Lucía:
Amo a mi hijo y sé que, a pesar de que mi postura y comportamiento en la sala de espera no parece decir eso, ya que mi rostro a lo mucho es uno que expresa la misma ansia que alguien tiene por no querer llegar tarde a un compromiso. No me malinterpreten. Amo a mi hijo, el detalle está en la educación que recibí por parte de mi padre y mi madre, sobre todo de la última. Tampoco lo malinterpreten, ellos también me aman. Lo que pasa es que mi madre era una mujer de mostrar muy poco afecto conmigo. Hasta ahora la única muestra de afecto que recuerdo que ella me dio fue haberme dicho: "Hijita". Por alguna razón todas las mujeres de mi familia siempre han sido frías o a lo largo de sus vidas pasaron por eventos que las hicieron como son, pero en las generaciones más jóvenes eso se va reduciendo y salimos más expresivas. De todas formas, no importa que tan fuerte sea la formación que se haya adquirido en la vida, siempre van a existir momentos que tambalearán el equilibrio emocional que uno siempre intenta mantener estable. Este es un caso. Mi cara no mostraba desesperación, pero mi alma cargaba con un gran pesar por el gran miedo de no solo perder a mi hijo, sino de lo que le podía suceder en el futuro y a mi familia. De todas formas, ponerme a llorar y rogar por una situación diferente no haría ninguna diferencia y desperdiciaría tiempo valioso, así que decidí llamar a la familia para descubrir cómo estaban todos.
—Hola, tía ¿Cómo están todos en casa? ¿Hubo algún indicio de ser atacados de nuevo? -pregunté de inmediato-.
—Tranquila, Lucía -me respondió-. Todos estamos bien. Dime, ¿cómo está mi sobrino?
—Nada, todavía —respondí—. ¿Tienen algún plan en caso de que esos clanes vuelvan a atacar?
—Lo estamos poniendo en marcha.
—¿Cuál es, tía?
Después de escuchar todo el plan, le advertí a mi tía sobre qué partes deben ser cambiadas o mejoradas. No obstante, hubo un detalle el cuál me llamó la atención.
—Te digo que el perro es importante, ya que parece que puede sentir la presencia de esas criaturas -argumentó mi tía ante la negativa de que lo dejará estar en el mismo cuarto que Matías-.
Una vez terminada la conversación sobre qué medidas de seguridad habría que tomar en cuenta, decidí terminar la conversación de la siguiente manera.
—Tía, antes de que cuelgues, me gustaría hablar sobre si debemos comunicar a la Policía sobre lo que ha ocurrido —le dije con cierto temor, independientemente de la respuesta, puesto que en cualquier caso algo malo podría pasar. Si le contamos a Policía lo que pasó pensarán que estamos locos, incluso si les mostramos la herida de Adriano, no nos darán protección, sino que podrían pensar que se trata de maltrato a un menor. Por el otro lado, el no recibir la protección de los policías, nos podría llevar a la situación en la que estábamos antes—.
—Realmente, no lo sé qué deberíamos hacer. Pensaba en que tú sabrías que es lo mejor para todos.
Típico. Esta familia siempre me usa a mí para todo. ¿De verdad, no pueden hacer cosas por sí mismos a la edad que casi todos tienen? Menos mal que Aldana no me ha pedido nada que forme parte de mi rutina diaria.
—Creo que eso deberíamos hablarlo mejor entre Bianca, tú y yo —me corregí después de darme cuenta de un error—. Quise decir tú y yo.
—Está bien, Lucía.
—Adiós, tía. Cuídense todos.
—Chau, Lucía.
No sé exactamente cuánto dura el tratamiento que se le debe dar a alguien quien fue mordido por una serpiente no venenosa, pero estoy segura de que no puede tardar tanto, es decir era una anaconda la cual ni siquiera intento asfixiarlo. Lo único que puede explicar la demora es que debido a los orígenes de esa anaconda y lo que tenía dentro de sí, hayan surgido nuevas complicaciones. ¿Mi hijo está convulsionando? ¿Y si se está transformando en un monstruo desalmado que matará a quien sea indiscriminadamente? ¿O acaso está expandiendo alguna enfermedad que es incurable? Todas estas ideas me estaban angustiando. Lo primero que hice, después de tener esos pensamientos, fue ver el registro de la llamada que tuve con mi tía. La llamada duró treinta y siete minutos con trece segundos. Eso significa que en definitiva estaban demorando demasiado. ¿Por qué? Se me vino a la mente la idea de entrar a dónde hayan llevado a mi hijo. ¡Espera! Debería agarrar algún arma o lo que sea. ¿Qué es lo que acabo de pensar? Es mi hijo, pero eso no quiere decir que no me deba defender en caso de que mi hijo este matando gente. ¿Cómo es posible que piense eso de mi hijo? El tiempo seguía independientemente de lo que pensaba, así que después de otra media hora pensando y preocupándome, opté por buscar un objeto contundente, pues mi intención era defenderme, no matar a mi hijo. Justo en el momento que estuve a punto de entrar al baño para agarrar el pomo del baño, un joven negro de bella apariencia me detuvo.
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El Perro
ParanormalSegundo cuento de "Cuentos de terror introductorio a la saga de fantasía Perú oculto". El Perro te cuenta la historia de Spay, un perro mestizo de la familia Salazar y que de algún modo es familiar de Pocha, la gata protagonista del cuento anterior...