla hecha cenizas), me sentía bastante bien. Diría que relajado, pero esa descripción no entra mucho en mí.
"Jamás estoy calmado pero siempre estoy furioso por cualquier cosa. Voy a morir joven, maldición."
Me quedé pensando un poco en esa frase "Morir joven" y decidí responderme, restándole importancia, "Al diablo con todo esa chorreada. Todos vamos a terminar muriéndonos sin importar qué. ¿Por qué no adelantar el proceso y divertirse un poco?"
Largué una risita a la nada y observé fijamente la puerta, esperando que un fantasma pasara por ésta y tomara mi alma.
"Si es que tengo una."
~~

Edmund... Y sus demonios internosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora