7. INFANCIA

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—Veras Alice, ya sabes que aquí eres bien recibida, te queremos como si fueses nuestra hija y eres una hermana para Bless, pero deberías marcharte e ir a tu casa tus padres estarán preocupados.

—Tienes razón Caroline, no sabes cuánto os agradezco que me hayáis dejado dormir aquí. Suene estúpido e infantil pero todo fue demasiado extraño. — Tras decir eso, me lanzo a por la tortita que hay en mi plato.

—Tranquila cariño, te comprendo. Además, tú habríais hecho lo mismo por nosotros.

Sonrío y al acabar el desayuno, subo a vestirme, me pongo unos jeans negros rajados por la rodilla, una sudadera blanca y me hago un moño despeinado, con suerte nadie podrá ver mi horrible aspecto.

Tras despedirme de todos, me dirijo hacia mi casa. Empiezo a pensar en todo lo que está ocurriendo últimamente, pero entonces veo una sombra reflejada en el suelo, intento actuar normal, pero estoy asustada, muy asustada.

Para evitar el que me siga doy un giro brusco en la primera esquina que encuentro, pero la persona sigue detrás de mí, aumento la velocidad de mis pasos y en la siguiente calle vuelvo a girar. En mi cabeza todo ocurre muy rápido, me escondo y espero a que mi perseguidor aparezca, entonces veo una sombra girando en la dirección a la que iba y me abalanzo sobre él.

— ¿¡Pero qué!?- grita el chico, yo estoy encima de él, lo miro a la cara. Esos ojos grises, ese pelo oscuro, negro como el carbón.

— ¿James? ¿Tú me estabas siguiendo?

—No, yo... yo solo iba hacia mi casa. ¿Qué te pasa? ¿Por qué te has tirado encima de mí? ¿Acaso rememoras los viejos tiempos? — me dice mi ex novio mirándome fijamente a los ojos.

— ¡Dios no! Yo volvía a casa también y pensé...

Corto a media frase, no puedo decirle que pensaba que un loco me estaba persiguiendo, así que decido no contárselo. Entonces, me percato de que una pareja de ancianos nos mira con gesto de desaprobación y recuerdo que aun estoy sobre James. Rápidamente e levanto y me arreglo el pelo, colocando mis lisos mechones detrás de las orejas.

— Lo siento mucho, en serio.

— Tranquila, yo no me arrepiento de nada. ¿Quieres que te acompañe?

— ¿Acaso tengo elección? Vivimos al lado el uno del otro, Jam.

— No puede ser... Aun lo recuerdas.

— Jam, recuerdo que te lo puse cuando teníamos seis años, estábamos en mi cumpleaños y ese día mi gato había muerto, me escondí en el armario de mi cuarto. Todos los niños se quedaron en el jardín jugando, pero tu viniste a animarme y mientras hacías el tonto, el sándwich de mantequilla de cacahuete y mermelada se te cayó encima y te pringaste la camiseta.

— Y de ahí ese estúpido mote, pero cambiando de tema. ¿Qué hay de ti? No hemos hablado desde... — Contesta a la vez que mira hacia el cielo, pensativo.

— Sobre mí no hay nada interesante que contar, no todos tenemos una vida tan interesante como la tuya. Y por cierto, no hablamos desde que rompimos, hace alrededor de un año o dos.

— Discutíamos mucho... Pero creo que lo nuestro podría haber funcionado.

— ¿Funcionado? Te ponías insoportable. — Respondo con tono cabreado al mismo tiempo que me detengo en la puerta de mi casa.

—Mira, se que piensas que no tengo corazón. Pero no tienes ni idea de lo mucho que te he querido. Estaba enamorado de ti Alice.

James da un paso acercándose a mí, con su mano derecha sujeta mi rostro y aproxima su cuerpo hacia el mío. Estamos a pocos centímetros el uno del otro, nuestros alientos entrecortados se mezclan, sus labios rozan ligeramente los míos y con la otra mano me coge de la cadera, poniéndome a prueba. Me apoyo en su pecho y lo empujo hacia atrás suavemente.

—Sera... Sera mejor que te vayas. — Susurro.

—Claro, te veré el lunes. — Se mete las manos en los bolsillos de los vaqueros y se aleja en dirección contraria. Suspiro y entro en casa, entonces escucho los gritos.

El síndrome de Alicia en el País de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora