Capítulo dos

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~24 de junio, 2020|París, Francia. ~

Marcaban las 8:10 de la mañana cuando el sonido de la alarma de su móvil resonaba por toda la habitación despertándola otro día más. Se removió entre las sábanas y bostezó un par de veces antes de abrir los ojos del todo y ponerse en pie.

Con el cuerpo pesado, como si tuviera resaca, dio pequeños pasos hasta la ventana que abrió para echar un vistazo rápido a la calle y encontrarse con un día lluvioso.

Tenía turno de tarde, pero se había propuesto madrugar cada día para ir a correr a un parque que había encontrado relativamente cerca de su casa. Pero aquel día, no iba a poder ser. El cielo estaba cubierto de nubes grises que amenazaban con romperse en cualquier momento e inundar la ciudad, así que decidió quedarse en casa.

Tampoco necesitas mucho para dejar a un lado la sesión de deporte. Se dijo encogiéndose de hombros y volviendo a meterse en la cama. Desconectó el móvil del cargador y entró en twitter, encontrándose un par de respuestas a unos tweets que publicó al terminar el último capítulo de la serie que sentía que, de cierta manera, le había marcado un poco.

@jigglycat
lo mejor que me ha pasao en la vida: sense 8.
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@ovejatrasquilada
amén, hermana 🙏🏻
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@cactus4winner
suerte superándola, nenis 🌟
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@ovejatrasquilada, @jigglycat
calla, calla que la terminé anoche y cuando me acuerdo, lloro un poco 😢
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@jigglycat
ahogaré mi resaca emocional en café
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@ovejatrasquilada
te copio la idea, jiggly

Soltó una risita al ver la forma en la que la había llamado y dejó un me gusta en el tweet para después entrar en el perfil y curiosear un poco.

No era la primera vez que veía tweets de esa misma cuenta y, de hecho, se seguían desde hacía bastante tiempo, pero no interactuaron hasta ese momento.

De foto de perfil, una Lisa Simpson versión hippie. De encabezado, un cielo con colores del atardecer y como biografía: me apetecía 🌼

Miró los tweets más recientes en busca de alguna foto que mostrase el rostro de quien tuviera esa cuenta en su poder, pero ni rastro. Lo único que encontró fueron tweets profundos y otros que le hicieron reír junto a fotografías que parecía que había hecho.

Se anotó mentalmente prestar más atención a aquella cuenta, movida por una curiosidad que le había despertado su mini interacción y bloqueando la pantalla, se dejó caer de nuevo en la almohada.

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- ¿Me explicas el calor asqueroso de ahí fuera? - Protestó Alba en la sala de descanso mientras se arreglaba el uniforme por última vez antes de comenzar su turno. - Para que luego digan que el de Madrid... - Chistó delante de un pequeño espejo y se llevó las manos al pelo alborotado por la humedad. - Esto en invierno no pasa, Miriam.

Se giró sobre sus talones realmente seria, pero encontrándose con la mirada divertida de la rubia que la miraba con los brazos cruzados sentada en el sofá.

-Pues no te queda nada, chiquilla. - Le premió con una palmadita en la espalda cuando se puso en pie y Alba bufó. - Yo me voy, el hotel es tuyo. - La picó colgándose la mochila a su espalda y guiñándole un ojo desde la puerta.

-Que te den. - Le dijo rodando los ojos antes de que desapareciera y recibiendo su risa como respuesta.

El turno de noche solía ser el más tranquilo y aunque esperaba que así fuera, no contaba con la llegada de una avalancha de turistas japoneses que llegaron bien entrada la madrugada al hall, rompiendo el silencio.

Aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora