Capítulo 4

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12 de agosto de 20XX

La mejoría que he tenido ha sido suficiente para darme de alta, después de conversaciones con el doctor, se llegó a un acuerdo de que "alguien" —Dimitrio— acuda a mi casa con regularidad para asegurar mi salud, ya que mi cuerpo mejoró pero no lo suficiente, aún me cuesta mantenerme de pie.

—Se quedará en nuestra casa para cuidarte— comenta mi madre.

¿Cómo?

Han pedido un permiso especial para cuidarme en casa ya que confían más en él y más que nada, son conscientes de que me ayudará en lo que necesito. No esperaba algo así, pero no creo que nada malo pase, ¿o sí?

Por fin doy un paso hacia adelante, la verdad ya estaba cansada de ver los mismo lugares con colores luminosos o pálidos,

No tardamos mucho en llegar y eso me alegra, con ayuda de un bastón seguiré mejorando mi caminar. La casa es diferente a lo que recordaba: de dos pisos, un tamaño considerable, color crema con una parte de la pared cubierta con fachaleta, dando un toque moderno.

Mis ojos se dirigen a dos pequeños niños acercarse a mí, detrás de ellos me abraza una mujer alta, cabello rubio, piel blanca.

—Hola hija, ¿ya estás mejor?— me sonríe, asiento desconcertada, hasta que recuerdo que es mi tía.

—Ella necesita descansar por el momento— dice Dimitrio.

Escucho unas pisadas en la primera planta.

—Isaías, saluda a tu prima— grita mi tía, él baja.

Al vernos él esboza una sonrisa muy grande, me abraza con tanta intensidad. Esto no es un abrazo cualquiera por lo que le devuelvo el sentimiento, ser condescendiente por unos minutos no está mal. Mi pregunta entre todo esto es...

¿Por qué huele a frutas?

(...)

Unas horas han bastado para congeniar bien con Isaías, parece un buen chico además de que entre todo eso he podido recordar distintas cosas. Mi habitación la ha ordenado él, es un espacio cómodo para mí.

—¿Recuerdas las últimas veces que nos vimos?— susurra, niego con la cabeza—. Quizá esto puede refrescar tu memoria.

Con una mano en la mejilla y la otra en mi cabello se acerca para besarme, no hay sobreaviso, es fugaz pero dulce, algo que a estas alturas sí pude comprender.

Le sigo el juego, no sé cómo se hace pero lo intento, sus manos me sueltan para bajar a mi abdomen.

Esto se salió de control.

—¡Detente!— mis mejillas se sienten cálidas producto de lo que ha pasado minutos atrás, eso fue incómodo. ¡Somos primos!

Me levanto dispuesta a irme, pero me toma del brazo.

—¡Ya dejame!— sus ojos muestran tristeza.

—Pensé que era buena idea. Por favor, no le digas a nadie, esto era de nosotros dos.

—Éramos...— me vuelvo a sentar estupefacta— ¿novios?

—Será... Complicado explicarlo— rasca su nuca avergonzado—. No te asustes de mí después de decirte esto— carraspea antes de seguir—. Nos conocimos hace siete años:

»Nuestra amistad fue buena, es entonces que un día me contaste tus problemas al igual que yo los míos, me cambié de ciudad y estuve durante dos años ahí, nunca perdí contacto contigo, nos gustamos.

»Fue poco duradero nuestra relación, al llegar a aquí volvimos a vernos, quisimos regresar pero tuviste a alguien más, por mi parte estuve contigo cuando terminaste a aquel chico, dejaste de corresponderme asi que...

Evade mi mirada.

»Tomaste de más e hicimos varias cosas que no estaban bien. Te lo conté todo y creía que aceptarías esta nueva propuesta, me sorprendió tu decisión.

—Entonces tu y yo somos...— da mucha vergüenza decirlo.

—Sí, somos eso.

—Escucha, tú y yo somos familia, lo que hicimos en el pasado está ahí, no recuerdo eso pero si lo hago, no pienses que regresaré a lo mismo— masajeo mi sien—, no soy la misma, ¿de acuerdo?— asiente—. Antes de irte, responde esto— suelto una bocanada de aire— ¿lo hicimos?

—No, nunca te sentiste preparada para ello— se levanta sin decir nada más.

Me quedo sola con dudas y más dudas, esto queda claro, una razón por la cual mi madre me odia.


13 de agosto de 20XX

Como si de un milagro se tratara, despierto a las seis de la madrugada, me resulta raro viniendo de mí, pero es buen momento para bajar y desayunar algo, tengo mucha hambre.

Esa conversación de ayer fue un avance, no fue bueno escuchar mis propias desgracias juveniles. Soy consciente de que mi nueva misión es desmanchar ese pasado.

Me acerco a las escaleras, no estoy acostumbrada a bajarlas por lo que voy con cautela.

—Con todo eso, ¿está bien que yo duerma en esta casa?

¿Es la voz de Dimitrio?

—Esto es un arma de doble filo, Dim, aún se nos hace complicado entender cómo llegó hasta ese límite— dice mi madre, suena preocupada.

—Supongo que es la edad, se es rebelde por el hecho de mostrar superioridad o eso veo yo en todo esto— hace una ligera pausa—, a veces no se puede controlar ese instinto.

¡¿Escucharon mi conversación con Isaías?!

—Deberíamos hablarlo con ella.

—No es buen momento para hacerlo, aún sigue delicada.

¿Hablar de eso? Pueden hacerlo cuando quieran, esa clase de "secretos" me frustran.

Me faltan dos escalones para estar en la primera planta, intento mantener mi compostura antes de bajar con totalidad.

—Buenos días— los saludo con disimulo, ellos me ven angustiados.

—Nadia, ¿amaneciste de buenas?— me pregunta Dimitrio. Asiento alegre.

—Que bien que puedas bajar— comenta mi madre, la preocupación de antes se borra de su rostro, siento cómo ella lo dijo con sarcasmo.

—¿Qué cosa no debería saber yo?— suelto esa pregunta, estoy fastidiada de que oculten cosas. Admito que fue mi error porque la veo angustiarse, el silencio aparece y al verla acorralada pienso en que me dará una buena respuesta. Qué equivocada estoy.

—No eres una santa— ahí me doy cuenta que ella puede inmutarse—, te lo diré las veces que sean necesarias— dice adusta.

¿Que no soy una santa?

—Sea directa— digo con indiferencia, temo por lo que responderá.

No hace nada, veo todo distorsionado, me retumban los oídos, me veo a mí misma en el suelo, no puedo moverme, sólo fragmentos de recuerdos empiezan a cruzarse en mi mente

»—Ya estoy harta de que hagas lo mismo, ya no te aguanto, mejor vete si no quieres vivir bajo mis reglas.

»—Te veía como mi lucero— ella era ¿mi madre?—, eras tan hermosa cuando naciste— ella me acarició la mejilla, sus lágrimas brotaron.

Esto es una realidad que no quise ver.

 (...)


La verdad me sorprende lo que escribo (' ._.)

—Dom, el anonadado.

Derecho a Olvidar (piloto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora