Capítulo cincuenta y dos

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~28 de enero, 2021 | Barcelona, España ~

Ninguna tenía superada aquella herida y verse en aquella calle, no hizo otra cosa que confirmárselo a sí mismas, aunque tampoco es que hiciera falta.

El manojo de nervios que les recorrió de pies a cabeza a ambas les hizo temblar en el sitio y es que, ni Natalia, que era la que había tenido la idea de adelantar el encuentro, supo cómo gestionarlo.

A Alba le pilló de sorpresa encontrársela allí, cuando al aceptar la idea de ir, al menos esperaba al menos tener el paseo hasta el restaurante para mentalizarse. Pero, aunque no la había visto todavía, porque seguía de espaldas a ella, se escondió en su abrigo tres tallas más grande que le cubría por encima de las rodillas y se llevó con cierto nerviosismo las manos a su flequillo recto, como si pudiera verle.

-Son ellas... - Musitó Daniela con un hilo de voz casi inaudible. – Tengo que girarme, Albita.

-Vale, pero no nos acercamos, ¿vale? – Añadió nerviosa a punto de comenzar una cuenta atrás para girarse a la vez. – Porque si me acerco, entonces sí que me va a dar algo. – Dramatizó de más llevándose la mano al pecho.

-Tres, dos... uno. – Musitó Daniela antes de esbozar la mejor de sus sonrisas. – Hola, chicas. – Saludó para romper el hielo y encontrarse con la sonrisa a modo de disculpa de la gallega y el rostro indescifrable de la morena, que no parecía, de pronto, estar muy convencida de lo que estaba haciendo.

No decaigas, que hemos venido aquí a por una explicación. Se recordó a sí misma la morena cuando sintió que Barcelona daba vueltas en cuanto se encontró de lleno con la mirada de Alba.

-Hola. – Habló Sabela para que la situación no decayera tan pronto. - ¿Vamos yendo? No vaya a ser que perdamos la reserva... - Dijo acercándose a Daniela que le pedía ayuda con una mirada que la gallega supo leer al instante.

-Sí, creo que es lo mejor. – Respondió Alba antes de simplemente saludar moviendo la mano a la morena que imitó el saludo y comenzar a andar a pesar del terremoto que sentía recorrerle la columna vertebral.

No decaigas, que has venido porque se merece una explicación.

¿Explicación de qué? Si tampoco sabemos porque lo hicimos.

Sacudió la cabeza borrando cada uno de sus pensamientos por un instantes y escondió las manos en los bolsillos de su abrigo antes de comenzar a andar cabizbaja, incapaz de buscar algún tema de conversación con Natalia.

Pero la morena, no sabía ni como hablar mientras caminaba unos pasos por detrás del grupo y solo escuchaba los cuchicheos incomprensibles de Daniela y Sabela que parecían más serias que de costumbre.

Otro drama no, por favor. Bastante tenemos ya con uno. Se lamentó Natalia antes de doblar la esquina y seguirlas hasta el interior del restaurante, donde rápidamente les llevaron a la mesa que tenían reservada al nombre de Daniela.

El local en el que se encontraban era diferente a donde habían estado antes, sobre todo Natalia, cuyas últimas salidas se basaban en ir al McDonald con sus hermanos y devorar su menú para llevar en la terraza de su pequeño piso.

La decoración minimalista le daba un aire informal que no tenía, pero que todas, poco acostumbradas a aquellos ambientes, agradecían con creces.

Su mesa reservada, estaba al fondo del local, una con un sofá enorme de color rojo y elegante, el que ocupaban Sabela y Natalia, llenaba casi toda la pared haciendo destacar todavía más aquella esquina que les había tocado junto a la ventana.

-Veamos el menú... - Tarareó Daniela haciéndose con unos de los menús que dejó la camarera sobre la mesa y divagó entre aquellas líneas de platos que no entendía o no le gustaban. – Mira Sabs... - Llamó a su amiga para enseñarle algo que le había llamado la atención y ambas dejaron de prestarle atención a las otras dos que, a pesar de estar sentadas en aquella mesa cuadrada, una frente a la otra, no eran capaces de mirarse por más de tres segundos.

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