ɪ: "ᴛɪᴇʀʀᴀ"

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"Tierra"

Canción del capítulo: Everybody wants to rule the world -Lorde

Habían pasado años, si no es que hasta siglos desde que el olimpo se había visto de esa manera. Dioses gritaban y peleaban desde lo más alto de aquel paraíso. Las nubes eran grises y pequeños destellos del brillante sol se colaban entre ellas, pero no lograban iluminar el ambiente. Los relámpagos que caían hacían que los ángeles y resto de dioses dieran brincos del miedo, Zeus no era un gran fan del amor. Y claro que no sería un fan de que su hijo, Apolo, se enamorara.

Todo había sido culpa de ese pequeño chico con flechas y alas. Eros, o como a él le gustaba lo llamaran, Harry, solo estaba jugando un poco. El en serio no creyó que fuera a desencadenar un problema tan serio. Su madre, Afrodita, le intentaba explicar que todo estaría bien. Pero él lo sabía.

No era un secreto para nadie que Zeus no era un gran fan de Cupido. Había intentado destruirlo y asesinarlo ya incontables veces. Repetía una y otra vez que era una amenaza mala para el universo. El chico de tan solo 16 años había sobrevivido más que muchos dioses. No era exactamente fácil tener a Zeus de enemigo.

Cuando era pequeño tuvo que ir y esconderse en el bosque junto a su madre, pasó ahí gran parte de su vida. Hasta que cumplió los 15 y su madre decidió regresar al olimpo. Todo había funcionado bastante bien, sus hermanos y él se mantenían alejados de Zeus lo más posible , no tuvieron ningún tipo de problema durante años. Bueno.

Hasta ese día.

En una pequeña broma había flechado al hijo de Zeus, Apolo, con sus flechas de amor. Hizo que este se enamorara perdidamente de la ninfa, Dafne. A la cual maldijo con una flecha de rechazo. Causando que Apolo se enamorara de un amor que ni en mil años podría conseguir.

Harry ahora, observaba con atención como su madre metía ropa en una maleta color crema. Era su ropa. Su hermano Anteros estaba a su lado, era esa la razón por la que tenía su forma normal.

Cupido, el dios del amor deseado, no podía tener su cuerpo adolescente sin la presencia de su hermano, Anteros, dios del amor correspondido y la pasión. Cuando estaba al lado de su hermano perdía aquella figura de infante y cobraba la de su edad real, se transformaba en un apuesto chico, pero cuando estaban separados Harry volvía a ser un pequeño niño.

Ya que, el amor no puede crecer sin la pasión.

Los dos estaban parados viendo atentos cada movimiento que su madre hacía, cada prenda de Harry que guardaba, cada maldición que soltaba y cada lágrima que derramaba. Se le veía angustiada. Y Harry en serio no quería pensar que su madre haría lo que él pensaba que haría.

- Eros, sal. -Afrodita miraba a Harry con dolor en sus ojos, tanto que el chico decidió no reclamarle por usar aquel nombre.- No entres hasta que yo te lo pida -

Y así lo hizo. Harry salió de la habitación y se recargo en la puerta cerrando los ojos con fuerza. Todo era su culpa. Su hermano soltó un grito desgarrador de dolor y las piernas de Harry flanqueaban débiles. Los gritos no se detenían, el pequeño romántico no sabía que le estaban haciendo a Anteros. Él no tenía ningún tipo de culpa en esto. De hecho, Harry estaba más que seguro que no tenía ni la menor idea de que había sucedido. Tapó sus oídos con la esperanza de bloquear el sonido de su hermano siendo lastimado.

La puerta se abrió de golpe haciendo que cayera, levantó la mirada desde el frío suelo y vio a su madre con un semblante de seriedad. Su hermano estaba detrás de ella, sentado en una de las viejas sillas de madera que utilizaban en el comedor. Mordía un trapo blanco y limpio para callar sus gritos. Su brazo tenía un corte, un corte limpio, era largo y trazaba un camino de líquido color carmín desde su codo hasta su muñeca. La sangre del pequeño dios se derramaba y con cada gota que salpicaba en el suelo de madera una parte del alma de Cupido se apretaba.

Cupid Can Fall In Love Too (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora